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La hazaña de un sargento latino, al filo de la muerte en el ataque al Capitolio

El sargento Aquilino Gonell fue un niño dominicano que emigró a Nueva York como muchos otros latinos en la década de los 90. Luego se hizo mecánico, fue a la guerra de Irak y en 2021 defendió al Capitolio del ataque del 6 de enero de 2021. A principios de junio, testificó en el Comité del Congreso q

El sargento Aquilino Gonell estuvo en primera línea defendiendo el Capitolio el 6 de enero de 2021. Cortesía Aquilino Gonell

Ser latino y estadounidense  no es contradictorio, es un complemento. De eso tiene mucho que decir Aquilino Gonell de 43 años. Fue un niño dominicano que creció en las calles de Brooklyn, en Nueva York, después del colegio trabajó de mecánico, luego fue soldado en Irak y ahora es sargento y uno de los testigos del ataque al Capitolio.

Muchos oficiales como él, se enfrentaron el 6 de enero de 2021 a la turba violenta que irrumpió en el Capitolio. A esos oficiales hay que agradecerles que ahora mismo impera un orden constitucional en Estados Unidos y que el 4 de julio se pudieron festejar 246 años de independencia y democracia sin interrupciones.

De voz calmada y con la virtud de la humildad por delante, el supervisor de un grupo de oficiales, asegura que aquel 6 de enero su vida estuvo en peligro, más que en cada uno de los días que permaneció en un Irak en guerra. Hace poco volvió a dar su testimonio ante la comisión de la Cámara de Representantes que investiga el asalto al Capitolio. Dejó un claro mensaje: que el pueblo estadounidense entienda lo cerca que estuvo de perder su democracia.

“Llegué con 12 años, en el 92. Casi no pasaba en la escuela, lo más duro fue el idioma, pero me puse juicioso, me animé a remediarme y terminé graduándome en el 98".

“Después me fui a trabajar de mecánico y luego al Army como reservista”. Se declaró la guerra en Irak, dejó sus estudios en artes audiovisuales en Long Island University y en 2004 se enlistó. Se quedaron a esperarlo su madre y sus cinco hermanos.

La melancolía y tristeza que embargaba a sus compañeros soldados a Gonell no le afectó. La pobreza, las carencias, el clima, la falta de luz y de celulares en Irak a sus ojos se parecían mucho a las de su pueblo en la zona de Los Limones, en República Dominicana. “A mi familia prometí no llamarles seguido, porque si un día no podía iban a pensar que estaba muerto. Me resigné, porque así es la guerra”.

SOLDADO. Cuando se declaró la guerra en Irak, Aquilino Gonell fue enlistado para movilizarse en el año 2004.

Allá hizo de todo, desde vigilar el hospital lleno de insurgentes heridos, hacer guardia en las torres de la base hasta salir en misiones a dejar cuadernos, libros, lápices y comida a los pueblos, en medio de bombas y morteros. “Allá tan lejos gracias a Dios salí vivo. Aquí tan cerca, con las patadas, empujones, golpes con astas de banderas, bates de metal y gas pimienta estuve a punto de perder la vida”.

Cojo y maltrecho por los golpes e los insultos no perdió ni un día de trabajo hasta que su superior, 15 días después lo obligó a ir al médico.

Los asaltantes lanzaban a los uniformados latas llenas de soda que les caían como piedras. En dos ocasiones Gonell cayó al suelo, casi muere aplastado por los revoltosos y sus compañeros que en medio de esa batalla campal luchaban por defender la entrada principal. Así más de cuatro horas aguantando insultos racistas y gritos de traidor; con un hombro lastimado, un pie hinchado y las dos manos heridas. “Por derecho y mucho esfuerzo me he ganado mi sitio. Soy latino, pero también soy americano”.

Cuando volvió de Irak terminó su licenciatura y decidió echarle suerte como oficial de seguridad del Capitolio. Allí está desde hace 12 años, escoltando a congresistas, dignatarios, reyes, celebridades y turistas que llegan hasta esas famosas instalaciones.

El ataque al Capitolio

Se daba por sentado que el Capitolio y sus inmediaciones eran las más seguras del país. Además, en la capital siempre hay más refuerzos y está más vigilada. “Todo cambió, nuestro presidente no solo mandó a su gente a atacarnos, sino que no hizo nada para detenerlos ni autorizó a otras agencias a darnos auxilio”.

Justo cuando su terapista le dio el alta por las heridas sicológicas causadas aquel día, Gonell se presentó a principios de junio ante la comisión que investiga esos eventos y con las emociones a flor de piel les recordó: “Defendimos nuestra posición con nuestros cuerpos ensangrentados, sudados e incluso con nuestras lágrimas, porque fuimos atacados. Fue horrible, fue como una batalla medieval”.

Gonell llegó a Estados Unidos cuando tenía 12 años y ahora es supervisor de un grupo de oficiales de la policía del Capitolio

En conversación con El Tiempo Latino hizo memoria de cómo para él se presentaba ese día de trabajo. “Como siempre hay demostraciones (protestas) de todo tipo a favor o en contra, siempre estamos preparados. Nuestro protocolo es el mismo, no importa si viene mucha o poca gente. Ese grupo ya había estado en el Capitolio tres veces antes, veíamos que el presidente estaba marcando su territorio, pero nunca pensamos que nuestros propios ciudadanos se iban a ir contra del uniforme azul que aseguran respetar y querer”.

Dice sentirse orgulloso de ser ciudadano americano, aunque a ratos se cansa de estar defendiendo la lealtad al país. “Es que hay gente que por más que uno haga lo maltratan. Ser soldado, ir a la guerra, hacerse policía y servir para muchos no vale. Hagas lo que hagas te menoscaban”.

- “Algún día estudiarás en la escuela que un grupo de policías valientes evitaron cosas peores en el Capitolio”, le comentó a su pequeña hija hace poco.

-  “Le diré a mi profesor que mi papá es el policía que estuvo allí”, respondió ella.

Gonell se llenó de orgullo y lloró, sabiendo que no tiene que probar su patriotismo a nadie y que no queda más que “seguir pa’lante”.

El oficial, en sus tareas de supervisión de seguridad en las inmediaciones de el Capitolio