La escala y la velocidad de la interconexión global aceleran el ritmo de los conflictos armados, no los sustituyen.
El autor británico Norman Angell postuló en 1910 que la guerra había quedado obsoleta debido a la interdependencia económica entre los países. Más recientemente, estudiosos de la política como Robert Keohane y Joseph Nye han presentado argumentos indicando que las "redes de interdependencia" globales tendrían un efecto pacificador. Hace un siglo, esas redes incluían los barcos de vapor, los ferrocarriles y el sistema telegráfico. Hoy en día, incluyen los mercados financieros, las cadenas de suministro multinacionales y la Internet.
Pero como estamos viendo actualmente en Ucrania, la guerra sigue estando muy presente, y se libra no sólo con armas y bombas, sino con herramientas económicas. Merece la pena preguntarse si realmente estamos en una época nueva y diferente, de redes militarizadas en lugar de pacificadoras. Este concepto fue planteado por Henry Farrell y Abraham Newman en un documento de 2019 – Imperio Subterráneo - que está por publicarse como libro. En él, los académicos abordan las maneras en las cuales el efecto red crea herramientas y también riesgos para los actores del sector público y privado en el siglo XXI.
La invasión rusa de Ucrania ya está demostrando cómo se desarrollan sus teorías. Por un lado, "la globalización ha transformado el orden liberal", como escriben los autores. Lo ha hecho "alejando la acción de las negociaciones multilaterales entre estados y acercándola a las redes de actores privados". Piense en que Elon Musk está reforzando Internet en Ucrania con su sistema Starlink, que Google y Meta cortan la publicidad política rusa y los medios de comunicación estatales o en la forma en que decenas de "piratas activistas" individuales de todo el mundo están ayudando a Ucrania a través de la guerra digital.
Por otro lado, como me dijo Farrell la semana pasada, "las redes también pueden magnificar el poder del Estado" — vea cómo Europa y Estados Unidos han utilizado el sistema Swift y las sanciones financieras para paralizar la economía rusa. Ese esfuerzo puede crear a su vez su propio efecto red, a medida que los países se dan cuenta de que sus tenencias de divisas podrían convertirse en una especie de bomba financiera suicida. El desplome del rublo ilustra el poderío de las redes financieras occidentales, pero también puede acelerar el giro hacia el mundo post-dólar que naciones como China quieren crear para combatir ese poder.
La lección que yo sacaría de todo esto no es, lamentablemente, que la guerra sea obsoleta. Más bien es crucial controlar las redes clave — ya sean los sistemas de pago, las narrativas de las redes sociales, las cadenas de suministro o los gasoductos — para tener una esperanza de sobrevivir en la era de la interdependencia militarizada.
También diría que la escala y la velocidad de las redes interconectadas por la tecnología están acelerando el ritmo de los conflictos armados cuando se producen, no los está sustituyendo. Lo que ha ocurrido en los últimos días en Ucrania habría llevado semanas o meses en el pasado. La complejidad de la guerra ha aumentado al poner en los mismos campos de batalla a entidades públicas y privadas. Las empresas, las comunidades, las monedas y los países son ahora nodos de la red. Pueden cooperar, pero también pueden competir.
¿Qué significa todo esto para la guerra actual? Para empezar, los resultados son menos predecibles. Las redes privadas pueden amplificar el poder del Estado, pero también pueden desviarlo cuando les convenga. Consideremos cómo las plataformas de las grandes empresas tecnológicas han suprimido selectivamente la desinformación rusa, pero no han cerrado sus redes en Rusia, como muchos legisladores les han pedido.
El efecto red también podría ser difícil de eliminar. Las sanciones siempre tardan mucho en removerse, pero podría ser aún más difícil reintegrar a Rusia en un sistema global altamente interconectado una vez que se ha retirado.
La complejidad de la red aumenta la inestabilidad. A medida que se desarrollen las consecuencias financieras de las sanciones rusas, podríamos ver problemas en la balanza de pagos que provoquen trastornos inesperados en sitios imprevistos. Pensemos en todo el riesgo de contraparte fijado en petrodólares o eurodólares, y en las interrupciones que se están produciendo no sólo en los mercados de materias primas, sino también en las cadenas de suministro (algunas fábricas de automóviles en Europa cerraron la semana pasada porque no podían conseguir piezas ucranianas).
La conectividad sin precedentes de la red entre los sectores público y privado también hará que haya una larga estela de riesgo y recompensa. El yuan chino puede beneficiarse de una des-dolarización, por ejemplo. Pero los planes de Pekín de construir una red ferroviaria euroasiática a través de Rusia ya no parecen tan viables.
Muchos han calificado la guerra de Ucrania como un conflicto al estilo del siglo XX. Nada de eso. Si bien la política de las grandes potencias es ciertamente el centro de atención, los escenarios y las herramientas de la guerra han evolucionado. Se suponía que los mercados globalizados, con toda su "eficiencia", harían que los conflictos fueran menos probables o, al menos, menos eficaces. Se podría argumentar, dado que Rusia probablemente terminará esta guerra como un paria global y posiblemente como un estado vasallo de China, que esto ya está sucediendo.
Pero la idea de que los países con un McDonald's nunca entran en guerra entre sí dejó de funcionar en el momento en el cual Yugoslavia se desmoronó y la OTAN bombardeó Serbia. Ciertamente, la proliferación de la comida rápida estadounidense no ha impedido que se deterioren las relaciones entre Occidente y Rusia o China.
La guerra en Ucrania, por su parte, nos muestra que la interconectividad funciona de muchas maneras diferentes. Puede amplificar el poder (como lo han hecho las sanciones globales unificadas). Puede aumentar o disminuir la fragilidad (los mercados energéticos ilustran ambas cosas). Pero la interdependencia vital no disminuirá los conflictos. Me temo que la guerra es simplemente parte de la naturaleza humana. Sin embargo, los resultados de ir a una batalla podrían haberse hecho más difíciles de predecir.
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