La Junta Editorial – Financial Times
¿Qué está ocurriendo con la fuerza laboral de Estados Unidos? La pregunta circula no sólo debido a los aumentos salariales que forman parte importante del relato inflacionario en EEUU, pero también debido a los millones de estadounidenses que han dejado sus puestos de trabajo desde comienzos de la pandemia. La “gran renuncia” tocó su cima en noviembre, cuando 4,5 millones de personas – la mayor cifra desde el año 2000 - dejaron sus trabajos aun cuando ya había un exceso de vacantes.
Este fenómeno no es particular a Estados Unidos. El movimiento de los “tumbados” en China, en el cual gente joven le da la espalda a la rutina diaria, está cobrando popularidad. En Japón, conocido por sus largas horas laborables, el gobierno ha propuesto una semana de trabajo de cuatro días. Una encuesta reciente de Microsoft determinó que un 41 por ciento de la fuerza laboral global está considerando renunciar. Las razones van desde agotamiento digital debido al Covid-19, hasta un sentido de aislamiento y perdida de interconexión humana.
Pero el mercado laboral estadounidense está más tenso que muchos otros, y parece destinado a seguir así por algún tiempo. La participación en la fuerza laboral de EEUU declinó más que ninguna otra economía avanzada y se mantiene deprimida en términos relativos. Por tanto, las empresas enfrentan mayor competencia para reclutar empleados, y los costos salariales unitarios están aumentando fuertemente en comparación con la tendencia de las cifras antes del Covid; comparativamente que en otros países ricos, esos costos están disminuyendo.
Parte de esto puede ser resultado de la manera en la cual EEUU decidió manejar la pandemia. Mientras que los europeos protegieron trabajos, Estados Unidos protegió el crecimiento. En la cumbre de la pandemia, Alemania, el Reino Unido, Francia, Italia y España apoyaron unos 32 millones de trabajo vía programas de asueto temporal. EEUU permitió que las empresas cesaran a quienes quisieran y les dio cheques a los desempleados. Pero esto significó que las empresas tuvieron que luchar para reemplazar rápidamente a los empleados a medida que la economía regresó a ritmo acelerado, particularmente en los sectores de servicios, tan golpeados inicialmente. Esa rotación, junto con los pagos de desempleo por la pandemia, proveyó a millones de trabajadores con una palanca que nunca habían tenido.
Los trabajos en ocio, hospitalidad y restaurantes tienen la mayor rotación. Según informó recientemente el FMI, muchos empleados en estos sectores simplemente no quieren regresar a trabajos en los cuales se les pagaba poco por trabajar de más. Otros están apalancándose en lo ajustado del mercado laboral para buscar mejores puestos a medida que las empresas pagan mejore salarios e incluyen beneficios más amplios para atraer personal.
Datos de la sucursal de la Fed en Atlanta indican que los trabajadores que cambiaron de empleo entre agosto y octubre del año pasado recibieron aumentos salariales en promedio de 5,1 por ciento, en comparación a un aumento de 3,7 por ciento para quienes siguen donde estaban. Si bien gran parte de la rotación es en trabajos de menor nivel, a medida que suben esos salarios, se hace presión sobre los salarios superiores y eso podría incentivar otra ronda de movilidad laboral.
Es pronto para decir si la gran renuncia terminará al superarse los desajustes económicos de la pandemia, o si es el prolegómeno de un giro existencial en los mercados laborales. Vale resaltar, sin embargo, que la Generación Z parece particularmente desafecta. La encuesta de Microsoft determine que los trabajadores más jóvenes están menos comprometidos con sus trabajos, y con traer nuevas ideas a la mesa. Cerca de 60 por ciento de participantes de la Gen-Z contestaron que “tienen dificultades” en su trabajo.
Parte de esto quizás se resuelva con el regreso a los contactos directos en las oficinas. Pero hay un sentido creciente de que los estadounidenses están repensando el balance entre trabajo y vida personal. Esto podría promover llamados para crear redes de seguridad social generosas, al estilo europeo.
Some of this may resolve with a return to the connections of the office. But there is a growing sense that Americans are rethinking their work-life balance. This will probably fuel calls for generous European-style social safety-nets. It will also favour companies that find the right mix of hybrid work arrangements, offering security and flexibility. Capital has dominated labour for half a century. But the tables are turning. Employers, take note.
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