La reunión con el príncipe heredero supondría un giro de 180 grados para el presidente de EEUU, quien calificó al reino de "paria".
Cuando Joe Biden relevó a Donald Trump en la Casa Blanca el año pasado, no hubo ningún país cuya relación bilateral cambiara más repentina y drásticamente que Arabia Saudita.
Durante su candidatura, Biden había prometido tratar al reino como un "paria" en medio de las crecientes pruebas de que los funcionarios saudíes estaban detrás del asesinato del disidente Jamal Khashoggi en 2018; con tan solo un mes en el cargo, Biden había desclasificado la inteligencia estadounidense que apuntaba al príncipe heredero, Mohammed bin Salman, el líder de facto del país, como responsable del asesinato.
Sin embargo, en medio de la escalada de los precios del petróleo y la inflación récord en su país, el presidente estadounidense -quien en algún momento describió la "batalla entre democracias y autocracias" como el principio rector central de su política exterior- se ha visto obligado a dar un brusco giro.
Ahora se espera que Biden se reúna con el príncipe heredero Mohammed bin Salman en persona durante una visita a Riad a finales de este mes en una rectificación propiciada por una furiosa ofensiva diplomática de alto nivel por parte del principal asesor del presidente en Oriente Medio y el asesor de energía.
El martes, la Casa Blanca pudo citar los primeros frutos del cambio de política: La OPEP acordó acelerar la producción de petróleo para ayudar a sustituir la producción perdida por las sanciones internacionales contra Rusia, y Riad ayudó a prolongar una tregua entre el gobierno de Yemen, respaldado por Arabia Saudita, y los rebeldes hutíes.
"Biden ha sido escéptico ante los saudíes mucho antes de que MBS entrara en escena", dijo Daniel Shapiro, exembajador en Israel durante el gobierno de Obama, utilizando el apodo del príncipe heredero.
Sin embargo, Shapiro, miembro distinguido del Atlantic Council, señaló que la Casa Blanca tuvo que tomar una decisión realista para añadir suministros de petróleo al ajustado mercado mundial del petróleo y para asegurarse de que Riad apoyaba el endurecimiento de los enfoques estadounidenses tanto con Rusia como con China.
"Ese es el acuerdo principal que haría que el viaje mereciera la pena", dijo. A cambio, Arabia Saudita quiere garantías de que Washington le proporcionará armas y coordinación para proteger al reino ante Irán y sus representantes.
El acuerdo sobre la producción de petróleo se produjo tras meses de diplomacia itinerante dirigida por Brett McGurk, asesor de Biden en Oriente Medio, y Amos Hochstein, su principal asesor en materia de energía. Los dos hombres estuvieron en Riad una semana antes de la reunión de la OPEP+ del jueves, su cuarta visita a la capital saudí en las últimas semanas.
Pero la diplomacia ha implicado algo más que el suministro de petróleo, según personas allegadas a las conversaciones, con un acuerdo de seguridad energética más amplio sobre la mesa, así como el replanteo del acuerdo de seguridad.
Los saudíes buscan más equipos defensivos, incluidos los sistemas antimisiles Patriot, nuevas garantías de seguridad y asistencia en un programa nuclear civil, según Helima Croft, jefa global de estrategia de productos básicos en RBC Capital Markets y ex analista de la CIA.
Un alto cargo de la administración insistió en que aún no hay ningún viaje que anunciar cuando se le preguntó por la visita a Riad, que se espera que tenga lugar como parte de una reunión más amplia del Consejo de Cooperación del Golfo y como parada en un viaje en el que Biden irá a Israel y a Europa.
Sin embargo, el funcionario añadió que si Biden "determina que comprometerse con un líder extranjero beneficiaría a Estados Unidos y que tal compromiso puede dar resultados, entonces lo hará".
Para el mercado, el acuerdo del jueves puede ser más que nada simbólico, ya que señala que Arabia Saudita está dispuesta a reanudar su papel de proveedor pendular activo, el "banco central del petróleo". Las cantidades exactas de petróleo que se agregarán pueden ser inferiores a las anunciadas.
Esto puede explicar en parte la reacción del mercado el jueves, cuando el barril de Brent, de referencia internacional, subió un 1 por ciento y se situó en $117,61. OPEP+ se comprometió a aumentar la oferta a 648.000 barriles diarios en julio y agosto. Pero la mayor parte ya estaba planeada. El aumento neto propuesto es de solo 216.000 b/d.
La oferta adicional podría verse opacada por las pérdidas de suministro de Rusia, que produce el 10 por ciento de los 100 millones de barriles diarios de crudo del mundo. La Agencia Internacional de Energía afirmó que Rusia podría perder hasta 3 millones de barriles diarios de producción a finales de este año, a medida que las sanciones sofocan su industria.
Además de las tensiones por el asesinato de Khashoggi, los lazos entre Estados Unidos y Arabia Saudita se han tensado por el hecho de que Biden no haya apoyado a Riad en la guerra civil de Yemen, que se considera un conflicto de poder entre los saudíes y su principal rival regional, Irán.
Biden también ha mostrado que prefiere relacionarse con el rey Salman antes que con el príncipe heredero Mohamed, un cambio brusco respecto a los años de Trump, cuando Jared Kushner, yerno y asesor de Trump cortejaba diligentemente al príncipe heredero.
Algunos miembros del equipo de Biden han instado a distender la relación con Arabia Saudita durante meses, argumentando que era necesario establecer una nueva relación con el príncipe heredero, de 36 años, ya que podría ser un líder que gobierne al viejo aliado de Estados Unidos durante décadas.
Aún no se sabe qué tan lejos está dispuesto a llegar el presidente estadounidense. Como candidato, Biden se comprometió a no vender más armamento al reino, y ha intentado mantener los derechos humanos y los valores democráticos en lo más alto de su agenda internacional.
"He sido claro que los derechos humanos serán el centro de nuestra política exterior", dijo el verano pasado cuando las tropas estadounidenses se retiraron de Afganistán.
Sin embargo, la guerra en Ucrania ha obligado a la Casa Blanca a replantearse gran parte de su programa original de política exterior, desde la política ambiental hasta su enfoque de coherencia en la rivalidad de Estados Unidos con China.
"Se trata de una administración que llegó al cargo hablando del cero neto, de que la era del petróleo había terminado, de un nuevo paradigma político, de un pivote hacia Asia, pero que en una crisis ha vuelto a la diplomacia probada", dijo Croft. "Es un regreso a la Realpolitik . . . en una crisis, siempre se toma el teléfono y se llama a Riad".
Felicia Schwartz en Washington y Derek Brower en Nueva York
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