La Junta Editorial - Financial Times
Debe ser la primera vez: una secretaria del tesoro de EEUU anuncia que “hay buenos argumentos para decir que en este momento, el mejor lugar para guardar y lavar dinero mal habido es en Estados Unidos”.
Los comentarios de Janet Yellen en una cumbre auspiciada por EEUU la semana pasada para realzar a las democracias liberales del mundo, ilustran un giro importante en la política de EEUU. El enfoque de la administración Biden sobre la corrupción y el lavado de dinero no se ha notado tanto como otras grandes decisiones de política. Pero es la manifestación más válida del postulado del presidente estadounidense respecto a que lograr que la economía funcione para los estadounidenses ordinarios es importante para la seguridad nacional y los intereses de política exterior de Estados Unidos.
Hay muchas razones para celebrar este viraje de política. En primer lugar, es uno de los muy raros ejemplos de un bipartidismo relativo en un país profundamente polarizado. Pocos días después de los ataques al Capitolio el 6 de enero, la ley de transparencia corporativa fue aprobada por mayorías abrumadoras del Congreso de EEUU como parte de la ley anual de autorización para gasto en defensa. Esta legislación logrará, una vez puesta en práctica, prohibir en términos efectivos las empresas anónimas de maletín en EEUU – un canal favorito de lavado monetario para los corruptos del mundo, cómo resaltó Yellen en sus declaraciones.
Segundo, la administración lo dice en serio. El Tesoro ha emitido un reglamento de implementación para la prohibición de estas empresas. A menudo, en EEUU y en otros sitios, buenas leyes en el papel han sido letra muerta en la práctica, debido a lagunas de ley o por falta de asignación de recursos y apoyo político para lograr su cumplimiento. Esta vez parece diferente.
Tercero, esta no es la única medida aprobada. Yellen ha iniciado consultas sobre otro reglamento para prevenir el lavado de dinero a través de bienes raíces, “porque muchos actores corruptos pueden esconder su dinero en Miami o en los rascacielos de Central Park de la misma forma en la cual lo hacen con empresas de cascarón”. También ha anunciado un “fondo para la cleptocracia” destinado a recompensar y financiar a quienes exponen la manera en la cual los actores corruptos foráneos utilizan el sistema financiero de Estados Unidos.
Ante todo, la estrategia en si misma es la correcta. Los ataques contra el imperio de la ley y los sistemas de gobierno de las democracias liberales son a veces descritos en términos ideológicamente nobles. Pero normalmente están motivados por el deseo de enriquecimiento ilícito que es más fácil de lograr cuando las instituciones de gobierno son corruptas internamente. Al inverso, la corrupción en las esferas superiores elimina el respeto por las reglas e instituciones en el resto de la sociedad, en un círculo vicioso en el cual el imperio de la ley, la confianza del público y la calidad de la gobernanza se deterioran en paralelo.
Este es el tipo de ambiente en el cual prosperan los populistas antidemocráticos, un riesgo evidente en EEUU. Es por eso por lo cual es vital aceptar los lazos existentes entre los intentos de gobiernos autocráticos por desestabilizar las democracias y el dinero corrupto que le envían a quienes lo lavan en esos sitios – una conexión que el Reino Unido, en particular, debería tener más en cuenta. Lo mismo ocurre domésticamente: el capitalismo del amiguismo normalmente conlleva la erosión de la transparencia y la independencia de los límites y contrapesos del poder.
Washington no se puede dormir en sus laureles. Los nuevos reglamentos deben ser reforzados, y quienes no los cumplan perseguidos. Y las leyes deben fortalecerse aún más, especialmente para asegurar que no se abuse de los fideicomisos para lavado de dinero y propósitos corruptos.
Los pasos que se han tomado en el primer año de Joe Biden deben ser aplaudidos. Es apropiado priorizar las medidas anticorrupción. Ya que las democracias liberales están bajo presión tanto domésticamente como en el extranjero, los aliados democráticos de Estados Unidos deberían apoyar su esfuerzo.
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