En días recientes el presidente Putin ha intentado dar una imagen de normalidad dentro de su país, en el cual los medios han transmitido únicamente la historia oficial, manteniendo a la población desinformada sobre la realidad de la guerra en Ucrania. FOTO: EFE/EPA/MIKHAEL KLIMENTYEV/SPUTNIK/KREMLIN POOL / POOL.
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La mayoría de los rusos obtienen sus noticias a través de los medios oficiales de comunicación.

En el universo informativo paralelo en el cual residen ahora muchos rusos, el Kremlin está librando una “misión militar especial” en Ucrania por gente como “Semyon Vasilievich”.

En medio de la represión a la libertad de expresión en Rusia luego de la invasión, las noticias que fluyen libremente provienen de los medios pro-Kremlin, entre ellos el Komsomolskaya Pravda, el cual el fin de semana dio a conocer a sus compatriotas la historia de Vasilievich.  Descrito por el tabloide como un anciano discapacitado que vive en una aldea del este de Ucrania, Vasilievich se habría apoyado en su “muleta” y habría llorado “lágrimas de alegría” al ver a las fuerzas rusas acercarse.

Vasilievich, continúa el comunicado, había sufrido dos derrames cerebrales.  Pero eso no fue suficiente para detener la mano de las “bestias” nacionalistas ucranianas que no solo lo golpearon a él, sino también a su madre, aún más anciana.  A continuación, Vasilievich revela un secreto a los lectores rusos: los pueblos del este de Ucrania votaron de forma encubierta en 2014 y se decantaron mayoritariamente por la secesión de Kiev.

El cuento continúa.  Las más de 2.000 papeletas, escribe el tabloide, estuvieron enterradas durante mucho tiempo en su jardín, dentro de viejos “macetas de esmalte soviéticas”. Hasta la semana pasada, cuando Vasilievich tomó dramáticamente una pala con “su brazo bueno” y desenterró con orgullo los resultados para el medio ruso.

“Es más fácil respirar” luego de la llegada de los “liberadores” rusos, según el tabloide moscovita.

Mientras sus cohetes llueven sobre Ucrania, el presidente ruso Vladimir Putin está inmerso en otra guerra en su país: una empeñada en el control total de la opinión pública.

Leer o ver la cobertura nacional manipuladora del asalto a Ucrania es entrar a través de un espejo en un mundo propagandístico de héroes rusos y villanos nacionalistas ucranianos. El elenco de personajes parece servir para un propósito: la creación de una narrativa de la guerra para los rusos construida sobre la narrativa preferida -aunque falsa- de Putin.

Hay algunos indicios de que podría funcionar.  Las encuestas respaldadas por el gobierno que muestran una alta aprobación pública de la guerra en Ucrania pueden ser, como mínimo, poco fiables.  Sin embargo, anecdóticamente, los ucranianos han contado historias de familiares en Rusia que expresan una profunda incredulidad sobre la verdad en el terreno, diciendo en cambio que no hay bombardeos en Kiev o que las fuerzas rusas “están allí ayudando a la gente”.

No obstante, una encuesta telefónica realizada la semana pasada por un grupo de organizaciones independientes de investigación mostró un apoyo inusualmente modesto a la guerra de Putin entre los 1.640 encuestados, con un 58 por ciento que la apoyaba mucho o algo y un 23 por ciento que se oponía. El resto no se comprometió o no dio su opinión. El apoyo entre los jóvenes rusos fue especialmente débil.

Eso está muy lejos del 91 por ciento de apoyo público a su anexión de Crimea y sugiere posibles problemas para el Kremlin a medida que las sanciones se hacen sentir y si la guerra se prolonga.

Aún así tampoco es un rechazo rotundo, todavía.

Como señaló el New Yorker, la gran mayoría de los rusos consumen sus noticias a través de los medios de comunicación oficiales, especialmente la televisión, que está minimizando la violencia y las víctimas del conflicto.  Al mismo tiempo, la televisión rusa está presentando un conjunto orwelliano de los esfuerzos de Moscú para “restaurar la paz” en una nación hermana y alimentando el complejo de persecución ruso sobre la agresión occidental.  La naturaleza de la población rusa, relativamente mayor y más pobre, limita el acceso a las noticias de Internet y el interés por ellas.  Debido al empeoramiento de la censura estatal y el bloqueo de sitios extranjeros, es poco probable que los rusos encuentren narrativas muy diferentes en la web de todos modos.

En Rusia, la verdad es cada vez más difícil de encontrar, ya que las penas por decirla son cada vez mayores. Una draconiana ley de “noticias falsas” firmada por Putin el pasado viernes criminaliza la contradicción de la línea oficial del Kremlin sobre una guerra que Putin insiste en que ni siquiera es una guerra, y el mero hecho de describirla como tal en Rusia puede ahora valer una condena de 15 años de cárcel. El endurecimiento de las restricciones obliga a algunos de los pocos medios de comunicación independientes que quedan en Rusia a cerrar o suspender su actividad, al tiempo que el Kremlin ha restringido el acceso a sitios web y redes sociales con sede en el extranjero, incluido Facebook.

