EEUU aún tiene mucho margen para reindustrializarse y aumentar la demanda interna.
Los tiempos son difíciles y la inflación aumenta. En Estados Unidos, debido a eso se le ha pedido al presidente Joe Biden que levante o disminuya los aranceles de la era Trump para determinadas importaciones chinas. La secretaria del Tesoro, Janet Yellen, dijo que algunas "reducciones pueden estar justificadas". Pero, como ella y muchos otros economistas reconocen, los aranceles que tienen como objetivo tan solo un 3,6 por ciento de la economía estadounidense no son la solución de la inflación. De hecho, los aranceles entre Estados Unidos y China desvían la atención de la verdadera batalla comercial: la competitividad mundial en sectores clave.
Algunas cifras nuevas del Hamilton Center on Industrial Strategy aclaran esto. Su índice contabilizó cómo cambió la participación de 10 países en la producción global de siete industrias clave (productos farmacéuticos, productos químicos, equipos eléctricos, maquinaria, automóviles, otros transportes, computadoras y electrónicos, y tecnología informática) entre 1995 y 2018 (el último año para el cual estaban disponibles los datos de la OCDE). El informe concluye que, si bien Estados Unidos sigue siendo fuerte en áreas como la farmacéutica, el software y el transporte no automovilístico (que en su mayoría corresponde a Boeing), sus resultados en los demás sectores son "débiles y van en declive", si se miden en función de su participación en el mercado mundial y del promedio mundial ajustado por tamaño. Estados Unidos se sitúa ahora un 6 por ciento por debajo de ese promedio.
Se trata de un gran problema, ya que este tipo de industrias manufactureras avanzadas constituyen la mayor parte de la investigación y el desarrollo empresarial y también impulsan el crecimiento de la productividad y la inversión nacionales. No es de extrañar que otros países, desde Alemania (que tiene una cuota de industria de avanzada de un 74 por ciento por encima del promedio mundial), hasta Japón (43 por ciento por encima), China (34 por ciento), Corea del Sur y Taiwán, hayan optado por proteger esas industrias de una forma que no hace Estados Unidos. Lo han hecho no con subsidios despilfarradores o políticas fallidas como, por ejemplo, la sustitución de importaciones, sino centrando la atención de los sectores público y privado en las industrias de alto crecimiento en momentos cruciales, de una manera que los mercados (que buscan ganancias a corto plazo, especialmente en países como Estados Unidos y el Reino Unido) no siempre están dispuestos a hacer.
Por ejemplo, la construcción de una nueva planta de fabricación de semiconductores puede requerir $20 mil millones, y el costo se duplica cada dos o cuatro años en las nuevas generaciones de productos. No es probable que un actor privado asuma semejante costo. La mayoría de los países que se preocupan por la fabricación de vanguardia subvencionan entre el 40 por ciento y el 50 por ciento de los costos iniciales a las empresas que están dispuestas a realizar inversiones de esa duración y magnitud, según un estudio sobre la industria manufacturera del McKinsey Global Institute. Pero en Estados Unidos, el Congreso aún no ha aprobado ni financiado completamente un proyecto de ley para subvencionar la producción de semiconductores, que es una industria estratégica de gran crecimiento que alimenta a todas las demás. ¿Cuál es la razón de esto, teniendo en cuenta las fragilidades del sistema de mercados que han surgido en los últimos años?
Una de las razones es que todavía hay algunos conservadores que creen que el país no debe intervenir en el mercado. En palabras de Rob Atkinson, director de International Technology and Innovation Foundation, que publica el índice Hamilton, tienen miedo de "cruzar el punto de no retorno de reconocer que los mercados no están funcionando tan bien como deberían; una vez que se llega a esto, se entra a un mundo completamente nuevo". Algunos economistas neoliberales también quieren volver a utilizar la reducción de los precios al consumo como única medida del éxito de la política económica.
Pero entre la mayoría de los Demócratas, e incluso algunos Republicanos, existe la sensación de que el gobierno tiene un papel que desempeñar en el apoyo a la competitividad y la resiliencia del país. La cuestión es cómo. ¿Debe centrarse principalmente en el desarrollo de habilidades? ¿Debe ampliar las formas en que se utilizan los presupuestos federales para apoyar la demanda interna? ¿Debe utilizar las políticas fiscales para suavizar la volatilidad de los precios? El congresista californiano Ro Khanna y otros progresistas querrían que el gobierno utilizara su poder adquisitivo para hacer acopio de algunos productos agrícolas,y de cosas como combustible para la calefacción de los hogares, cuando están baratos. Luego podrían revenderse a los estadounidenses durante los períodos de inflación.
Sin duda, las interrupciones de la cadena de suministro de los últimos años han contribuido al debate. "Si se observa el origen del valor añadido de la fabricación en la demanda final, Estados Unidos depende más de los insumos del extranjero que, por ejemplo, China", afirmó Eric Chewning, socio de McKinsey, que asegura que Estados Unidos tiene mucho margen para aumentar su abastecimiento interno. Señala que Estados Unidos satisface solo el 71 por ciento de su demanda final con bienes regionales; en Alemania, la cifra es del 83 por ciento, Japón se sitúa en el 86 por ciento y China en el 89 por ciento.
Alcanzar la paridad podría añadir $400 mil millones al producto interno bruto estadounidense, incluso antes de considerar las oportunidades de mercado de productos como los vehículos eléctricos o las innovaciones biotecnológicas de avanzada como, por ejemplo, la terapia genética. Los esfuerzos durante la pandemia por cubrir las deficiencias de la cadena de suministro en productos esenciales como los equipos de protección personal y los productos farmacéuticos, así como el impulso por parte de la administración para aumentar la capacidad nacional en áreas estratégicas como las baterías eléctricas, los semiconductores y los minerales de tierras raras, han creado un viento favorable para la producción local de bienes de alto valor.
Pero el gobierno tiene un papel aún más importante que desempeñar. La aprobación de la Ley de Innovación Bipartidista para apoyar la producción de chips y el uso de los presupuestos federales para fundamentar la mayor demanda interna posible es algo obvio. Pase lo que pase con los aranceles y la inflación, la mayor oportunidad y el mayor reto a largo plazo de Estados Unidos es reequilibrar la producción y el consumo.
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