Jessica Oberoi, de 13 años, no recuerda cuándo empezó a ver borroso. Lo único que sabe es que tenía que entrecerrar los ojos para ver la pizarra en la escuela.
Fue recién el otoño pasado, cuando su clase de octavo grado en Bloomington, Indiana, se sometió a exámenes de la vista, que se descubrió la extrema miopía y ambliopía, u ojo vago, de Jessica.
Desde entonces ha seguido un intenso tratamiento. Su optometrista, Katie Connolly, dijo que Jessica ha mejorado mucho, pero que su ojo vago, que le causa problemas de percepción de la profundidad, podría no curar nunca.
Las posibilidades de que se corrija por completo habrían sido mucho mayores si se hubiera detectado antes su afección, señaló. Connolly, jefa del servicio de visión pediátrica y binocular de la Escuela de Optometría de la Universidad de Indiana.
Jessica es uno de los innumerables estudiantes que se están quedando a fuera de los esfuerzos del país por detectar y tratar los problemas de visión de los niños.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés) estiman que más de 600.000 niños y adolescentes son ciegos o tienen un trastorno de la vista. Un reciente artículo de opinión publicado en JAMA Network señala que un gran número de estos niños podría recibir ayuda simplemente con unas gafas, pero debido a los altos costos y a la falta de cobertura del seguro, muchos no las reciben.
Sin embargo, la Encuesta nacional de salud infantil, financiada por la Administración de Recursos y Servicios de Salud de EE.UU., descubrió que en 2016-2017 una cuarta parte de los niños no se sometieron a exámenes regulares para detectar problemas de visión.
Y una gran mayoría de esas deficiencias visuales podrían tratarse o curarse si se detectan a tiempo, dijo Connolly.
"Las pruebas de detección son importantes para los niños porque no se dan cuenta de lo que es anormal", explicó Connolly. "No saben lo que sus compañeros -o incluso sus padres- están viendo para darse cuenta de que su experiencia es diferente".
La ley federal exige que la mayoría de los planes de salud privados y Medicaid cubran los exámenes oculares de los niños. Las revisiones de la vista son obligatorias para los niños en edad escolar en 40 estados y el distrito, y 26 estados las exigen para los niños en edad preescolar, según el Centro nacional para la vista y la salud ocular infantil de Prevent Blindness, una organización de defensa sin ánimo de lucro.
Aun así, se pasa por alto a muchos niños que tienen dificultades para ver con claridad. La pandemia no ha hecho más que agravar el problema, ya que en muchos lugares las clases pasaron a ser en línea, y para muchos estudiantes los exámenes oculares en la escuela son la única oportunidad que tienen para que les revisen sus ojos. Incluso cuando los campus volvieron a abrir, las enfermeras escolares estaban tan saturadas de pruebas de coronavirus que los exámenes generales tuvieron que dejarse de lado, dijo Kate King, presidenta electa de la Asociación nacional de enfermeras escolares.
El problema es más frecuente entre los niños en edad preescolar, según el centro nacional. Señala que la encuesta federal sobre la infancia reveló que el 61 por ciento de los niños de 5 años o menos nunca se habían sometido a examen oftalmológico.
La encuesta de los CDC también reveló que el 67 por ciento de los niños con seguro médico privado se sometieron a una revisión de la vista, en comparación con el 43 por ciento de los que no tenían seguro.
Los optometristas, los médicos y las enfermeras escolares se preocupan no solo por la agudeza visual de los niños, sino también por su capacidad de aprendizaje y su calidad de vida en general. Ambos están fuertemente ligados a la vista.
La cuestión va más allá de la mala visión y de los problemas oculares que se pasan por alto. Existe un fuerte vínculo entre la vista de los niños y su desarrollo, especialmente el modo en que aprenden. La dificultad para ver con claridad puede ser el principio de muchos problemas posteriores para los niños, como las bajas calificaciones, los trastornos de déficit de atención mal diagnosticados o la falta de confianza en sí mismos.
Washington Post - Colleen DeGuzman
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