A menos que usted haya muerto o simplemente se despertó de un sueño que duró varios años, seguramente está consciente del terrible estado de la economía en los Estados Unidos, y de cómo duele cada vez más ir a la tienda de víveres o a las gasolineras en estos días.
Los estadounidenses en todas partes están sufriendo a medida que la inflación continúa aumentando el precio de casi todo. Sin embargo, incluso en estos tiempos de estrés financiero, al menos algo ha demostrado seguir siendo bastante barato: hablar sigue siendo tan barato como siempre, y lo demuestra el torrente interminable de excusas inventadas por los políticos que intentan desviar la culpa de las razones por las que todos tenemos el bolsillo más flaco.
Se nos dice que ha sido producto de la invasión inmoral e injusta de Rusia a Ucrania o por el desastroso estado de la cadena de suministros globales y, por lo tanto, todo está fuera de las manos del gobierno y más allá de su control.
Pero estas son simplemente excusas para continuar con el status quo de décadas de control gubernamental, gastos exhorbitantes y regulaciones coercitivas que son la raíz de tantas dificultades y problemas económicos.
En 2022, la inflación está obligando a la familia promedio a gastar $1,433 adicionales en gas y $430 en comestibles. Se dice que todo ha alcanzado su nivel más alto en 40 años, y se estima que un hogar estadounidense gastará un promedio de $5,200 este año en productos y servicios básicos.
Los estadounidenses no son estúpidos y pueden saber la verdadera razón de estas dificultades económicas. Aquí, en Virginia, la confianza del consumidor ha bajado a su nivel más bajo en el registro. El 71 por ciento de los votantes independientes dicen que la economía va con rumbo equivocado. Los votantes hispanos piensan que las cosas son aún más sombrías, con un 78 por ciento que tiene una visión negativa de la situación económica actual.
Esto no debe sorprender en lo más mínimo dado que la inflación afecta con mayor rigor a las familias negras y latinas de bajos ingresos, es más difícil porque gastan una mayor parte de sus ingresos en bienes necesarios como la comida y la gasolina que son muy sensibles a los aumentos de precios inflacionarios. Tampoco es una sorpresa descubrir que las mujeres negras y los hombres hispanos están preocupados por la inflación debido a lo difícil que es poner alimentos en la mesa.
Sin embargo, no tiene que ser así. Si bien la invasión de Ucrania y las interrupciones de la cadena de suministros globales son factores en la crisis económica actual, la realidad es que la mayor parte de la culpa se puede colocar de manera directa en los hombros de los líderes de los Estados Unidos que han seguido afectando a todos con regulaciones severas, gastos exhorbitantes y una mala política monetaria.
Cuando la pandemia golpeó en 2020, el gobierno respondió abriendo la espiral del gasto, que a su vez llevó a un aumento masivo en la oferta de dinero. La oferta monetaria creció un 41 por ciento entre febrero de 2020 y febrero de 2022. Pero aunque hay mucho más dinero flotando, no hay más bienes y servicios para comprar, en algunos casos, incluso menos gracias a COVID y a las interrupciones de la cadena de suministros. Desgraciadamente, parece poco probable que la Reserva Federal se encargue de la inflación ahora y es más probable que la recesión se haga mayor.
Esto significa que es aún más importante que los legisladores hagan lo que puedan para aliviar la carga económica que, según proyecciones, empeorará en los próximos meses. En lugar de continuar con gastos innecesarios, necesitamos restricciones fiscales. En lugar de implementar las políticas que restringen artificialmente el increíble potencial energético de Estados Unidos, debemos liberar a los ingenieros y empresarios americanos para que creen recursos energéticos limpios y económicos que eviten otro año de costos de calefacción elevados en invierno para las familias. Pero lo más importante es que necesitamos liberar el espíritu de innovación y emprendimiento de América que sigue siendo sofocado cada vez más por los grilletes regulatorios tan agobiantes. Este es un tema de especial relevancia para la comunidad latina, que ha sido uno de los principales impulsores del crecimiento económico estadounidense en la última década. Si los latinos estadounidenses fueran su propio país, habrían sido la economía de mayor crecimiento en el mundo, abriendo más empresas más rápidamente que cualquier otro sector demográfico.
Pero un espíritu empresarial tan importante está restringido por la carga de regulaciones fuera de control que hacen poco más que proporcionar papeles para los burócratas. Muchas empresas nunca llegan a existir y nunca emplean docenas o cientos de personas que, de lo contrario, lo harían, debido al alto costo del cumplimiento regulatorio, que cuesta a una nueva empresa un promedio de $83,000 en su primer año de operaciones. Las mega corporaciones no tienen dificultades en emplear a cientos de personas para que se ocupen de los problemas regulatorios, pero esta carga pone fin a muchas pequeñas empresas antes de que incluso puedan comenzar.
Los estadounidenses se enfrentan a tiempos económicos difíciles. Pero no es por la falta de pasos que nuestros legisladores y líderes políticos puedan dar para drásticamente suavizar esta carga. Detener el gasto exorbitante, abolir las regulaciones innecesarias, como las leyes de licencias ocupacionales que frenan artificialmente a las personas de la fuerza laboral, y liberar los empresarios del sector energético en América. Los estadounidenses están sufriendo, y el daño solo va a empeorar a menos que se hagan reformas drásticas. Los políticos esperan que los juegos de culpabilidad funcionen, pero sin dudas los votantes expresarán su frustración la próxima vez que visiten las urnas.
*Michael Monrroy es director de coaliciones de la Iniciativa Libre-Virginia.