Los gobiernos de todo el mundo necesitarán estrategias de adaptación y mitigación.
La naturaleza humana da prioridad a lo cercano sobre lo lejano y se preocupa más por lo próximo que por lo remoto. Para muchos en Occidente, las consecuencias del cambio climático, a pesar de su obvia gravedad, han sido algo que han experimentado en gran medida otras personas o que sentirían las generaciones futuras. Ya no es así. Las advertencias abstractas sobre la emergencia climática se han hecho demasiado reales este mes, cuando el calor extremo ha afectado a franjas del hemisferio norte, desde Europa occidental hasta EEUU y China.
Los incendios forestales han hecho estragos, los ríos se han secado y hubo que evacuar a miles de personas. El Reino Unido registró su primer día por encima de los 40 ºC, lo que interrumpió los servicios públicos e hizo que las redes ferroviarias se paralizaran. Con las agobiantes temperaturas disminuyendo en el Reino Unido, su breve ola de calor solo ha sido una muestra de lo que ha ocurrido en la Europa continental, donde el clima abrasador de varias semanas ha resultado fatal. En España, un país acostumbrado a veranos largos y calurosos, las autoridades estiman que más de 500 personas han muerto en lo que va de julio a causa del calor extremo; la segunda ola de calor que sufre el país en esta época.
El clima de este verano no es raro. Los meteorólogos lo predijeron con increíble precisión. Los modelos climáticos predicen que, si no se toman medidas, estas olas de calor serán más frecuentes e intensas: las temperaturas experimentadas este año dejarán de considerarse inusuales. Eso significa que los días excepcionales serán aún más calurosos. El círculo vicioso de inviernos secos, olas de calor en verano e incendios forestales seguirá girando, incluso si los países se aferran a sus promesas actuales de limitar las emisiones de gases de efecto invernadero.
Eso significa que los países tendrán que adaptarse al cambio climático, no solo mitigarlo. Para ello es necesario pasar de las medidas de emergencia reactivas a la planificación preventiva. Se pueden tomar algunas medidas sencillas. En España, por ejemplo, las autoridades están estudiando la posibilidad de nombrar y clasificar las olas de calor como si se tratara de tormentas, en un intento de concientizar a la población sobre los peligros para la salud del estrés térmico. Otras medidas son más complejas desde el punto de vista logístico: siete ciudades de todo el mundo en puntos literalmente calientes, como Atenas, han designado zares del calor para asesorar a los funcionarios y coordinar las respuestas.
Sin embargo, incluso los países históricamente templados tendrán que tomar medidas. En el Reino Unido será necesario realizar una adaptación masiva de las infraestructuras y de los edificios para hacerlos más resistentes a las inclemencias del clima. Eso tomará tiempo y dinero. Esto debe contrastarse con el costo de la falta de preparación: según un informe del Atlantic Council y Vivid Economics, solo en EEUU se perderán $200 millardos al año de aquí a 2030 por la reducción de la productividad de los trabajadores a causa del estrés térmico.
Adaptarse al cambio climático no significa dejar de intentar reducir las emisiones. Lamentablemente, el impulso de la conferencia COP26 del año pasado ya se disipó. Pocos países han hecho lo que prometieron entonces: formular objetivos "reforzados" para 2030 con el fin de limitar el calentamiento global a 1,5 °C, que evitaría los impactos más perjudiciales del cambio climático. La revolución climática prometida por Joe Biden para EEUU se estancó.
Solo faltan cuatro meses para que Egipto sea sede de la próxima cumbre de la COP. Se celebrará con el telón de fondo de las elecciones de mitad de mandato en EEUU, una crisis del costo de vida que se prevé se agravará y, como es probable, una continua guerra de Rusia contra Ucrania. Para entonces, el calor agotador será un recuerdo lejano. Ahora es el momento de que los países del G20 en particular, que aportan el 75 por ciento de las emisiones mundiales, cumplan con sus promesas de mejorar sus objetivos climáticos lo suficiente como para limitar el calentamiento a 1,5 °C. El cambio climático no puede evitarse en este momento. El clima será más extremo. No obstante, podemos intentar controlar cuánto empeora.
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