La acusación de genocidio de Biden contra Rusia es demasiado precipitada
Después de que el presidente de EEUU, Joe Biden, sugiriera la semana pasada que las atrocidades cometidas por Rusia en Ucrania equivalían a un "genocidio", Volodymyr Zelensky no perdió tiempo en tuitear su aprobación. "Llamar a las cosas por su nombre es esencial para enfrentarse al mal", escribió el presidente de Ucrania. No hay duda de que Rusia está llevando a cabo actos repugnantes, que deben condenarse sin reservas. No obstante, Emmanuel Macron se negó a utilizar la palabra genocidio, lo que llevó a algunos partidarios de Ucrania a llamarlo injustamente apologista de Moscú. La prudencia del presidente francés es defendible.
Para Biden el hablar con franqueza, a veces hasta la exageración, durante años ha sido una marca política y se comprometió a continuar con ese hábito como presidente. Sus colaboradores dicen que se ha visto especialmente afectado por los acontecimientos en Ucrania, país del que era responsable como vicepresidente de Barack Obama. Su franca postura sobre la guerra de Rusia ha contribuido también a que no se vea superado políticamente por los adversarios Republicanos. Por lo tanto, aunque los aliados han levantado las cejas ante algunos de sus comentarios, reconocen que el presidente estadounidense ha manejado bien la guerra.
A pesar de ello, algunos abogados especializados en derechos humanos piden prudencia en la forma en que los políticos describen las atrocidades que comete Rusia en Ucrania, advirtiendo que los crímenes de guerra y lo qué los constituye tienen definiciones precisas en el derecho internacional y deben dejarse en manos de las cortes y los tribunales. El genocidio se define como la intención de destruir, total o parcialmente, a un determinado grupo de personas. El presidente de EEUU fue uno de los primeros líderes en llamar al ruso Vladimir Putin "criminal de guerra". Biden enmarcó sus comentarios sobre el genocidio con cierta cautela, diciendo que "dejaremos que los abogados decidan a nivel internacional" si el comportamiento de Moscú califica, aunque añadió "pero a mí me parece que sí".
Occidente debe estar atento a un posible genocidio en Ucrania, sobre todo considerando los indicios de una nueva narrativa siniestra en Moscú. El Kremlin afirmó inicialmente que su invasión pretendía, en parte, eliminar a los líderes ucranianos, a quienes acusaba falsamente de "nazis". Ahora, un artículo de opinión publicado este mes por la agencia de noticias RIA-Novosti, que forma parte del establo de propaganda de Moscú, advirtió que la operación militar rusa en Ucrania había revelado que una "parte significativa de las masas" eran "cómplices de los nazis" y pedía la liquidación del Estado ucraniano. Muchos ucranianos temen que se trate de un manifiesto de genocidio.
En cambio, la sugerencia de Biden de que el genocidio ya está en marcha va más allá de lo que muchos líderes europeos han estado dispuestos a decir, ya que temen que esa retórica pueda obstaculizar los esfuerzos diplomáticos para asegurar un cese al fuego. También plantea la pregunta de si algunos conflictos en otras partes del mundo deberían merecer la misma descripción.
Además, al enfrentarse a un adversario como el Kremlin, que despliega la desinformación a gran escala como herramienta de guerra, el uso preciso del lenguaje es especialmente vital. Las afirmaciones ficticias de Putin sobre el "genocidio" cometido contra los rusoparlantes en el este de Ucrania fueron otro pretexto para su invasión.
También es peligroso hacer que un líder despiadado, pero aparentemente paranoico, tenga miedo de verse arrinconando. El comentario imprudente de Biden el mes pasado en el cual dijo que "este hombre no puede seguir en el poder" -aunque sus funcionarios rápidamente lo hayan retractado verbalmente- habrá alimentado la convicción que tiene Putin desde hace tiempo de que Washington está empeñado en un cambio de régimen en Moscú. Se puede admirar la franqueza entre los políticos; los atropellos en tiempos de guerra deben denunciarse en los términos más enérgicos y se debe advertir a los líderes de las guerras cuáles son las consecuencias si cruzan los límites. Sin embargo, para los líderes democráticos, utilizar las palabras con cuidado es vital en la mayoría de los casos. En la guerra, lo es aún más.
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