(c) 2021, The Washington Post - Anthony Faiola
Los precios de los alimentos se están disparando en todo el mundo. Los costos de los fertilizantes son altísimos. En Afganistán, se espera que cerca de 23 millones de personas, más de la mitad de la población, se enfrenten a una inseguridad alimentaria potencialmente mortal este invierno. Madagascar vive a su peor sequía en 40 años, y más de un millón de personas necesitan ayuda alimentaria urgente.
P: ¿Se avecina una nueva crisis alimentaria mundial?
R: En una entrevista esta semana, Máximo Torero Cullen, economista jefe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, me dijo que la respuesta es: todavía no, pero podríamos estar al borde del abismo. El mundo es testigo de un aumento de las crisis alimentarias localizadas y provocadas por conflictos, especialmente en el África subsahariana. Pero en todo el mundo, los aumentos repentinos de los precios de los alimentos en los últimos meses aún no son tan graves como lo fueron los dos críticos aumentos de 2007-2008 y 2011-2012, provocados por el clima, la producción de biocombustibles y la creciente demanda asiática.
Eso no significa que no llegaremos a ese nivel. Debido a la pandemia, el hambre mundial se disparó en un estimado de 118 millones de personas en todo el mundo en 2020, pasando a 768 millones de personas, la mayor cifra desde 2006. El número de personas que viven con inseguridad alimentaria, o las que se ven obligadas a disminuir ya sea la cantidad o la calidad de sus alimentos - incrementó en 318 millones de individuos, para ubicarse en 2,38 mil millones de personas.
A medida que la disponibilidad de vacunas se retrasa en el mundo en desarrollo, Cullen dijo que teme que las más lentas recuperaciones económicas de las naciones de ingresos bajos y medianos puedan empeorar aún más el panorama de la inseguridad alimentaria en 2022.
Esta entrevista ha sido editada por cuestiones de extensión y claridad.
P: ¿Cómo cambió la pandemia la naturaleza de la inseguridad alimentaria mundial y cómo está evolucionando el problema?
R: Los principales motores antes del Covid-19 fueron los conflictos y las recesiones climáticas y económicas. El Covid-19, los cierres de fronteras y los confinamientos han exacerbado esos problemas.
Pero hay dos cosas nuevas: una son los planes de recuperación y la inflación que estamos viendo a medida que EEUU, China y otros países crean un exceso de demanda, lo que ha afectado, por supuesto, los precios debido a su demanda de materias primas. La competencia por los contenedores también ha agravado la situación, elevando los costos del transporte.
El otro elemento son los precios de los fertilizantes y la escasez. Países como Bolivia que solían exportar a Perú, por ejemplo, están exportando bastante menos. Una contracción increíble. Rusia ha puesto algunos límites a la exportación de fertilizantes. China produce una cuarta parte de los fertilizantes del mundo, pero ahora también los está importando. Por tanto, la presión sobre ese sector es diferente a la que hemos enfrentado antes.
P: ¿Cuándo fue la última vez que vimos la amenaza de una hambruna o de una crisis mundial de hambre a la escala que estamos viendo hoy?
R: Sin duda, esto es peor que en 2007-2008, en términos de lo que llamamos niveles de inseguridad alimentaria aguda provocada por conflictos. Pero a nivel mundial, la situación general sigue siendo mejor que en esos años, en el sentido de que todavía tenemos disponibilidad de alimentos, pero el problema actual es el acceso a los alimentos. Estamos entrando en una situación que yo llamaría de “luz naranja” y, potencialmente, “luz roja” si no tenemos cuidado. Hoy no tenemos una crisis alimentaria. Tenemos un problema de recesión y de acceso a los alimentos. Pero tenemos comida disponible. Esto podría cambiar el próximo año si no se resuelve el problema de los fertilizantes.
P: ¿Dónde ve las mayores amenazas de hambruna o inseguridad alimentaria?
R: En el África subsahariana. Ahí es donde la situación parece fuera de control en muchos países, incluidos la República Democrática del Congo, Nigeria, Sudán del Sur, Sudán y la República Centroafricana. Por otro lado está Yemen. Y, por supuesto, tenemos Afganistán. Si no apresuramos la ayuda a Afganistán, perderemos la cosecha y la situación será dramática. Y también tenemos a Haití. Y luego, se debe resaltar Venezuela, la cual también podría verse significativamente afectada.
