El histórico ascenso de la altamente calificada Brown Jackson.
EEUU tiene su primera mujer negra en la Corte Suprema, Ketanji Brown Jackson. Su confirmación debe aplaudirse, no solo porque el simbolismo es importante, sino también porque está altamente calificada para ejercer el cargo. La Corte Suprema y sus deliberaciones mejorarán con su incorporación.
Su confirmación para reemplazar a Stephen Breyer, quien se jubila, significa que el más alto tribunal de EEUU ya no estará dominado por hombres blancos. La justicia se imparte mejor si quienes deciden los asuntos constitucionales más espinosos son representativos del pueblo que la constitución protege. La votación del Senado para confirmar su nominación, que se aprobó con una votación de 53 a 47, la presidió Kamala Harris, la primera mujer vicepresidenta de color de EEUU. Brown Jackson vio la votación por televisión con el presidente Joe Biden, quien había hecho de la nominación de una mujer negra a la Corte Suprema una promesa de campaña.
Pero más allá de la identidad de Brown Jackson, sobresale por su rica experiencia. Además de sus dos títulos de Harvard, su cargo de jueza de apelaciones y su trabajo en la Comisión de Sentencias, es la primera jueza de la Corte Suprema que ha sido defensora pública, representando a quienes no pueden pagar su propio abogado. Algunos miembros de la derecha trataron de presentar sus informes en representación de los presos de Guantánamo como un ejemplo de que era blanda con el terrorismo. Su réplica fue que eso mostraba su compromiso con la representación universal. Su amplia experiencia en asuntos penales será de gran ayuda para el tribunal.
Es comprensible que los liberales aplaudan el ascenso de Brown Jackson. Pero su arribo a la Corte Suprema no cambiará su composición ideológica y seguirá estando dominada por jueces conservadores cuando se enfrente a algunos focos de tensión en las guerras culturales de EEUU, desde el aborto hasta la discriminación positiva en las admisiones universitarias.
A pesar de ello, con un partidismo cada vez más tóxico, es alentador ver que Brown Jackson, al igual que Breyer, parece priorizar la creación de consenso por encima de la ideología. Los profesores de derecho de la Universidad Brigham Young (fuertemente afiliada a la iglesia mormona) la respaldaron por su compromiso con la libertad religiosa y ella supo ganarse a algunos miembros de la derecha, como quedó demostrado en la votación del Senado. Igualmente, los senadores Republicanos que cruzaron el pasillo para votar por ella - Susan Collins, Lisa Murkowski y Mitt Romney - merecen elogios por dejar de lado la política partidista.
Esta política que genera divisiones se puso de manifiesto durante la agotadora audiencia de nominación de Brown Jackson, que duró cuatro días el mes pasado ante la comisión judicial del Senado. No es particularmente inusual que la audiencia para los candidatos a la Corte Suprema, ya sean liberales o conservadores, sea dura y esté enmarcada en las previsibles líneas partidistas. Sin embargo, en circunstancias muy tensas, Brown Jackson demostró ser una jurista empática que respondía a preguntas capciosas con respuestas pensadas.
Uno de esos momentos se produjo cuando le preguntaron si al ser la primera mujer negra nominada a la Corte Suprema podía definir lo que era una mujer. La respuesta equívoca de Brown Jackson de "no soy bióloga" puede no gustar a todos. Sin embargo, es preferible un jurista que parezca inseguro y que esté abierto a los argumentos en áreas en las cuales el derecho estadounidense está evolucionando - y en las que seguramente se pedirá a la Corte Suprema que se pronuncie - que uno que se ubique firmemente de un lado ideológico. Sin duda es bueno que Brown Jackson - según su relato de los hechos en la audiencia de la comisión - siendo una nueva e insegura estudiante de Harvard, siguió los consejos que le dio en su momento una mujer negra anónima y perseveró en sus esfuerzos.
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