El paro en las Grandes Ligas no termina. Al contrario, el conflicto parece haber hecho crisis esta semana, con la cancelación de los primeros juegos de la temporada regular, ante la falta de acuerdo entre la MLB y la Asociación de Jugadores.
La situación es absurda para una parte importante de la fanaticada, que no entiende cómo puede existir descontento entre privilegiados a quienes pagan millones por jugar beisbol.
La discusión, sin embargo, van mucho más allá de lo que puede expresarse con frases simplistas. Hay muchas cosas en juego, algunas muy técnicas y que obligan a hacer un repaso para entender las claves de este impasse.
POSICIONES ENCONTRADAS
Las posiciones están encontradas por buenos motivos.
Los dueños de equipos dicen que los últimos años han sido difíciles para ellos, en el aspecto financiero. No es cierto. Más allá de las pérdidas ocasionadas por la temporada recortada de 2020, las ganancias de la MLB han crecido de forma exponencial especialmente en la última década.
El sistema, claro, necesita de ese auge para que los peloteros puedan mantener el estatus de estrellas del espectáculo que disfrutan.
Sus ganancias, sin embargo, no han crecido al ritmo en que han crecido las entradas de los clubes. Es lo que se desprende al cruzar la data que manejan, por ejemplo, la revista Forbes y Spotrac.com. El salario medio ha caído ligeramente y también el tiempo de servicio promedio en la Gran Carpa.
Algunos lo ven como una lucha de milmillonarios contra millonarios. Pero los protagonistas del espectáculo exijen que su nivel de ingresos crezca al mismo ritmo que han crecido los ingresos de los propietarios.
LOS QUE GANAN MENOS
La MLB propone un incremento superior al 30 por ciento en el salario mínimo. Ofrecen 700.000 dólares para 2022, con incrementos de 10.000 dólares anuales en el resto del quinquenio.
El gremio exige 725.000 para empezar, con aumentos de 20.000 al año hasta 2026.
¿Por qué este es un punto crucial?
Los jugadores se quejan porque una gran mayoría no tiene poder de negociación ante los equipos. Más de 50 por ciento de ellos tiene menos de tres años de servicio. No pueden declararse agentes libres ni ir al arbitraje. Muchos ponen números estelares, pero reciben poco más del sueldo mínimo (que fue de 562.500 dólares en 2021).
Por esto se planteó la creación de un fondo que permita pagar bonos a esos reclutas cada final de campaña.
Hay un detalle adicional, que refuerza cuán importante es este asunto para el sindicato: el promedio de edad para quienes llegan al Big Show se ha elevado. Ahora empiezan a cobrar más cuando son más viejos y tienen menos tiempo para lograr grandes acuerdos.
El grupo representado por el comisionado Rob Manfred ofrece 30 millones de dólares para repartir en forma de bonos o premios entre esos que poseen menos experiencia. La MLBPA se paró firme en 85 millones.
Estos dos aspectos que tanto afectan a los no elegibles para el arbitraje son de importancia capital, porque, a fin de cuentas, se trata de una mayoría absoluta de los agremiados. Los Max Scherzer y Mike Trout son una pequeña minoría en la asociación.
COMPETITIVIDAD Y “TOPE SALARIAL”
Los peloteros hablan constantemente de echar las bases que fomenten la competitividad. No quieren más equipos de esos que pierden ex profeso para así ganar el derecho de escoger a los mejores prospectos del año siguiente en el Draft Colegial.
Esos clubes diseñados desde la gerencia para perder muchos juegos, como los Astros de Houston a comienzos de la década pasada, o los Orioles de Baltimore del presente, molestan a la unión, porque invierten menos dinero en sus nóminas.
Las pérdidas económicas que podrían sufrir esas organizaciones se compensan con el reparto de ganancias de mercados grandes a mercados pequeños, acusan los jugadores. Es el revenue sharing.
En paralelo está el CBT, el impuesto al balance competitivo, que es la forma que tiempo atrás encontró la MLB para implantar un oficioso tope salarial.
El tax funciona así: toda escuadra que supere la cifra tope acordada (220 millones de dólares en salarios totales, según la última propuesta de los dueños) debe pagar por ello un porcentaje que va creciendo, según vaya creciendo también el exceso en que incurra esa novena.
En dos platos, si una oficina decide contratar jugadores por 250 millones de dólares, tendrá que pagar un impuesto adicional por ese exceso de 30 millones, lo que aumenta de forma importante sus egresos.
Esa es una de las razones por la que casi ningún club alcanza la cifra máxima. Actualmente, según Spotrac.com, únicamente tres superan los 200 millones.
Si hay elencos dispuestos a invertir poco, porque saben que van a perder; y los más ricos tienen un techo para pagar salarios, hay menos dinero en el mercado. Es por eso que ambos aspectos importan tanto a la asociación. Pero, al mismo tiempo, el revenue sharing y el CBT han sido claves en la estupenda salud que gozan las arcas de la Gran Carpa.
TIEMPO DE SERVICIO
Hay que ir atrás para entender en parte la molestia acumulada en la MLBPA. Los últimos contratos colectivos echaron las bases del actual sistema.
No pocos analistas consideran que las Ligas Mayores sacaron mejor partido con cláusulas como las ofertas calificadas a los agentes libres y cimentar otras como los picks de compensación o castigo en el Draft Colegial.
Pero nada ha molestado más a los miembros del sindicato que la manipulación del tiempo de servicio.
Grandes talentos, desde Ronald Acuña hasta Kris Bryant, han sido llamados a las Grandes Ligas por primera vez después de tres o cuatro semanas de acción en su torneo bautismal. Es un mecanismo cada vez más repetido por las gerencias, que de esa manera ganan un año completo de control sobre sus piezas jóvenes más cotizadas.
Es algo capital. Para los afectados implica que, en la hechos, van a necesitar siete años para declararse en libertad y poder negociar sin trabas un salario justo.
Esto se une a estudios estadísticos que han convencido a los propietarios de que es mejor llamar a los nuevos bigleaguers cuando están más cerca de la edad ideal para alcanzar su máximo rendimiento, lo que explica que sean subidos más tarde, en promedio.
Todo eso permite pagar con sueldos cercanos al salario mínimo algunos de los mejores años de esas noveles estrellas. Y es otra forma de controlar los ingresos de los jugadores.
JUEGOS CANCELADOS Y PLAYOFFS
Hay otros aspectos claves para entender las entrelíneas del conflicto.
Un jugador profesional no cobra salario en el Spring Training ni en los playoffs. Su contrato se paga en los seis meses que dura la temporada regular. En los entrenamientos primaverales solo recibe viáticos. En postemporada percibe los bonos que se acuerden con los equipos.
Las mayores ganancias de las Grandes Ligas, hoy, como corporación, ocurren en los playoffs. Por eso los propietarios quieren aumentar a 14 el número de participantes en la recta final.
Los peloteros, por otra parte, no cobrarán por los juegos cancelados, dicen sus patronos. Eso, por ahora, representa una semana de pérdidas para todos. Recordemos que sus salarios se dividen en 24 partes, entre abril y septiembre, y una de esas 24 partes ya se da por perdida.
En paralelo, esos siete días perdidos son siete días menos de servicio para ellos. Si el paro devora un mes del calendario, muchos jugadores perderán un año de antigüedad y puede que lleguen más tarde al arbitraje o la libre agencia.
Por eso a los dueños importa tanto aumentar la cantidad de participantes en la postemporada. Por eso a los peloteros afecta tanto cada serie cancelada. Y por eso ambos asuntos son también cruciales bazas de negociación.