El presidente Biden durante su conferencia de prensa con motivo de su primer aniversario en la Casa Blanca. FOTO: Washington Post por Demetrius Freeman.
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Edward Luce

Este es el primero de una serie de artículos publicada por nuestros socios del Financial Times en su Informe Especial Mundial 2022.  Los artículos tratan de varios temas domésticos e internacionales en las áreas de salud, economía, relaciones internacionales, y política.  El Tiempo Latino publica algunos de ellos esta semana, traducidos en su totalidad.

En la política, como en la vida, pocas veces hay algo que pueda considerarse un único momento de verdad.  La norma prosaica es que se acumulen una serie de eventos decisivos.  Dicho esto, las elecciones legislativas de medio período en EEUU este año son algo muy cercano a la excepción que confirma la regla.

Si como indican las encuestas, los Demócratas pierden control del Congreso en noviembre, el presidente Joe Biden se encontrará frente a un profundo ajuste de cuentas.  Los Republicanos han dejado claro que utilizarán el poder recuperado para detener su agenda de inmediato.  Pero estarán tentados de ir mucho más allá de eso.

Incitados por Donald Trump, el anterior presidente, los conservadores piensan atar a la Casa Blanca de Biden con investigaciones.  Podrían llegar hasta empezar un proceso de destitución hacia Biden como represalia por los dos intentos infructuosos de los Demócratas contra Trump en 2019 y 2021.  El escenario estaría listo para una revancha existencial Biden – Trump en la elección de 2024.

Ese es el escenario oscuro de Estados Unidos.  Y es también el desenlace más probable.  Una alternativa es que Biden logre revertir si mala fortuna en la primera mitad de 2022 y de una sorpresa en las intermedias.  ¿Cómo podría pasar eso?

Lo principal sería algo que Biden realmente no puede afectar: un cambio de dirección por parte del partido Republicano.  En contra de lo que se esperaba cuando Biden asumió la presidencia, los Republicanos han duplicado su apuesta a favor de ser el partido de Trump y en gran medida han respaldado su queja de que Biden es un presidente ilegítimo.

Lejos de ser una mancha para el historial estadounidense, la insurrección fallida del 6 de enero, 2021, es vista por muchos Republicanos como una protesta legítima frente a una elección robada.  Otros desestiman la irrupción en el Capitolio como una operación de bandera falsa del estado enquistado.  Algunos Republicanos concuerdan con ambas narrativas, la consistencia no es una de las principales características de los conservadores pro-Trump, pero el ansia de poder si lo es.

Biden por tanto tendrá que recabar un enfoque equivalente para revivir las perspectivas de su partido.  Al igual que cuando asumió el cargo, la pandemia es su principal reto.  En algún momento del próximo verano, las muertes estadounidenses por Covid-19 probablemente pasen de 1 millón – un severo indicador de la incapacidad estadounidense para contener el virus.

El expresidente Trump, visto aquí durante una manifestación reciente en Arizona, podría volver a ser el rival de Biden para la presidencia. FOTO: Washington Post por Melina Mara.

Gran parte de la culpa pertenece al cerca de veinte por ciento de estadounidenses elegibles que todavía no se han vacunado y la proporción mucho mayor de la población que no practica el distanciamiento social.  A Biden no se le puede culpar por los actos de gobernadores Republicanos en estados tan grandes como Texas y Florida, los cuales no han permitido que los gobiernos locales impongan un mandato de mascarillas y vacunas.  Tampoco se le puede endilgar las alocadas teorías conspiratorias impulsadas por los antivacunas.

Pero Biden también ha cometido errores. El principal de ellos fue poner todos sus huevos en la canasta de la vacunación.  Una vez claro que muchos estadounidenses no querrían vacunarse, Biden debería haber relanzado la capacidad de pruebas del país.  No lo hizo.  Un año después de llegar a la presidencia, todavía cuesta encontrar un flujo lateral de paquetes de pruebas en farmacias locales.  Otras democracias han logrado asegurar un suministro regular.

Biden también ha sido tibio en proveer vacunas a países de bajos recursos. La variante Ómicron, la cual ha aumentado los casos diarios de Covid a niveles récord, llegó desde Suráfrica.  Otra probablemente surja desde alguna parte del mundo donde no hay vacunas a menos que EEUU y sus socios aumenten el suministro global de ampollas.

Todo esto tiene consecuencias económicas. Hasta que la pandemia esté bajo control, las posibilidades de contener una inflación generada desde el lado de la oferta, va a ser difícil.  Los altos precios minaran el factor de bienestar económico que aumentaría las perspectivas de los Demócratas en las intermedias.

Aparte de mejores medidas para la pandemia, las dos medidad principales que Biden podría tomar para cambiar la narrativa sería lograr su proyecto de ley de gastos Reconstruir Mejor (“Build Back Better” - BBB) de 1,75 millones de millones de dólares (tn en EEUU) y sus dos proyectos de ley de reforma electoral.  Será progresivamente más complejo aprobar estas leyes al acercarse las elecciones de medio períodos, y se sabrá con bastante antelación que se puede lograr.

Pero la capacidad de Biden para tener éxito está limitada.  Con un Senado dividido 50 a 50, debe de alguna forma persuadir a legisladores menos leales – Joe Manchin (D-WV) y Kyrsten Sinema (D-AZ) – que cada una de estas reformas, y las maniobras políticas que se requieren para aprobarlas, son de su interés.

El senador Joe Manchin (D-WV) y la senadora Kyrsten Sinema (D-AZ) son la piedra de tranca que Biden debe destrabar si piensa salvar su presidencia.

Las posibilidades de lograr el BBB siguen siendo razonables, asumiendo que Biden pueda encontrar un monto correcto que Manchin y Sinema puedan aceptar.  Eso podría significar remover el incremento propuesto al crédito fiscal infantil, lo cual alienaría a la izquierda Demócrata.  Pero media barra de pan sería mejor que nada.  Sumado a la ley de infraestructura de $1,2tn aprobada en noviembre, un BBB de $1 a 1,2tn aumentaría el crecimiento y el efectivo en los bolsillos de la clase media.

Aprobar las leyes electorales (Freedom to Vote Act y John Lewis Voting Rights Advancement Act) será más complicado, pero es mucho más importante para el futuro de la república.  Juntas, estas legislaciones buscan detener esfuerzos en estados Republicanos por lograr restricciones al voto.  Su aprobación bajo las reglas del filibustero del Senado requiere al menos 60 de los 100 votos – a menos que Demócratas moderados como Manchin y Sinema puedan persuadirse de eliminar o suspender dichas reglas.  Pero tanto uno como la otra han dicho que se oponen a tácticas tan radicales.

Con un Senado trancado, y una minoría importante de votantes – de hecho una mayoría entre Republicanos – que creen que la elección presidencial de 2020 fue amañada, la democracia de EEUU permanece en caos un año después de la insurrección del Capitolio.  No hay que ser muy imaginativo para ver a Trump regresando al poder en 2025 ayudado por el tinglado de leyes de restricción al voto aprobadas en estados Republicanos.

Si eso ocurre, tendrá 78 años y se convertirá por pocos meses en la persona de mayor edad en asumir la presidencia.  Por ahora, sin embargo, esa distinción pertenece a Biden.  Dos semanas después de las elecciones intermedias, será el primer presidente en funciones en la historia de EEUU que cumpla ochenta años.  El destino de la democracia de EEUU dependerá parcialmente en la capacidad que tenga su anciano líder para inyectar un sentido renovado de vigor a su gobierno.

Derechos de Autor - The Financial Times Limited 2021.

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