Los padres rusos han recibido avisos de las escuelas, advirtiéndoles que vigilen a sus hijos en las redes sociales, especialmente cuando puedan sentirse tentados a mostrar un sentimiento antigubernamental.  Entre los grados del siete al once de las escuelas de toda Rusia, los niños están recibiendo sesiones especiales que refuerzan la línea oficial del gobierno sobre la “operación especial” de Ucrania.

Ocurre en un momento en el cual un gran segmento del pueblo ruso, dicen los observadores, se ha convertido en participante voluntario de su propio adoctrinamiento, eligiendo informarse a través de los medios de comunicación estatales a pesar de tener acceso en los últimos años a un periodismo independiente y crítico.

¿Por qué? Anton Shirikov, investigador de desinformación de la Universidad de Wisconsin en Madison, sostiene en un artículo publicado en el Washington Post que se debe en parte a que los propagandistas rusos son muy buenos: entienden a su público y saben cómo hacer que sus historias sean atractivas mediante detalles “dramáticos y entretenidos”.  Al igual que los partidarios de Trump en EEUU, los simpatizantes de Putin son un blanco particularmente fácil: ansiosos por consumir información, o desinformación, que refuerce su visión del mundo.  Los rusos también han recibido una ayuda importante de la derecha estadounidense.  La televisión rusa ha reproducido repetidamente clips traducidos del presentador de Fox News, Tucker Carlson, diciendo que Ucrania “no es una democracia” y calificándola de “estado cliente de la administración Biden”.

“Hay grandes ciudades, Moscú y San Petersburgo, con muchos estudiantes, intelectuales y gente conectada con el mundo exterior.  No obstante, incluso allí, mucha gente está aceptando la narrativa del gobierno.  Incluso los jóvenes dirán: ‘No nos gusta la guerra, pero es algo que tenemos que hacer'”, me dijo Lukas Andriukaitis, experto en propaganda y desinformación rusa del Laboratorio de Investigación Forense Digital del Atlantic Council.

Continuó: “Y esos son los lugares más liberales de Rusia. En las ciudades más pequeñas, donde la Internet no es común y la gente no ha oído nada más que la propaganda de Putin durante años, la situación es peor”.

Las protestas contra la guerra han estallado en las principales ciudades rusas.  Sin embargo, no han alcanzado masa crítica.  Eso puede cambiar si las bajas rusas son numerosas y si las sanciones hacen que la economía se tambalee aún más.  Aun así, si los manuales de juego de lugares como Venezuela -que también sufrió duras sanciones de EEUU- sirven de guía, la respuesta será más represión oficial y una población más empobrecida que, luego de un fugaz periodo de desobediencia civil, está mayormente bajo control.

Mientras tanto, la guerra podría acabar reforzando el control de Putin sobre la información. La tecnología de censura de Internet en Rusia es cada vez más avanzada y las medidas del Kremlin para bloquear sitios internacionales, junto con la retirada del país de algunas empresas tecnológicas extranjeras, podrían crear una población rusa menos conectada globalmente.

Rusia es un testimonio de la manera en la cual los autoritarios pueden escenificar una narrativa.  La ciudad ucraniana de Mariupol está sufriendo un terrible asedio por parte de las fuerzas rusas, que según las autoridades ucranianas han obstaculizado los intentos para establecer un corredor humanitario.  No obstante, en el diario pro-Putin Izvestia, indican que fueron los nacionalistas ucranianos quienes dispararon a los civiles que intentaban huir de la ciudad.

Avivando la teoría del Kremlin de que Kiev es una amenaza para la seguridad, el medio cita también a un “experto militar” que advierte sobre la facilidad con la cual Ucrania podría “conseguir sus propias armas nucleares en el corto plazo”.

La semana pasada, las tropas rusas ocuparon la mayor central nuclear de Ucrania después de que su asalto provocara un incendio que hizo temer un nuevo desastre similar al de Chernóbil.  Aun así, la cadena estatal rusa Rossiya 1 cita a Putin sin filtro, confirmando al público que el desafortunado incendio lo provocaron imprudentes “saboteadores ucranianos”.

“Lo que se vería en la televisión rusa en estos momentos es un enfoque sobre cómo la misión se está desarrollando según el plan, las fuerzas armadas ucranianas están dejando las armas y abandonando voluntariamente el campo de batalla, además de que las fuerzas rusas han liberado ciertas ciudades”, me dijo Andrew Lohsen, un experto en Rusia del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales.  “La información está muy controlada”.

The Washington PostAnthony Faiola

Lea el artículo original aquí.

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