Asuntos como la educación y la delincuencia tienen un matiz diferente en la California de la izquierda
La semana pasada hablábamos sobre si San Francisco mantendrá su lugar como el centro tecnológico por excelencia después de la pandemia. (Yo creo que sí, aunque espero que otras ciudades beneficien del sector). Sin embargo, no todo en San Francisco es igual que antes. Es difícil no percibir que algo significativo ha cambiado y no para mejor.
La crisis de personas sin hogar es aún más evidente que antes de que llegara el Covid-19 a EEUU. En todo el país, el descontento de los votantes sobre temas como la educación y la delincuencia también ha salido a la superficie, pero estas preocupaciones tienen un giro diferente en California, donde la tendencia es de izquierda. Da la sensación de que una serie de cosas están convergiendo en este momento para plantear asuntos más profundos sobre la gobernanza de la ciudad. Es similar la situación en Los Ángeles, donde este año se celebran elecciones a la alcaldía.
Los votantes de San Francisco ya han encontrado como demostrar su descontento. La Junta de Educación se convirtió en el hazmerreír nacional el año pasado al proponer cambiar el nombre de 44 escuelas que llevaban nombres de figuras históricas consideradas problemáticas. Al parecer, ni siquiera Abraham Lincoln era un modelo suficientemente bueno para los niños de la ciudad. Por tanto no sorprendió cuando expulsaron a tres miembros de la junta directiva a principios de este año mediante un referéndum revocatorio.
Sin embargo, había problemas mucho más serios bajo la superficie. Los padres ya estaban enfadados por la demora que hubo en la reapertura de las escuelas debido al Covid-19. La junta también provocó una reacción, en particular de los asiático-estadounidenses de la ciudad, cuando se opuso a aplicar un sistema de mérito y, en su lugar, optó por un sorteo como método de admisión a la escuela de élite Lowell High School.
La preocupación por la delincuencia, por su parte, se ha agudizado hasta tal punto que la alcaldesa de San Francisco, London Breed, - quien es relativamente moderada - se arriesgó a enemistarse con sus partidarios al anunciar un endurecimiento de las medidas para la aplicación de las leyes a finales del año pasado.
Además, está la falta de viviendas. Las cosas se han deteriorado incluso en medio de una bonanza fiscal que ha permitido a los políticos invertir dinero para enfrentar el problema. La excesiva dependencia de California de los impuestos sobre las plusvalías hace que sus arcas estén desbordadas luego del boom inmobiliario y bursátil, y pretende destinar miles de millones de dólares más a la lucha contra la falta de hogares. Eso se suma a los $300 millones de gasto anual adicional que los votantes de San Francisco respaldaron en 2018 y a los miles de millones que han prometido las grandes empresas tecnológicas.
Nada de esto ha tenido un impacto notable. ¿Qué pasará cuando los mercados bajen y se cierre el grifo de ingresos fiscales?
Las ramificaciones políticas de este hecho deberían empezar a aclararse en los próximos meses. Los fiscales de distrito de San Francisco y Los Ángeles enfrentan referéndums revocatorios y ninguno de ellos parece tener el cargo asegurado. Tal vez sea injusto mencionarlo, pero los padres del fiscal de distrito de San Francisco Chesa Boudin estuvieron ambos presos por pertenecer a la organización radical de izquierdista Weather Underground y a él lo criaron otros dos miembros del grupo. No es una buena imagen cuando los votantes empiezan a preguntarse si eres lo suficientemente duro contra la delincuencia.
Las elecciones primarias de la carrera por la alcaldía de Los Ángeles, en junio serán un momento importante. La política progresista Karen Bass, que ha estado al frente de sus rivales, ya giró fuertemente hacia la derecha en temas como la delincuencia, lo cual la alejó de algunos partidarios. Pese a ello, no se sacó de encima a un grupo que la persigue, que incluye al multimillonario desarrollador inmobiliario Rick Caruso. La elección primaria es de Bass con toda seguridad, pero de allí no está seguro que pueda ganar la elección definitiva a finales de año.
Sé que a los periodistas nos encanta llamar a todo un punto de inflexión. Pero me da la impresión de que las tensiones que se están acumulando en las ciudades progresistas desde hace un tiempo están llegando a un punto crítico. La pandemia parece haber dejado a los residentes más dispuestos a expresar su frustración y más impacientes por el cambio. Normalmente, en una ciudad como San Francisco no es habitual adoptar posturas que puedan interpretarse como insensibles a poblaciones vulnerables como los que no tienen hogar, o a las minorías raciales, que son las más expuestas a la mano dura contra la delincuencia. No obstante, estos no son tiempos normales.
Me doy cuenta de que esto no es solo un fenómeno de la Costa Oeste. ¿Qué opinas, Rana? ¿Crees que está ocurriendo un cambio significativo? Tal vez eso también nos dé algunas pistas sobre lo que ocurrirá en las elecciones intermedias de este año.
Rana Foroohar responde
Richard, estoy 100% de acuerdo contigo. Hace un tiempo escribí sobre algunos problemas similares que se estaban gestando en la ciudad de Nueva York y argumenté que Eric Adams era la mejor opción para ser alcalde dado su historial de orden público. Ahora Adams es alcalde, pero es demasiado pronto para ver cuanto han cambiado las cosas.
Lo que sí puedo decir es que, aunque Nueva York no ha vuelto a los malos tiempos de la década de 1970, se parece mucho a la ciudad a la que llegué en 1988 y no a la de los días de gloria anteriores a la pandemia, cuando el exalcalde Bloomberg la llamaba una "marca de lujo". A finales de los años 80, los delitos menores, las drogas y la falta de vivienda eran problemas que se encontraban a diario. Estaba pendiente de cómo cargar mi cartera y por dónde caminar cuando era demasiado tarde para tomar el metro. En los últimos 15 años, más o menos, no me preocupaba tanto. Ahora, todo eso ha vuelto: me han robado la cartera dos veces en el último mes, la falta de vivienda es mucho más frecuente (incluso ha habido una horrible serie de asesinatos de personas sin hogar) y las calles y los trenes parecen más sucios y mucho menos acogedores que antes.
Sin embargo, sorprendentemente, los precios de la vivienda siguen siendo altísimos en la ciudad, así como en la periferia hasta tres horas de distancia, donde la gente rica ha comprado tantas segundas residencias que algunos condados están pidiendo que se aumenten los impuestos inmobiliarios o que se limite el alquiler de esas propiedades. No me cabe duda de que algo de esto cambiará a medida que las tasas de interés aumenten y a medida que quede claro que ciertos barrios dominados por el sector inmobiliario comercial no se recuperarán.
Por otra parte, la ciudad parece más joven que antes (muchos ricos de edad avanzada se marcharon definitivamente) y ha mantenido la mayoría de sus puestos de trabajo en tecnología y finanzas, a pesar de cierto éxodo a Miami. Además, a Adams le gusta mucho menos que a DeBlasio exhibir sus valores morales, por lo que sospecho que se centrará bastante más en cosas como la delincuencia y la economía que en cuales estatuas derribar o qué escuelas renombrar.
Creo que el próximo año o dos nos dirá mucho sobre el futuro de ciudades como San Francisco y Nueva York. El premio Nobel Bob Shiller, quien predijo la burbuja inmobiliaria de 2008, hará una presentación sobre las tendencias inmobiliarias después del Covid en Brookings la semana que viene y seguramente estaré en sintonía.
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