Las banderas de la Unión Europea (UE) a las afueras del Banco Central Europeo en Fráncfort, Alemania. FOTO: Bloomberg por Alex Kraus.
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La UE ha pasado de tomar medidas graduales a una revisión profunda de la amenaza a su región este.

A principios de la semana pasada, los líderes de la UE aún se aferraban a la esperanza de disuadir al presidente ruso Vladimir Putin de la idea de lanzar un amplio ataque militar contra Ucrania.

Cuando el presidente francés Emmanuel Macron informó sobre sus últimas conversaciones con Putin, confiaba en la vía diplomática.  La UE impuso sanciones a algunas personas más por la guerra en Donbás liderada por Rusia.  Asimismo, Alemania siguió resistiéndose a enviar armas a Ucrania.

Era el tipo de respuesta vacilante que los críticos de la UE esperaban, a pesar de sus aspiraciones de convertirse en una potencia geopolítica.

Sin embargo, siete días después, el panorama estratégico de Europa se ha transformado.  Se debió a un trascendental giro en la política de Berlín, que prometió aumentar el gasto en defensa, abandonó su resistencia a armar a Kiev, aprobó sanciones financieras perjudiciales para Moscú y se embarcó en una costosa campaña para reducir su dependencia energética de Rusia.

Las ilusiones de la UE sobre la naturaleza de la amenaza rusa para Europa se han desmoronado. Donde antes las capitales europeas favorecían el diálogo, han recurrido a la disuasión.  El compromiso con Rusia se ha convertido en aislamiento al cortarse los lazos comerciales, culturales y deportivos.  El cambio se ha producido con una rapidez pasmosa, aunque ello sea en respuesta a la decisión de Rusia de lanzar la mayor ofensiva militar en Europa desde la batalla de Berlín en 1945.

No mucho tiempo atrás las capitales europeas dialogaban sobre la necesidad de un Fondo Europeo de Paz para proporcionar armas a terceros países.  Ahora Josep Borrell, responsable de la política exterior de la UE, ha destinado €450 millones para armar a Ucrania, incluso con aviones de combate.

“El paradigma ha cambiado. Todo ha cambiado. Ya nadie se cuestiona dónde estamos”, dijo Nathalie Tocci, directora del Instituto de Asuntos Internacionales de Italia. “No es solo la guerra en Europa, es la guerra contra Europa”.

Michel Duclos, exdiplomático francés y asesor del centro de estudios Institut Montaigne, dijo que Alemania, Francia, Italia e incluso en cierta medida el Reino Unido, hasta el envenenamiento de Sergei Skripal en 2018 en suelo británico por agentes rusos, no reconocían que Moscú se estaba volviendo más agresivo.  Su evaluación se basaba en la idea dominante de que Rusia se sentía amenazada por la ampliación de la OTAN, dijo.

“Nuestros líderes descubrieron con horror que el problema para Putin no era la seguridad de Rusia, sino su necesidad de recuperar las tierras ucranianas”, dijo Duclos.  “Cuando habló de la ‘desnazificación’ y de la limpieza de Ucrania, no era el antiguo Putin.  Era un Putin dispuesto a arriesgarlo todo para satisfacer su imperativo etnográfico-nacionalista”.

Las ilusiones sobre Rusia eran tan grandes en Alemania, dijo Jana Puglierin, directora del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores en Berlín, que la agresión de Putin provocó un cambio tectónico en el pensamiento alemán.

“El público alemán ha despertado por fin”, dijo Puglierin.

Durante décadas, la política alemana se ha guiado por dos ideas preconcebidas: que Rusia podía convertirse en un socio responsable en materia de seguridad en Europa y que el diálogo y el compromiso, especialmente a través del comercio, eran más eficaces que la disuasión.  Estas se han puesto pastas arriba prácticamente de la noche a la mañana.

“Con el ataque a Ucrania, Putin no solo busca borrar del mapa a un país independiente”, dijo el domingo el canciller alemán Olaf Scholz en el Bundestag, al hace añicos la doctrina antimilitarista de la política exterior alemana de la posguerra. “Está demoliendo el orden de seguridad europeo que había prevalecido durante casi medio siglo”.

Mientras que la semana pasada Alemania seguía dando largas a la exclusión de Rusia del sistema mundial de pagos Swift, el fin de semana se sumó a las sanciones occidentales contra el banco central ruso, destinadas a desestabilizar el sistema financiero del país, en una escalada de la guerra económica.

Durante años, la UE ha intentado evitar las sanciones que perjudican a los rusos de a pie.  Ahora Occidente quiere acabar con sus ahorros y aislarlos del resto del mundo.  Los rusos no son bienvenidos. El espacio aéreo europeo está prácticamente cerrado a los aviones rusos.  Suspendieron a los equipos de fútbol rusos de los partidos internacionales y de las torneos de clubes.

El objetivo parece ser que los rusos de a pie entiendan las consecuencias de la guerra de Putin, más que de la “operación militar especial” en Donbás que él todavía pretende que sea.

La crisis también ha acercado a los miembros de la UE en formas que parecían inimaginables hace unos pocos meses.  Las capitales de la UE han coordinado su política de acogida de refugiados ucranianos, un enfoque conjunto que se echó mucho de menos durante la crisis migratoria de 2015-16.  Incluso el húngaro Viktor Orban, que ha mantenido estrechos lazos con el Kremlin, ha apoyado la imposición de duras sanciones, afirmando que es hora de que la UE muestre “compostura estratégica”.  Mientras tanto, la Gran Bretaña post Brexit ha reanudado la cooperación con la Comisión Europea.

Pierre Vimont, miembro del think-tank Carnegie Europe y ex diplomático de la UE que actuó como enviado especial de Macron al Kremlin, dijo que a largo plazo una nueva relación con Rusia “tendría que construirse sobre el orden de seguridad que se está desmoronando”.

“Simplemente no podemos esperar que devolveremos a Rusia tras sus fronteras y que el tema de Rusia desaparezca”.  Pero ahora es el momento de que Europa “muestre su fuerza y demuestre que está con Ucrania”, dijo.  “Son pasos de gigante (para Europa). No creo que haya vuelta atrás”.

Ben Hall, editor para Europa

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