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Apuntes desde el Pantano: Occidente no logra poner a Rusia en cuarentena

El canciller alemán, Olaf Scholz (i), la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, y el presidente galo, Emmanuel Macron, conversan durante su participación en la mesa redonda de la Cumbre Unión Europea-Balcanes Occidentales, ayer jueves, en Bruselas. EFE/ Olivier Hoslet.

La región no se ha dado cuenta de una gran realidad subyacente en la reacción global frente a la barbarie de Putin.

Uno de los aspectos más frustrantes del debate sobre Ucrania en EEUU es su grado de autoengaño sobre la unidad global.  La suposición es falsa.

La mayor parte de Occidente odia y teme a Vladimir Putin, al igual que idolatra a Volodymyr Zelenskyy.  Aún así, la mayor parte del resto no se ha unido a Occidente. Cuando Indonesia sea anfitrión de la cumbre del G20 en noviembre, Putin estará allí a pesar de la exigencia de Washington de expulsar a Rusia.  Solo cuatro de los 55 líderes africanos asistieron al discurso virtual de Zelenskyy ante la Unión Africana, que finalmente aceptó que él se dirigiera a ellos después de 10 semanas de pedirlo. No todas las cumbres son un festival de cine occidental, donde Zelenskyy se ha convertido en un elemento básico. Asimismo, no todo el mundo comparte la opinión de la política exterior estadounidense de que Putin está librando una guerra existencial contra la democracia. No necesito que me convenzan de las oscuras consecuencias de la agenda imperial de Putin, ni de la necesidad de que fracase.  Sin embargo, no soy un diplomático indio, ni un consumidor africano, ni un importador de energía latinoamericano.  Occidente no es el mundo y el mundo no es sólo Occidente.  Es asombroso que haya que insistir en algo tan obvio.

Esta es la regla número uno de mi manual no escrito sobre diplomacia global: Evita mirarte el ombligo.  La buena diplomacia ve las cosas desde otros puntos de vista y las tienen en cuenta.  Me temo que EEUU y Occidente en general están omitiendo una gran realidad subyacente en la reacción global ante la barbarie de Putin: la guerra de Ucrania está impulsando la demanda por un mundo multipolar, que es muy diferente a lo que nos hemos estado diciendo.

La mayoría de los países no occidentales anhelan la autonomía estratégica. Puede que les molesten las imágenes de Bucha y Mariupol, al igual que a nosotros nos preocupan las imágenes de la limpieza étnica en Myanmar o las ciudades bombardeadas en Siria. Eso no significa que vayan a suspender sus intereses para evitarlo, como tampoco lo hacemos nosotros cuando otros piden ayuda. Para gran parte del mundo, Ucrania es una tragedia humanitaria más.  El hecho de que Occidente lo vea como algo existencial les molesta. Los africanos, los árabes y los latinoamericanos saben que cuando hay un choque entre los ideales y los intereses de EEUU, generalmente ganan estos últimos.  Debemos ser cautelosos a la hora de juzgar a quienes hacen concesiones similares.

Principalmente, el mundo siente la guerra de Ucrania de dos maneras: los alimentos y la energía a precios más altos. Luego de una pandemia en la que el crecimiento de los mercados emergentes se desplomó y en la cual sus índices de deuda respecto al PIB se dispararon, la inflación en los productos básicos es lo último que necesitan. Si a esto le añadimos la subida de las tasas de interés en EEUU, tenemos los ingredientes de la próxima crisis de pagos en los mercados emergentes y el aumento de la inestabilidad política. No podemos culpar a países como India y Brasil por comprar petróleo ruso a descuento. Tampoco debe sorprendernos que haya muchos interesados en los granos rusos.  El hecho de que Putin bloquee las exportaciones de granos ucranianos y robe lo que pueda conseguir es un reflejo brutal de la ética de Moscú.  A pesar de ello, no altera el cálculo de los demás.  La economía dura triunfa sobre el moralismo difuso.  Joe Biden, después de todo, está a punto de viajar a Arabia Saudita para presionar para que produzca más petróleo.  Esto echa por tierra dos supuestos principios básicos de la administración Biden: reducir los combustibles fósiles y no apoyar a las autocracias parias.

La rápida desvinculación de Occidente con Rusia está chocando con los límites geopolíticos. Países como China e India están ayudando a crear sistemas de pago y rutas de transporte alternativos para las materias primas rusas. También están bloqueando los intentos occidentales de expulsar a Rusia del sistema multilateral. La mejor respuesta de Occidente a esto sería proporcionar el tipo de generosidad a los mercados emergentes en los que China ha tomado la delantera desde hace tiempo.  Washington debería encabezar los esfuerzos para impulsar la seguridad alimentaria mundial, organizar la reestructuración de la deuda de los mercados emergentes y conceder licencias para la producción de la vacuna contra el Covid (o mejor aún, suspender las patentes) en todo el mundo.  Si queremos que el resto nos siga contra Rusia, debemos prestar atención a lo que quieren.  Decirnos repetidamente que estamos en una guerra entre la luz y la oscuridad en la que no hay término medio no es una estrategia diplomática.  Rana, ¿compartes mi frustración con la arrogancia occidental? Si es así, ¿cuál es su cura?

Rana Foroohar responde

Ed, me encuentro en un raro desacuerdo contigo.  No creo que los responsables políticos estadounidenses sean en absoluto ingenuos sobre el hecho de que nos dirigimos hacia un mundo multipolar.  De hecho, es la hipótesis de trabajo de casi todas las personas con las que hablo.  El tipo de retórica a la que te refieres, sobre la luz y la oscuridad, el bien y el mal, es lo que yo considero relaciones públicas políticas, el material de los discursos para las masas.

Entre bastidores, el representante comercial de EEUU está elaborando una política comercial mundial multipolar (como lo escribí aquí).  La secretaria del Tesoro, Janet Yellen, reconoce que las instituciones de Bretton Woods son anticuadas para un mundo multipolar.  Los responsables de la política financiera se enfrentan a un nuevo mundo financiero multipolar. Por su parte, todas las personas que conozco en Washington y que ocupan altos cargos están tratando de entender cómo una multitud de actores públicos y privados de varios países, ciudades y comunidades participarán, a menudo como iguales, en este nuevo mundo.

Cuántos polos habrá y quién los dirigirá está ciertamente por verse. No obstante, yo no confundiría la retórica con la comprensión de la realidad por parte de los responsables políticos.

Edward Luce, Rana Foroohar

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