P: En Afganistán, Occidente parece enfrentarse a un dilema moral. Estados Unidos y Europa no quieren que se les considere colaboradores de un severo régimen talibán, pero las sanciones estadounidenses y europeas, así como la retención de los fondos propios del país, están poniendo a cada vez más afganos en riesgo de padecer hambre. ¿Ve alguna salida?
R: Somos una agencia técnica. Estamos trabajando en Afganistán, tratando de suministrar semillas y fertilizantes en el marco de la operación de emergencia humanitaria que tenemos en marcha junto con el Programa Mundial de Alimentos (PMA). Necesitamos asegurarnos de que haya un suministro estable de los insumos necesarios para la producción de la próxima temporada. De lo contrario, el problema será aún peor.
P: El Banco Mundial dijo durante el fin de semana que los donantes internacionales acordaron transferir 280 millones de un fideicomiso congelado al PMA y UNICEF para apoyar la nutrición y la salud en Afganistán. ¿Cuánto ayudará eso a prevenir la amenaza del hambre?
R: Dependerá de cómo se utilice el dinero. Esperamos que el dinero no sólo se utilice para alimentos de emergencia, sino que también para insumos como fertilizantes y semillas. La situación no es nada buena. Más de la mitad de la población del país corre un alto riesgo de pasar a niveles de emergencia humanitaria. Al mismo tiempo, el fenómeno ambiental de la Niña seguirá provocando patrones climáticos extremos en diferentes regiones de Afganistán. Pero el principal problema en este momento es la falta de acceso a insumos y alimentos.
P: ¿Cómo se arregla eso?
R: Asegurando los insumos de la próxima temporada para que los agricultores puedan sembrar y que la próxima cosecha esté garantizada.
P: ¿Cómo podrán ellos acceder a lo que necesitan?
R: En este momento, tiene que provenir de la ayuda internacional, de agencias como la Organización para la Agricultura y la Alimentación que están tratando de ayudar en las zonas más críticas.
P: Se ha dicho que Madagascar puede estar al borde de sufrir la primera hambruna producida por el cambio climático en el mundo. Sin embargo, un estudio internacional reciente sugirió que podría deberse a una variación natural del clima y a la pobreza estructural más que al cambio climático. ¿Qué opina de esto?
R: Debemos tener cuidado porque no sólo pudiera ser consecuencia del clima, sino de la confluencia de varios factores distintos. Por una parte está la sequía más larga en la historia de Madagascar y por la otra están todos los problemas relacionados al Covid-19 y a una recesión económica. Como resultado, el país se enfrenta a la peor confluencia de tormentas posible.
P: Los países que durante años no ocuparon un lugar destacado en la lista de prioridades para la evaluación el hambre en el mundo, como su natal Perú, se convirtieron en focos de conflicto durante la pandemia. ¿Qué tan duradero será el daño en esos países?
R: Creemos que en estos países, como en mi país de origen, Perú, y en muchos países de América Latina, la recuperación no está ocurriendo a la velocidad que esperábamos. Y la recuperación se ralentiza debido al retraso de las inoculaciones en muchos de estos países. Como resultado, los efectos de la pandemia del Covid-19 sobre el hambre, en un contexto donde los cierres prolongados han afectado gravemente a la economía informal, podrían durar un par de años o más si la recuperación no se acelera. Se recuperarán y se están recuperando. Pero todavía están lejos de donde podrían estar, y la exacerbación de las desigualdades se reflejará en un aumento significativo de la pobreza, de la pobreza extrema y del hambre.
Información del Autor:
Anthony Faiola es columnista de la sección de asuntos exteriores del Post, donde es el presentador interino del boletín y la columna Today's WorldView. Se ha tomado un sabático de su función como jefe de la oficina de América del Sur y el Caribe hasta abril de 2022. Desde que se incorporó al periódico en 1994, se ha desempeñado como jefe en las oficinas de Berlín, Londres, Tokio, Buenos Aires y Nueva York.
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