Cuando la monomanía se le vuelve en contra, el ex presidente muestra debilidad. Sin embargo, eso no es necesariamente una buena noticia para Biden.
Esto no es un obituario de Donald Trump. Todavía tiene una oportunidad plausible de convertirse en el primer expresidente en ser reelegido desde Grover Cleveland en 1892. No obstante, la política tiene que ver con impulsos y la energía detrás de Trump se está disipando. La mala noticia para los detractores de Trump es que su base “MAGA” no se desvanece. El Kraken sigue vivo. Simplemente que ya no muestra tanta deferencia hacia el hombre de Mar-a-Lago.
La desventaja de Trump es que está obsesionado con un tema: que Joe Biden lo engañó en su legítima victoria electoral en 2020. La mayoría de los votantes Republicanos comparten esa creencia, la cual es una prueba de fuego para los candidatos. Aun así, el mito de las elecciones robadas es el punto de partida de su política, no su fin. Al limitarse a las elecciones amañadas, Trump está olvidando el espíritu animador de MAGA, que es el odio a las élites culturales de EEUU.
Cuando la monomanía se le vuelve en contra, el expresidente queda en evidencia. Su única razón para respaldar a David Perdue como candidato Republicano a gobernador de Georgia fue que coincidía en que el incumbente Brian Kemp se equivocó al certificar la victoria de Biden en 2020. Apoyar a Perdue fue la venganza de Trump por la deslealtad de Kemp. A pesar de ello, Kemp ganará fácilmente. Incluso es posible que sea reelegido Brad Raffensperger, el secretario de Estado de Georgia que se resistió a la petición directa de Trump de “encontrar” sus votos perdidos.
Cuanto más ocurra esto, menos miedo infundirá Trump en su partido. Una vez que un hombre fuerte pierde la capacidad de aterrorizar, rara vez se queda atrás la perdida de respeto. El atractivo de Kemp era que alimentaba la agenda cultural de MAGA. Ha hecho que sea mucho más difícil para los georgianos hacerse un aborto, mucho más fácil llevar armas ocultas y más difícil votar, lo cual es la esencia para la base. El único pecado de Kemp es no atender el orgullo herido de Trump, que evidentemente puede ignorarse.
Sin duda, algunos de los elegidos por Trump, especialmente JD Vance para la nominación al Senado en Ohio y Doug Mastriano como candidato a gobernador en Pensilvania, han llegado a ganar. Sin embargo, este último igual se encaminaba hacia una victoria (Trump apostó a ese caballo justo antes de que cruzara la meta). Y sus derrotas compiten ahora con sus victorias. Otros apoyos fallidos a los gobernadores son los de Nebraska e Idaho, ninguno de los cuales llegó cerca. Entonces, ¿qué significa la menor influencia de Trump para 2024?
La respuesta no es necesariamente una buena noticia para Biden. La razón por la cual Biden ganó en 2020 fue porque Trump era su oponente. Nada motiva tanto a los Demócratas e independientes como el desprecio a Trump. A pesar de ello, los Demócratas perdieron terreno en casi todas partes, incluso en la Cámara de Representantes. Por desgracia para Biden, el nombre de Trump no aparecerá en ninguna papeleta en las elecciones intermedias de este año, que amenazan con convertirse en una abrumadora victoria Republicana.
Si Biden pudiera compartir su fantasía electoral, probablemente sería una revancha con Trump en 2024. Eso parece menos probable, aunque sigue siendo posible. Cuando Trump fue presidente, su incompetencia superó su malevolencia. Trump podría haber ganado la reelección si hubiera apoyado los consejos sensatos para contener la pandemia y aceptado un estímulo que hubiera puesto más dinero en los bolsillos de los votantes. Bien podría ser presidente ahora si hubiera escuchado a la gente de su entorno.
Aún así, Trump se había convertido en un prisionero del monstruo marino que él mismo desató. Eso significaba despreciar las mascarillas, despreciar a los expertos médicos y rechazar las llamadas de los Demócratas que le ofrecían dinero en bandeja de plata. Ahora es él quien sigue a la base más que al revés. En un mitin el pasado mes de diciembre, Trump cantó las alabanzas de la vacuna contra el Covid, solo para que su propio público le gritara. Desde entonces ha guardado silencio sobre la vacuna, que fue posiblemente la mayor hazaña de su administración. Con seguidores así, un líder debe alinearse.
El riesgo para Trump — y, por lógica, para Biden — es que lo desafíe una versión más joven y competente de sí mismo, como Ron DeSantis, de Florida, o Mike Pompeo, su ex secretario de Estado. Antiguos compinches, como Mike Pence, exvicepresidente, y Chris Christie, ex gobernador de Nueva Jersey, han dejado claro que se presentarán en 2024 independientemente de que Trump lo haga. Si el toque del expresidente sigue fallando, el goteo puede convertirse en una inundación.
Aun así, el trumpismo no se puede eliminar. Los Demócratas no deben conformarse. El espíritu que llevó a Trump a la Casa Blanca es hoy mucho más dominante entre los Republicanos que en 2016. Puede que a Trump le importe un poco más que su intento por reescribir las normas electorales de EEUU. Sin embargo, el partido de la élite Republicana tradicional -los que no querían a Trump en sus clubes- es ahora una pieza de museo. Pase lo que pase con Trump en 2024, el expresidente puede estar satisfecho con eso.
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