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La capacidad de aguante de Putin pondrá a prueba la determinación de Occidente

Décadas de poder y una determinación sin precedentes dan a Putin una ventaja sobre sus homologos occidentales en cuanto a no ceder en el conflicto con Ucrania hasta que Rusia obtenga la victoria. FOTO: EFE/EPA/ALEXEI NIKOLSKY/SPUTNIK/KREMLIN POOL MANDATORY CREDIT.

A medida las fuerzas rusas se atrincheran para el invierno, los gobiernos de la UE y EEUU deben intensificar su apoyo a Ucrania.

Estos días, el estado de ánimo en el búnker del presidente Volodymyr Zelenskyy en Kiev es sobrio, rayando en lo lúgubre, y la inminente salida de Boris Johnson de Downing Street no habrá levantado los ánimos.  Johnson, un personaje de caricatura en Gran Bretaña que fue tomado en serio en Ucrania, cumplió las promesas de ayuda militar y fue una presencia tranquilizadora en una alianza occidental susceptible de sufrir el chantaje ruso en materia de energía y armas nucleares.

La estrategia de Vladimir Putin ha cambiado con respecto a su inviable plan original de instalar un gobierno títere en Kiev.  Desde entonces, el presidente ruso se ha decantado por una guerra de desgaste en el este y el sur, con el objetivo de eliminar la capacidad de Ucrania para actuar como Estado soberano.

"Todos los rusos tontos están muertos", dijo recientemente un alto miembro del séquito de Zelenskyy a un visitante occidental.  Señaló que Putin estaba jugando a esperar, confiando en que podría absorber un índice de bajas inicialmente elevado pero que ahora está disminuyendo, aplastar la moral ucraniana y, en última instancia, prevalecer en su intento por reafirmar la órbita de influencia de Rusia en territorios extranjeros fronterizos.

En Washington, el gobierno de Biden ha llegado a la conclusión de que es vital "diluir" la convicción de Putin de que puede ganar en desgaste a Occidente.  Eso significa que hay que dar a los ucranianos los medios para infligir pérdidas y recuperar el territorio en el Dombás y alrededor del puerto de Kherson en el Mar Negro.

Bajo los incesantes bombardeos de artillería, las fuerzas ucranianas se han visto obligadas a realizar retiradas tácticas.  Aunque el número exacto de víctimas es celosamente guardado, algunos informes sugieren que están perdiendo entre 600 y 1.000 personas al día. A hora es responsabilidad de Ucrania detener y revertir los progresivos avances rusos y evitar que sus fuerzas se atrincheren para el invierno. Esto requerirá un esfuerzo mucho mayor por parte de Occidente para suministrar y entrenar al ejército ucraniano.

Lo más importante es que el gobierno estadounidense no cree que este esfuerzo pretenda expulsar a todos los rusos de Ucrania, una perspectiva que se considera poco realista y potencialmente peligrosa. Los funcionarios están conscientes de que la doctrina militar rusa permite el uso de armas nucleares en caso de una “amenaza existencial”.

Ensangrentar los puntos de ataque, sabotear las líneas de suministro, aprovecharse de la escasez de mano de obra de Rusia y plantear la amenaza de una movilización nacional no deseada, todo esto en conjunto sirve para hacer dudar a Putin y sus comandantes.

Solo entonces cabría la posibilidad de "hacer una pausa" en los combates que permita que las fuerzas ucranianas se reagrupen, que la economía ucraniana se recupere y que se reanuden las exportaciones desde sus puertos que se encuentran actualmente bloqueados. En este punto, podría abrirse la puerta a la diplomacia, ya que tanto Rusia como Ucrania se sentarían a la mesa de negociaciones mientras las sanciones occidentales siguen estando en vigor.

O eso es lo que se piensa.  El problema que hay con la situación hipotética de la "pausa" es que puede sobreestimar la sensatez de Putin y subestimar la determinación de Ucrania de luchar hasta el último hombre y mujer.  Los que han hablado con Putin desde que comenzó la guerra lo describen como un líder lleno de resentimientos contra Occidente, pero que confía en la influencia que tiene sobre Europa debido a la venidera crisis energética.  La interrupción de las exportaciones de gas a Alemania de esta semana, que supuestamente se realizó para dar mantenimiento a los gasoductos, no es más que un anticipo.

Las peticiones de reabrir el puerto de Odesa en el Mar Negro por motivos humanitarios, para permitir la exportación de trigo a países en apuros como Bangladesh, Egipto, Líbano y Pakistán, fueron ignoradas con un encogimiento de hombros al mejor estilo de la KGB.

El cinismo de Putin tiene alcances que incluso los interlocutores más experimentados consideran difíciles de digerir.  Para la opinión pública occidental, que hasta ahora se ha mantenido firme en su apoyo a Ucrania, debería ser una llamada de atención.  Está decidido a lograrlo.  Por eso, es responsabilidad de los gobiernos occidentales seguir abogando por un generoso apoyo económico, financiero y militar al gobierno de Zelenskyy y los inevitables sacrificios en casa.

Robert Habeck, ministro de Economía alemán y líder de los Verdes, ha sido ejemplar en este sentido, ya que trata de independizar a los alemanes del petróleo y el gas baratos de Rusia.  También lo ha hecho Mario Draghi, primer ministro de Italia, que advirtió a sus ciudadanos de que este verano debían elegir entre la paz y el aire acondicionado.

En última instancia, la guerra de Ucrania gira en torno a si prevalecerá la ley de la selva o el estado de derecho. Otros grandes países están muy pendientes del resultado, especialmente China con su "tentación de Taiwán".  Johnson no es Winston Churchill, pero entendió lo que estaba en juego.  En este limitado, pero importante sentido, se le extrañará en el ámbito internacional.

Lionel Barber

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