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Johnson, Trump y cómo deshacerse de un líder dictador

El primer ministro británico, Boris Johnson, presenta públicamente su renuncia ante su residencia de 10 Downing Street en Londres. FOTO: Bloomberg por Chris J. Ratcliffe.

Las instituciones independientes y los votantes que se preocupan por ellas son vitales para preservar la democracia.

"Trump británico" fue el calificativo que el ex presidente de EEUU Donald Trump, le puso a Boris Johnson, el primer ministro saliente del Reino Unido.

Muchos en Gran Bretaña se han resistido durante estos tiempo a esa comparación entre Johnson y Trump. Al fin y al cabo, el "querido Boris" tiene capacidad para reírse de sí mismo, ha recibido una educación clásica y sabe escribir con fluidez, todo ello muy distinto a Trump. Me enfrenté a esta comparación cuando escribí mi reciente libro, Age of the Strongman. ¿Era realmente justo incluir un capítulo sobre Johnson, junto a Trump -por no hablar de Vladimir Putin y Xi Jinping?

Mis dudas se disiparon con el espectáculo del condenado esfuerzo que hizo Johnson por aferrarse al poder. Un paralelismo que antes parecía exagerado ahora es habitual.  Andrew Neil, un comentarista británico que conoce tanto a Trump como a Johnson, escribió: "Siempre me he resistido a las comparaciones entre Boris Johnson y Donald Trump, ya no". Como señaló Neil, Johnson es un hombre que "actuó, como el señor Trump, como si las reglas no se aplicaran a él". Jonathan Sumption, ex juez de la Corte Suprema del Reino Unido, acusó a Johnson de hacer un "golpe constitucional fallido" al reclamar un mandato de tipo presidencial.

Tanto Johnson como Trump viven en un mundo de hechos alternativos, donde las verdades incómodas se ignoran o se desestiman como "noticias falsas". Ambos hombres son monstruosos egoístas, dispuestos a destrozar el sistema en favor de sus propios intereses.

La línea que va de Johnson a Trump y luego de Trump a otros líderes fuertes -como Recep Tayyip Erdoğan, Narendra Modi, Xi y Putin- también es más corta de lo que se suele apreciar.  Los sistemas en los que operan estos líderes son muy diferentes, pero sus estilos políticos son sorprendentemente similares.

Todos los líderes fuertes pretenden ser indispensables. Además, la mayoría de ellos también son nacionalistas nostálgicos. La promesa de Trump de "hacer a EEUU grande otra vez" es similar a la promesa de Xi de un "gran rejuvenecimiento del pueblo chino" y a la aspiración de Putin de ser el heredero de Pedro el Grande.

Una vez que un hombre fuerte afirma ser el único líder capaz de recuperar la grandeza nacional, se crean las bases para socavar las instituciones independientes que podrían interponerse en el camino de esta tarea vital, en particular, los tribunales, los medios de comunicación y la constitución.

Cualquiera que proteste es descartado como miembro de una élite corrupta, que se resiste a la voluntad del pueblo. Erdoğan, Xi y Putin han cambiado las constituciones de sus países para deshacerse de los límites a su periodo en el poder.  Trump "bromeó" con que EEUU debería seguir el ejemplo de China.

Los líderes fuertes han surgido tanto en los sistemas autoritarios como en los democráticos. Sin embargo, son mucho más fáciles de detener en las democracias.  Putin y Xi pueden silenciar y encarcelar impunemente a las voces disidentes y no les molestarán las investigaciones independientes sobre su comportamiento o su riqueza. Erdoğan actúa cada vez más en un entorno similar.

En EEUU y el Reino Unido, en cambio, las instituciones independientes fueron fundamentales para mantener a raya los instintos de hombre fuerte de Trump y Johnson. Cuando Johnson suspendió el parlamento, al principio de su periodo en el poder, la Corte Suprema del Reino Unido lo desautorizó. Las instituciones de EEUU resistieron el esfuerzo inspirado por Trump de anular el resultado de las elecciones presidenciales de 2020.

No obstante, los acontecimientos del 6 de enero de 2021, cuando una turba asaltó el Capitolio de EEUU, son un recordatorio de que las instituciones independientes no pueden separarse de las personas que las dirigen.

Si Mike Pence, el vicepresidente de Trump, hubiera tomado ese día una decisión diferente y se hubiera negado a ratificar la victoria electoral de Joe Biden, como quería Trump, EEUU se habría sumido en una profunda crisis constitucional.  Otros funcionarios estadounidenses, a nivel estatal, como el de Georgia, Brad Raffensperger, también cumplieron con su deber al negarse a inventar los votos adicionales que pedía Trump.

Aún así, lo que era cierto en 2020 puede no serlo en 2024. Los Republicanos de alto rango, que se apresuraron a condenar a Trump luego del 6 de enero, están cada vez más dispuestos a secundar la mentira de que se robaron las elecciones de 2020.  La Corte Suprema de EEUU dio un giro hacia la derecha radical. Asimismo, las instituciones a nivel estatal están amenazadas por los leales a Trump.

Esos acontecimientos pueden hacer que algunos británicos se sientan satisfechos con la relativa salud de la democracia del Reino Unido, en comparación con la estadounidense. El elaborado sistema de controles y equilibrios de EEUU parece menos capaz de mantener a raya a un posible hombre fuerte que el sistema más vulnerable de convenciones, a menudo informales, que rige en el Reino Unido. El partido conservador le puso fin a Johnson, mientras que los Republicanos le han seguido el juego a Trump.

Sería estupendo atribuir eso a la superioridad de los políticos británicos. A pesar de ello, la verdadera diferencia radica en la naturaleza de los electorados. Los altos cargos Republicanos se han acobardado ante la evidencia de que las bases del partido siguen esclavas de Trump. La mayoría de los miembros conservadores del parlamento tolerarían que Johnson sea el único primer ministro británico sancionado hasta ahora por infringir la ley mientras estaba en el cargo si consideraran que sigue siendo capaz de ganar una elección.

Los que realmente le pusieron fin a Johnson fueron los votantes de las circunscripciones de Tiverton, Honiton y Wakefield, que infligieron al partido Tory dos aplastantes derrotas en elecciones regionales. Después de eso, siempre era probable que el siguiente escándalo acabara con él y con Johnson nunca hay que esperar mucho. En una democracia, los verdaderos guardianes del sistema siguen siendo los votantes.

Gideon Rachman

Derechos de Autor - The Financial Times Limited 2021.

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