invasión a Ucrania
POLÍTICA. Seguirán brindado apoyo a Ucrania/The Washington Post
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A medida que disminuye el miedo a Putin, empieza a decaer el espíritu de la oposición internacional a la invasión.

Sabíamos que esto iba a ocurrir.  Luego de las embriagadoras primeras semanas de la humillación militar de Rusia y la heroica resistencia ucraniana, alentada por una notable efusión popular de Occidente, ha hecho su aparición el tedio.  Las guerras tradicionales suelen ir por este camino.  Los primeros vaivenes del humor que van de la euforia a la desesperación son reemplazados por el hastío. Los líderes hábiles canalizan la desesperación hacia el miedo, lo cual puede dar lugar a la acción. El aburrimiento es un adversario mucho más tenaz.

Las recientes declaraciones de Joe Biden demuestran que es consciente del problema. En los quince días posteriores a la invasión rusa, su índice de aprobación subió al 47 por ciento. Los estadounidenses se unieron en un momento de aguda vulnerabilidad occidental. Junto con el retirada parcial de Rusia, los números de Biden en la misma encuesta de Marist volvieron a caer al 39 por ciento que sufría antes del 24 de febrero (desde entonces han subido ligeramente hasta el 41). En retrospectiva, parece casi un rebote de gato muerto.  A pesar de haber demostrado principios y determinación, Biden no está cosechando ningún crédito por su gestión de Ucrania.

El público estadounidense está centrado en el aumento de la inflación, las masacres en las escuelas y una dieta familiar de escándalos de celebridades.  Esta semana, el presidente de EEUU pronunció su discurso más coherente de su mandato proponiendo que EEUU mantenga su rumbo en Ucrania. Era de vital interés nacional impedir que Rusia ganara y asegurarse de que su barbarie fracasara.  “Entendemos que la libertad no es gratis”, escribió Biden en el New York Times.  Si [Putin] espera que vacilemos o nos fracturemos en los próximos meses, está… equivocado”.

Por otra parte, la apuesta de Putin podría resultar acertada.  La guerra se libra a dos niveles: sobre el terreno en Ucrania y en la batalla informativa por el control de la narrativa global.  Ambos han entrado en un periodo de desgaste.  En cuanto a la guerra real, el Plan A de Rusia fue pulverizado en las primeras semanas y provocó su humillante retirada en el camino hacia Kiev.  Ahora intenta ejecutar su más modesto Plan B, que consiste en apoderarse de Donbás y asegurar un puente terrestre hacia Crimea.  Dados los métodos de Rusia, el término “desgaste” podría ser engañoso.  Un funcionario europeo lo comparó con “una guerra en el olvido”.

La guerra de la información marcará lo que ocurra sobre el terreno. Aquí Occidente, y Ucrania, pueden ser víctimas de su propio éxito. Gran parte de los medios de comunicación occidentales han optado por ignorar todo lo que dicen los rusos y se basan en gran medida en datos e historias ucranianas.  Dada la oscuridad de la propaganda rusa, esto es comprensible.  Sin embargo, esta selectividad tiene dos efectos adversos.  El primero es la complacencia.  La sensación generalizada de impotencia de Rusia ha alimentado la expectativa de su derrota.  Es solo cuestión de tiempo.

No obstante, también es posible que el dicho, a menudo atribuido a Josef Stalin, de que “la cantidad tiene calidad por si misma” adquiera mayor relevancia.  El ejército ruso puede tener mejor suerte con las líneas de suministro más cortas del Este y el terreno más fácil. Muchos de los defectos del ejército ruso actual -moral baja, equipo deficiente, falta de iniciativa y brutalidad en sus filas- también se dieron en el Ejército Rojo de Stalin, que acabó derrotando a la Wehrmacht alemana.  Si el Plan B de Putin funciona, probablemente volverá a un Plan A modificado.

El segundo efecto adverso es la reversión de las democracias a la media.  A medida que el miedo a Putin disminuye, el espíritu de Occidente empieza a decaer.  El difunto y controvertido ex secretario de defensa estadounidense, Donald Rumsfeld, diferenció entre la respuesta de la “vieja Europa” y la “nueva Europa” a la guerra de Irak.  Esta división sigue siendo evidente, ya que el estado de ánimo de los ciudadanos de Italia, Francia y Alemania difiere del de los países más proclives a la violencia, como Polonia.  El Reino Unido, por su parte, causa irritación en Washington por su costumbre de presumir de cosas que no ha cumplido.

¿Qué puede hacer Biden para mantener a Occidente fortalecido?  Jamie Dimon, jefe de JPMorgan Chase, advirtió esta semana que un “huracán” iba a golpear la economía mundial y dijo que una guerra en Ucrania podría hacer subir el petróleo a $175 el barril.  Poco podría hacer Biden para evitar eso.  Aunque la guerra en Ucrania es solo una parte del problema, la perspectiva de la recesión pondrá a prueba el espíritu cívico a ambos lados del Atlántico.

Aquí es donde internviene el liderazgo.  Los Demócratas de Biden probablemente perderán las elecciones intermedias de este año a pesar de todo.  Aun así, el resultado en Ucrania sigue siendo incierto. La prueba para cualquier líder está en saber la diferencia entre lo que se puede cambiar y lo que no.  Hasta el momento, Biden parece haber entendido esa distinción.

Edward Luce

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