Melissa Roberts prepara la cena con su hijo. Roberts dejó su trabajo en una empresa de seguros a comienzos de la pandemia y no ha podido conseguir otro trabajo desde entonces. Obtuvo beneficios de desempleo hasta que Mississippi los eliminó en junio 2021, y utilizaba los créditos fiscales para ayudar con los gastos de sus hijos, pero ahora esos también han sido eliminados. FOTO: Washington Post por Andrea Morales

Especial para el Washington PostElliot Haspel

Ser padre en este momento es estar rodeado de crisis. Está la pandemia, por supuesto, pero las políticas anti-familia de Estados Unidos estaban presionando a los padres más allá un punto de ruptura mucho antes del Covid-19. Paralelo a esto, se ha desatado un desastre ecológico en el cual gran cantidad de familias han perdido sus hogares a causa de los tornados e incendios forestales de diciembre, mientras que sus hijos respiran con demasiada frecuencia aire tóxico o beben agua tóxica. Al reconocer el presidente Joe Biden esta semana que su amplio proyecto de ley “Build Back Better” (Reconstruir Mejor) probablemente tendrá que dividirse en partes más pequeñas, los legisladores y activistas deben recordar el panorama general: las históricas inversiones en el cuidado infantil y el cambio climático, incluso si son imperfectas, reducirían el enorme peso que llevan los padres e hijos de la nación a sus espaldas.

La legislación “Build Back Better”, aprobada por la Cámara de Representantes, destina casi $400 mil millones durante seis años para servicios de cuidado infantil y educación preescolar, y suficientes inversiones climáticas para acercarse al objetivo de Biden de reducir las emisiones estadounidenses de carbono a la mitad para 2030. También incluye una continuación del crédito fiscal ampliado por niños, que cada mes entregó $250 ó $300 adicionales por niño en las cuentas bancarias de muchas familias durante gran parte del año pasado, así como una cantidad modesta de licencia familiar pagada. Un escenario cada vez más probable es que sólo los elementos relacionados con la primera infancia y el clima sobrevivan en un paquete de reconciliación a largo plazo bendecido por el senador Joe Manchin (D-WV), mientras que los legisladores intentan aprobar las demás disposiciones a través de procedimientos ordinarios.

Por dolorosa que pueda parecer esa realidad, aún hay esperanza al comprender que existen múltiples vías para ayudar a las familias. Abordar el cuidado infantil y el clima, especialmente si se hace a través de una financiación más permanente, brinda un urgente respiro para luego abordar el crédito fiscal por hijos en el futuro.

Seamos muy claros: una asignación por hijo (y una licencia paga, de la misma manera) es una política beneficiosa en sí misma. Tener un hijo aumenta las demandas presupuestarias de una familia, pero no genera un aumento proporcional en los ingresos. Dado que la sociedad tiene un profundo interés en niños y familias saludables, tiene sentido suavizar el camino financiero para la crianza de los hijos. Esta lógica simple es la razón por la cual tales beneficios son comunes y relativamente poco controvertidos en países de altos ingresos, desde Alemania hasta Japón y Canadá. Los efectos de tales beneficios en la lucha contra la pobreza infantil son bien conocidos. Incluso el experimento breve y pausado de Estados Unidos con beneficios ampliados y totalmente reembolsables rindió grandes dividendos en ese frente.

La prosperidad de una familia, sin embargo, es una ecuación multifacética. La hoja de gastos puede ser incluso más importante que los propios ingresos, al igual que contar con la infraestructura para mantener un empleo remunerado y un entorno físico que promueva la salud y el bienestar. Estar apenas por encima de la línea de pobreza no es el objetivo; prosperar sí lo es.

Considere el cuidado infantil, que, incluido el preescolar y todos los demás servicios de atención infantil, es tanto un apoyo laboral esencial como un servicio educativo que ayuda a sentar las bases para el futuro de un niño. Permitir a los padres, especialmente a las madres, una verdadera elección en sus arreglos de trabajo y cuidado produce grandes beneficios financieros. Una investigación reciente en Europa analizó los efectos a largo plazo de varias políticas familiares en los niveles de pobreza de las madres y descubrió que el cuidado infantil se destacó como “un excelente ejemplo de una política de inversión social que brinda frutos más adelante en el curso de la vida”. También fue la única política estudiada que redujo la brecha de pobreza entre las madres solteras y aquellas con pareja.

En Estados Unidos, sin embargo, el cuidado infantil es cada vez más inasequible e inaccesible. Los costos promedio para el cuidado infantil formal se acercan a los $10.000 por niño al año, y pueden ser significativamente más altos en las principales áreas urbanas. Estas altísimas tarifas tienen consecuencias: El Wall Street Journal informó recientemente sobre una madre de Iowa que “comenzó a trabajar en turnos de 12 horas” y “a veces cena galletas saladas” para poder cubrir los gastos de cuidado de sus dos hijos. El plan aprobado por la Cámara estipula que el cuidado infantil sería gratuito para quienes ganan menos del 75 porciento del ingreso medio del estado donde viven, en Iowa por ejemplo sería $71.000 al año para una familia de cuatro, y reduciría drásticamente el costo para casi todas las demás familias. Los subsidios para niños en edad escolar también verían un impulso significativo. Mientras tanto, el crédito fiscal ampliado por hijos elevaría el beneficio anterior de $2.000 a $3.600 por niño menor de cierta edad.

