La Junta Editorial – Financial Times
Las interrupciones en la cadena de suministros se han manifestado desde hace un tiempo en los aumentos de precios. Ahora han aparecido firmemente tanto en ganancias corporativas como en las cifras de crecimiento. Los datos de EEUU y la eurozona a finales de la semana pasada demuestran que los cuellos de botella han retrasado la producción de las fábricas – y por tanto reducido el ritmo de la recuperación. Esto ha tenido un efecto colateral sobre gigantes industriales como la alemana Volkswagen y la californiana Apple. Ambas empresas comunicaron a sus inversionistas que la escasez global de semiconductores había retrasado sus ventas y reducido sus ingresos en €500 millones y $6 mil millones respectivamente.
Durante décadas, el objetivo de la gerencia económica, en principio delegada a los banqueros centrales, ha sido mantener el monto total del gasto – o la demanda agregada – creciendo en paralelo con la capacidad de la economía para proveer los bienes y servicios que los consumidores desean, denominado oferta agregada. El equilibrio entre estas dos está supuesto a preservar la estabilidad económica y evitar que el aumento de precios se acelere o desacelere demasiado. La pandemia afectó ambas cosas a la vez, reorientando el gasto del consumidor desde los servicios hacia los bienes que podían disfrutarse en el hogar; el cierre de los gimnasios significó, por ejemplo, un revuelo por comprar equipos para ejercicio.
Los cuellos de botella de hoy son una demostración que la demanda se ha recuperado mucho más rápido que la oferta. Eso refleja, en parte, el éxito de los programas de estímulo, y la lucha desigual contra el coronavirus. A medida que la inoculación en masa en Europa y EEUU han permitido resumir una semblanza de vida normal, en muchos países asiáticos en desarrollo, los cuales producen bienes para el mercado occidental, los brotes han provocado un cierre de las fábricas.
Ultimadamente, esto presenta un reto que los banqueros centrales no tienen como enfrentar. La inflación ha subido y ellos tienen una obligación legal de mantenerla bajo control. En consecuencia, muchos están comenzando a reducir el estímulo: el viernes el banco central australiano decidió dejar de defender su meta de rendimiento para bonos soberanos, permitiendo que la tasa de interés marcadora comenzara a subir. Se une a un grupo de las principales economías, incluyendo Nueva Zelanda y Noruega, que han comenzado a ajustar la política monetaria. Los inversionistas esperan que la Reserva Federal y el Banco Central Europeo hagan lo propio en el futuro cercano.
Si bien reducir la demanda para equipararla a la oferta puede reducir las presiones sobre los precios, es una solución mucho menos satisfactoria que la expansión de la oferta – ya que lleva a menor crecimiento y empleo. No existen, sin embargo, palancas fáciles de utilizar para los gerentes de políticas. Si bien el dinero fácil y el gasto público pueden impulsar la demanda, la oferta sólo crece lentamente y los gobiernos tienen poca capacidad para influenciarla.
La inversión empresarial es una parte de la demanda económica, al menos en EEUU, que todavía está retrasada. Eso es una lástima. El gasto de capital es la mejor manera de mantener la oferta en crecimiento y prevenir los cuellos de botella recurrentes o una escasez permanente. Una política monetaria expansiva, sin embargo, parece haber impulsado más el precio de los activos que la inversión en equipos industriales o inmuebles comerciales.
También podría ser resultado de un camino incierto hacia la recuperación. Muchas empresas, al igual que los bancos centrales, podrían estar esperando para ver si la escasez es transitoria o más permanente. Halar el gatillo de nuevas inversiones ahora podría llevar a un excedente de capacidad si esta cede. Similarmente, si los bancos centrales restringen la política monetaria demasiado rápido y estrangulan la demanda, la inversión podría perderse. Créditos fiscales generosos para los gastos de capital, similares a la “super deducción” británica, podrían considerarse más ampliamente. La mejor manera de evitar los cuellos de botella es conseguir una botella más ancha.
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