Tiene mérito establecer un tribunal que investigue crímenes de agresión
Los atroces bombardeos de una maternidad y un teatro que albergaba a civiles en Mariupol han llevado a Estados Unidos a denunciar formalmente a Rusia por cometer crímenes de guerra. Ahora la pregunta es cómo demostrar eso ante los tribunales y cómo responsabilizar a Moscú de su brutal invasión de Ucrania. Vladimir Putin no se sentará pronto en el banquillo de los acusados en La Haya, pero éste es el momento para que los fiscales preparen su caso reuniendo pruebas y entrevistando a los testigos. Una acusación contra el líder ruso reforzaría la sensación de los ucranianos de estar del lado correcto de la historia, y quizás ayudaría a persuadir a los soldados rusos de que ellos no lo están. También podría fomentar las deserciones de los altos cargos.
La Corte Penal Internacional, con justa razón, ha iniciado una investigación. Pero ahora se está intentando crear un tribunal especial para investigar si Rusia ha cometido el particular delito de guerra de agresión. Esta es una idea que tiene sentido. A diferencia de los crímenes de guerra generales -que incluyen el uso de armas biológicas o químicas-, el genocidio y los delitos de lesa humanidad, la CPI sólo puede investigar un delitos de agresión cometidos por países que son estados miembros. Rusia abandonó la CPI en 2016. Una forma de sortear eso sería que el Consejo de Seguridad de la ONU remitiera el asunto a la CPI, pero el veto de Rusia lo hace altamente improbable.
Un argumento de peso a favor de un tribunal ad hoc centrado en el crimen de agresión – denominado el “mal total acumulado” de los crímenes de guerra – es que Ucrania lo está solicitando. El delito está reconocido en los códigos penales de Ucrania y Rusia; fue un jurista soviético quien ayudó a introducir el concepto en el derecho internacional en 1945, y ha permanecido en la legislación de Rusia.
El crimen de agresión es polémico debido a sus dimensiones políticas; no ha sido juzgado con éxito a nivel internacional desde los tribunales de Nuremberg y Tokio de los años cuarenta. Pero su atractivo es que permite a los fiscales apuntar a Putin y a su círculo íntimo con más facilidad que en el caso de otros crímenes de guerra. Es un delito de “liderazgo” que puede imputarse a quienes conciben la estrategia, no sólo a quienes la ejecutan. También podría ser más rápido de imputar, sin tener la necesidad de recurrir a las investigaciones de campo.
Esto no significa que la importante labor de la CPI deba verse comprometida o desviarse en modo alguno. Ambos tribunales podrían trabajar de forma complementaria, junto a la Corte Internacional de Justicia, el tribunal civil de la ONU que ya está examinando una demanda presentada por Ucrania contra Rusia.
Preocupa que una acusación pueda arrinconar aún más a Putin, lo cual haría valer las afirmaciones de Moscú de que un Occidente “rusófobo” quiere humillarlo. Pero la amenaza de un tribunal podría fortalecer la mano negociadora de Kiev, y posiblemente disuadir nuevas atrocidades.
La verdad que nadie quiere ver es que Estados Unidos tampoco es signatario de la CPI. Estados Unidos lleva mucho tiempo recelando de cualquier organismo que aplique el derecho internacional que pueda volverse en su contra. Pero esa no es razón suficiente para no exigir al Kremlin que rinda cuentas. A la inversa, la creación de un tribunal de este tipo, sobre todo con el respaldo de Estados Unidos, podría reforzar los argumentos domésticos a favor de los tribunales internacionales, que deben aplicarse a todos por igual.
La guerra de Rusia provoca escenas que eran inimaginables hace un mes. Bajo la administración Trump, los funcionarios de la CPI que investigaban la invasión aliada de Afganistán fueron objeto de prohibiciones de viaje. Sin embargo, Lindsey Graham, el senador Republicano y aliado de Trump, respaldó este mes las peticiones para que la CPI investigue a Rusia. Putin ha mostrado su desprecio por el Estado de Derecho. Hay argumentos sólidos que indican que ha ignorado las reglas de la guerra. Sin embargo, al tratar de desmantelar el orden posterior a 1945, puede que lo que haya hecho es reforzarlo.
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