Además, el propio sistema de cuidado infantil está actualmente fallando en medio de una escasez de personal paralizante y una incapacidad estructural para aumentar la compensación del personal y seguir siendo competitivos como industria. “Build Back Better” resolvería estos defectos fundamentales mediante el desembolso anual de suficiente dinero público para aumentar los salarios y ofrecer a los padres una gran variedad de opciones de cuidado infantil. Entonces, la elección aquí no es entre un mal estatus quo y algo mejor; es una elección entre el colapso total de un sector económico y educativo vital, o el poder contar con uno que realmente funcione.

Puede ser menos obvio entender por qué las inversiones climáticas de “Build Back Better” son igual de importantes para padres e hijos. Pero lo son. Como lo demostró diciembre de manera trágica y brutal, los desastres provocados por el cambio climático amenazan los medios de subsistencia de las familias, y no sólo en las costas azotadas por huracanes. Con los perennes desastres, además de los daños ecológicos más rutinarios causados por las frecuentes olas de calor y las inundaciones, el clima se ha convertido en algo que ya no es un tema más entre muchos. Como ha escrito el futurista del clima Alex Steffen, la crisis planetaria “no es un problema, sino una era”, y agrega que “todos los demás problemas con los cuales estamos luchando están subsumidos en esta realidad general. No hay dónde pararse fuera de ella”.

Dentro de esta era también existe un grave peligro para la infraestructura física de los servicios de cuidado y educación infantil. En 2017, por ejemplo, el huracán Harvey afectó a por lo menos 650 programas de cuidado infantil en la región de Houston y provocó el cierre permanente de más de 50. La pérdida de opciones de cuidado infantil tiene un efecto negativo exponencialmente alto sobre las familias y en las comunidades.

Los niños sufren por todo esto mucho más que los adultos. La Asociación Estadounidense de Psicología señaló en un informe que, “después de los desastres climáticos, los niños suelen mostrar una angustia más profunda que los adultos”. El informe agregó la desgarradora observación de que “algunos niños en edad preescolar que perdieron sus hogares a causa de la poderosa tormenta Sandy desarrollaron fobia a la lluvia, olas y truenos que llegó a niveles de pánico por cosas como meterse en la bañera, ir a la escuela (que temían que pudiera inundarse) o ir a clases de natación”.

Incluso dejando de lado eventos específicos, el clima cambiante plantea amenazas constantes e invisibles para la salud y el desarrollo de los niños. Una investigación recientemente publicada muestra que la fisiología de los niños los hace excepcionalmente vulnerables al calor extremo y concluyó que las enfermedades relacionadas con el calor representaron más de 1 de cada 10 visitas a la sala de emergencias pediátricas entre 2016 y 2018. De manera similar, los expertos tienen claro que cuando se trata de contaminación del aire: empeorada por los incendios forestales y exacerbada por el calor: el “impacto en la salud comienza desde el momento de la concepción. Las toxinas inhaladas por la madre viajan a través de la placenta y afectan el desarrollo fetal. Luego, el daño continúa después del nacimiento: los pulmones de los niños respiran dos o tres veces más rápido que los de los adultos y, a menudo, están más cerca del suelo, donde la contaminación del aire está más concentrada. Los impactos adversos para la salud van desde trastornos del desarrollo neurológico hasta enfermedades como el asma o cánceres infantiles”. Estas amenazas son desproporcionadamente mayores para los niños de color y para los niños de familias de bajos ingresos.

Recordemos, también, que los Republicanos se han mantenido firmemente en contra de la acción sobre el cuidado infantil o el cambio climático. Entonces, si los Demócratas pierden el control del Congreso en las elecciones de mitad de período este año, no actuar significaría desperdiciar el único turno al bate disponible para la nación en quién sabe cuánto tiempo. Retrasar la aprobación de un proyecto de ley “Build Back Better”  – aunque sea diluido – hasta que los Republicanos controlen una o ambas cámaras del Congreso sería para los padres un salto al vacío sin paracaídas.

En líneas generales, está claro que llevar a cabo grandes cambios en cuanto a los servicios de cuidado infantil y a las crisis climáticas haría maravillas para las familias de hoy y para las generaciones futuras. Ya no podemos separar las cuestiones del bienestar infantil o el estrés de los padres de estas dinámicas gemelas. Si bien desmantelar el proyecto de ley “Build Back Better” y, en particular, la eliminación del crédito fiscal ampliado por hijos, son amargas píldoras para tragar; una evaluación sobria y global muestra que las familias aún estarían recibiendo un elixir que necesitan con urgencia. Si hay alguna oportunidad de lograr un acuerdo, la historia exige que los Demócratas la aprovechen.

Información del Autor:

Elliot Haspel es el director de programas de política educativa e investigación de la Fundación Robins en Richmond. Es el autor del libro, “Crawling Behind: America’s Childcare Crisis and How to Fix It” (“Gateando Hacia Atrás: La Crisis del Cuidado Infantil Estadounidense y Cómo Solucionarla”).

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