(sustantivo) palabra sin sentido o coloquial, particularmente en lo referente a las promesas vacuas en materia ecológica
La frase “blah, blah, blah” recibió un nuevo significado este año gracias a Greta Thunberg, quien la utilizó para denunciar las palabras huecas sobre el cambio climático. Se hizo viral luego de un discurso de la sueca de 18 años, líder del movimiento ecológico, en el cual ridiculizó las declaraciones políticas sobre temas ambientales.
“Esto es lo que oímos de nuestros supuestos líderes – palabras”, dijo, hablando a activistas ecológicos jóvenes en Milán. “Palabras aparentemente geniales, que hasta ahora no han llevado a ninguna acción. Nuestras esperanzas y nuestros sueños se ahogan en sus promesas vacías”.
En poco tiempo, “blah, blah, blah” se convirtió en el grito de batalla de la gente joven alrededor del mundo, ya que sienten que los políticos están buscando evasivas frente a la emergencia ambiental. Antes de y durante la cumbre climática COP26 en Glasgow en noviembre, las palabras se oyeron en marchas y discursos, resumiendo el sentimiento de desafección.
El slogan también llegó a simbolizar la ruptura entre la urgencia del impacto del cambio climático, y el ritmo glacial del proceso formal dentro de las Naciones Unidas en la cumbre COP. El planeta ya se ha calentado 1,1 grados centígrados desde tiempos preindustriales, lo cual aumenta la probabilidad de eventos devastadores como las inundaciones alemanas.
Entretanto, las emisiones de dióxido de carbono se dispararon en 2021, y el uso de carbón alcanzó un nuevo máximo histórico. Luego de que las emisiones de CO2 se redujeran 5,8 por ciento en 2020 debido a los cierres por la pandemia, aumentaron un 4,8 por ciento este año, según la agencia internacional de energía. Esa es la dirección opuesta a la necesaria para que el nivel de emisiones se ajuste al acordado en Paris para intentar limitar el calentamiento a un nivel por debajo de 2C, y preferiblemente menos de 1,5C.
El “blah, blah, blah” de Thunberg podría haber llegado para quedarse. Este año, docenas de países se comprometieron a emisiones netas cero – incluyendo algunos retrógrados climáticos como Australia y Arabia Saudita, y otros grandes contaminadores como EEUU. Pero con emisiones aún en aumento, estas promesas corren el riesgo de sonar a palabras vacuas.
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