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Relajar las relaciones sinoestadounidenses requiere más que el diálogo

Los presidentes de EEUU, Joe Biden, y China, Xi Jinping, mantuvieron una reunión virtual. FOTO: EFE/EPA/SARAH SILBIGER/POOL.

La Junta Editorial – Financial Times

Diez meses después de tomar posesión, Joe Biden por fin mantuvo una reunión con Xi Jinping.  La cumbre fue virtual, no cara a cara.  Pero luego de varios meses de tensiones crecientes entre Washington y Pekín, el mero hecho de que los líderes de EEUU y China hablaran por tres horas es importante.

Un logro aparente que salió de la cumbre es un acuerdo, anunciado por los estadounidenses, para que China y EEUU dialoguen sobre sus arsenales nucleares.  Tan solo unos días antes, en la cumbre ecológica de Glasgow, las dos naciones habían anunciado planes para trabajar conjuntamente en temas ambientales.

Esta apertura al diálogo y la diplomacia es una señal esperanzadora de que las relaciones entre China y EEUU pueden estabilizarse, y quizás hasta estén mejorando.  Los rumores de moda sobre una nueva guerra fría entre las dos naciones podrían ahora virar hacia chismes enfocados en la reducción de hostilidades.

Pero hay que ser cuidadosos.  La precisión del formato y el cronograma del diálogo nuclear no se ha confirmado.  Ciertamente no hay indicativos de que Pekín piense disminuir sus dramáticas inversiones en armas nucleares, o que EEUU planee reducir la modernización de su mucho mayor arsenal.

El comunicado conjunto de EEUU y China sobre ecología también fue ligero en cuanto a detalles y compromisos – particularmente cuando se compara con la declaración de Xi y Obama en 2014, la cual allanó el camino para el acuerdo ambiental de Paris al año siguiente.

Los resúmenes publicados por ambos lados del diálogo Xi-Biden subrayan, también, el continuo potencial de un conflicto a raíz de Taiwán.  La redacción de Xi fue de enfrentamiento.  Advirtió que los políticos que impulsan a que la isla se independice están “jugando con fuego” y “se quemarán”.

Si bien esta es la retórica normal de China, sigue siendo impactante escuchar a un líder insinuar tan abiertamente la posibilidad de una guerra con EEUU.  Biden asimismo aludió a esa eventualidad, declarando que ambos líderes tienen una responsabilidad de asegurar que la rivalidad no “se convierta en un conflicto”.

Lo directo de estas amenazas refleja el verdadero peligro de la situación.  Tanto Washington como Pekín se acusan mutuamente de causar una escalada en las tensiones.  China ha incrementado la frecuencia con la cual vuela dentro de la zona defensiva de identificación de Taiwán con sus aviones militares.  Las recientes declaraciones de Biden de que EEUU defendería a Taiwán de cualquier ataque por parte de China representaron un cambió en la política tradicional de EEUU de “ambigüedad estratégica”, aún si luego fueron rápidamente clarificadas.  EEUU también ha causado malestar a Pekín al intentar ampliar el espacio diplomático para Taiwán.

El diálogo Biden-Xi no parece haber logrado mucho en cuanto a reducir las tensiones respecto a la isla.  Los resúmenes publicados por ambos lados representaron poco más que una confirmación de sus posiciones actuales y sospechas mutuas.

Tampoco hubo señales claras de avances en el plano comercial.  Los aranceles y otras medidas punitivas que la administración Trump impuso a China no han sido revertidas, y las conversaciones no indicaron que esto vaya a cambiar próximamente.

Pero si los diálogos sinoestadounidenses en el tema nuclear y el tema ecológico logran un empuje, ese tono bilateral más positivo también podría filtrarse hacia puntos económicos.  Un cambio en la retórica también sería bienvenido.  Algunas reuniones recientes entre funcionarios de alto nivel de ambos países se han convertido en fuertes debates abiertos.

La rivalidad entre EEUU y China sigue siendo amplia y peligrosa.  El dialogo Biden-Xi no ha alterado esa realidad subyacente.  Pero ambos lideres pueden construir sobre las bases de su flamante interlocución.  La cumbre de esta semana debería ser la primera de muchas.

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