La violencia sexual es demasiado común para las mujeres: Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés), más de 1 de cada 3 experimentan contactos sexuales no deseados a lo largo de su vida.
Las consecuencias para la salud mental de los abusos sexuales, las violaciones y el acoso son ampliamente reconocidas.
Pero hay otro riesgo potencial para las mujeres: la hipertensión arterial.
Una nueva investigación sugiere que 1 de cada 5 mujeres que sufren violencia sexual desarrollará hipertensión arterial en los siete años siguientes al incidente, y que el riesgo aumenta para quienes sufren tanto agresión como acoso.
Para un estudio publicado en la revista Journal of the American Heart Association, un equipo nacional de investigadores analizó los datos del ya establecido Estudio de Salud de las Enfermeras, que ha dado seguimiento a 115.000 mujeres desde 1989.
El 23% de ellas declaró haber sido agredida sexualmente, y el 12% acosada sexualmente; mientras que un 6% había sufrido ambas cosas.
Alrededor del 21% de las mujeres que sufrieron un incidente de violencia o acoso sexual desarrollaron hipertensión arterial en un plazo de siete años.
Cuando los investigadores compararon a las mujeres con antecedentes de violencia sexual con las que no habían sufrido tales acontecimientos, descubrieron que eran más propensas a desarrollar hipertensión. El nexo se mantuvo incluso después de que los investigadores tuvieran en cuenta factores como el nivel socioeconómico, la educación y la actividad física.
Aunque la mayoría de las personas no presentan síntomas físicos de la hipertensión, ésta puede causar estragos en el organismo, endureciendo las arterias y disminuyendo el flujo de oxígeno y sangre al corazón. Se asocia a los accidentes cerebrovasculares, a las enfermedades renales, a una mala función cognitiva y a otros problemas de salud.
Los investigadores afirman que los antecedentes de traumatismo sexual podrían considerarse un factor de riesgo de enfermedad cardiovascular, y que las preguntas sobre esos antecedentes podrían ser útiles para orientar las conductas de salud en dichas mujeres.
Las personas que han sido acosadas o agredidas sexualmente son más propensas a tener obesidad o a fumar, lo que podría ser resultado del estrés relacionado con la violencia sexual, escriben. Los investigadores afirman que el cribado de estos comportamientos también podría ayudar a reducir la probabilidad de padecer hipertensión arterial.
The Washington Post - Erin Blakemore
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