La crisis del costo de la vida probablemente empeore antes de mejorar.
Es una expresión fea y de peor contenido, pero la "fatiga de Ucrania" es un riesgo real en las democracias occidentales. Sus ciudadanos rechazan la guerra de agresión no provocada que ha iniciado Vladimir Putin y se solidarizan totalmente con el pueblo ucraniano. Incluso a sus líderes les sorprendió la firmeza con la que apoyan a Kiev. Sin embargo, a medida que las cosas se prolongan, los desafíos más cotidianos podrían robarles cada vez más la atención.
Es fácil ver cómo la crisis del costo de vida, agravada por la guerra y las demoras en las cadenas de suministro, y que probablemente ya esté enfriando la demanda, podría erosionar la atención que los líderes occidentales le prestan a Ucrania.
Dejar que eso ocurra sería un error y un fracaso. Un error, porque la inflación en Occidente se debe en gran medida a Moscú. Un fracaso, porque significaría que los líderes políticos han descuidado su principal tarea de preparar a los ciudadanos para las inevitables y duras decisiones que se avecinan.
Los políticos occidentales deben explicar a sus votantes que la crisis del costo de la vida probablemente se agrave y porqué. Este es el tipo de discurso que podrían dar:
"Mis conciudadanos,
Los últimos años han sido duros. La pandemia trajo enfermedad y muerte, dolor y soledad, y amenaza al sustento y los negocios de millones de personas. Incluso cuando estábamos abriendo nuestras economías y pensábamos que lo peor había pasado, nos vimos afectados por el aumento de la inflación y el encarecimiento de la energía.
Desde el 24 de febrero, hemos sido testigos de cómo los horrores de la guerra han vuelto a caer sobre Europa, décadas después de haber jurado ‘nunca más’. Apoyamos a Ucrania contra el injustificado ataque perpetrado por la Rusia de Vladimir Putin. Nuestros soldados no se unirán a la batalla; no entraremos en una tercera guerra mundial a menos que Rusia nos ataque. Aun así, haremos todo lo posible para ayudar al valiente pueblo ucraniano a defenderse y para debilitar la capacidad de Putin de desatar la violencia en el mundo.
“Si nosotros mismos no estamos en guerra, las consecuencias de la guerra hace tiempo que nos han alcanzado. El precio de la libertad en Europa lo pagan, en primer lugar, los ucranianos, pero también muchos de ustedes, que se preocupan de si van a tener luz y calefacción, si podrán comprar comida saludable para sus hijos o mantener sus negocios en funcionamiento.
Seamos claros: el costo de la energía se ha disparado, porque el dictador ruso ha convertido el petróleo y el gas en armas. El precio de los alimentos está subiendo porque está arrasando con las tierras de cultivo más productivas de Europa. Además, nuestras sanciones a Rusia implican inevitablemente un sacrificio económico por nuestra parte.
Me gustaría poder decirles que las cosas mejorarán pronto. No obstante, lo cierto es que es probable que empeoren. Los precios de la energía,de los alimentos y de las materias primas podrían seguir subiendo. Nuestro crecimiento económico y nuestros ingresos pueden disminuir. Es esencial que miremos esta realidad a los ojos y que trabajemos juntos para hacer frente a estos próximos desafíos.
No podemos negar que el aumento de los precios de las importaciones empobrece nuestra economía. Nuestros bancos centrales no pueden salvar una cosecha ucraniana perdida ni arreglar las cadenas de suministro mundiales aumentando el costo del crédito. Y si Putin cortara de la noche a la mañana el suministro de gas ruso, no podemos pretender que no nos perjudicaría.
Se nos está imponiendo algo parecido a una economía de guerra que no es por elección propia, pero ante la cual no debemos retroceder. Eso requiere que todos pongamos el bien común en primer lugar.
Los que tienen las espaldas más anchas deben estar dispuestos a contribuir más en impuestos. Los más expuestos a la inflación deben esperar más ayuda, pero también aceptar que la ayuda no puede eliminar la necesidad de adaptarse.
Es posible que tengamos que racionar algunos bienes esenciales. Todo el mundo debe tener paciencia ante un mayor endeudamiento en las finanzas públicas. Y tenemos que ayudar a los países peor situados que nosotros o sus problemas serán pronto los nuestros.
“Es tentador cerrar los ojos a lo que es correcto e inclinarse por lo que parece cómodo. A pesar de ello, el camino que lleva a ejercer mínima resistencia es erróneo e imprudente. Retroceder ante Putin para conseguir un respiro a corto plazo en los precios de las materias primas solo nos dejaría más a su merced.
“Y seamos sinceros, esta crisis nos obliga a tomar medidas que deberíamos haber tomado hace tiempo por el bien de nuestros nietos. La salud futura del planeta exige el fin de la energía fósil. Hoy, nuestra seguridad geopolítica inmediata exige lo mismo, empezando por los combustibles rusos.
Es nuestro deber invertir en un sistema energético limpio y seguro frente a los enemigos de la democracia. Puede que se pierdan puestos de trabajo y se reduzca el consumo en el proceso. Aun así, al igual que la guerra, es una tarea que nuestra generación debe llevar a cabo por el bien de la siguiente".
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