Pekín debería pensarlo bien antes de tomar represalias contra el viaje de la oradora de la Cámara de Representantes de EEUU.
Nancy Pelosi se embarcó en una gira por Asia Oriental que, cómo se ha visto hoy, incluye una escala en Taiwán. Es la primera vez en 25 años que la cabeza de la Cámara de Representantes de EEUU visita Taiwán. China advirtió que sus fuerzas armadas "no se quedarán de brazos cruzados" frente a la visita a la isla autogobernada que Pekín reclama como parte de su soberanía. Aunque Washington tiene derecho a intentar apoyar la posición de Taiwán y disuadir la agresión china, la visita de la presidenta está mal planeada y es inoportuna. Es un momento de peligro que exige responsabilidad y moderación por ambas partes.
No hay que subestimar los riesgos de la visita de Pelosi. Xi Jinping, el poderoso líder chino, advirtió la semana pasada al presidente estadounidense Joe Biden de que Estados Unidos estaba "jugando con fuego". Según el comunicado oficial de Pekín, Xi no mencionó el nombre de Pelosi, pero dijo que su gobierno "salvaguardará con determinación la soberanía nacional y la integridad territorial de China".
La visita se produce en un momento demasiado tenso. Xi aspira a un nuevo mandato en el 20º Congreso Nacional del Partido Comunista Chino, que se celebrará este año. Sin embargo, las tensiones internas son elevadas, ya que la economía se tambalea y la política de Pekín de "cero Covid" es blanco de críticas.
Todavía no está claro si China tomará represalias por el viaje de Pelosi. A mediados de la década de 1990, Pekín demostró su ira por una visita no oficial a Estados Unidos que hizo el presidente taiwanés independentista Lee Teng-hui, lanzando misiles de prueba al mar cerca de la isla.
Pekín advirtió el mes pasado que una visita de Pelosi representaría una "grave violación" de la política de "Una sola China", según la cual Estados Unidos reconoce a la República Popular como único gobierno legal de China, y dice estar informado de la posición de Pekín de que Taiwán es parte de China. La afirmación de Pekín en la década de 1990 de que la visita de Lee a Estados Unidos violaría la política de "Una sola China" provocó la crisis de los misiles en el estrecho de Taiwán.
No cabe duda de que hay buenas razones para que los altos funcionarios estadounidenses quieran demostrar su solidaridad con Taiwán. Xi ha insistido cada vez más en que Pekín tiene la determinación y los medios para lograr la "reunificación completa" de la isla con la "madre patria". Pekín ha intensificado la presión militar sobre Taipéi, incluso enviando en repetidas ocasiones aviones de combate a la zona de defensa aérea de Taiwán.
Durante su carrera, Pelosi también ha hecho mucho por destacar los abusos de los derechos humanos que se cometen en China, como desplegar pancartas en la Plaza de Tiananmén en 1991 en protesta por la masacre de civiles en Pekín en 1989. Sin embargo, hoy en día Taiwán representa una cuestión geopolítica mucho más compleja. Los riesgos de una guerra en el estrecho de Taiwán, y de que cualquier conflicto acabe enfrentando a China con Estados Unidos, son reales.
La visita de Pelosi corre el riesgo de que se la considere como un acto de apariencias que hará enfurecer a Pekín sin mejorar la seguridad de los 24 millones de habitantes de Taiwán. El dilema para la presidenta es que, aunque su viaje conlleva el peligro de que Pekín tome represalias, no hacerlo supondría el riesgo de ser vista como un sometimiento a la presión china y dar a Pekín la autoridad de influir sobre la manera en la cual Estados Unidos puede relacionarse con Taiwán.
China debería pensarlo bien bien antes de iniciar cualquier forma de agresión como respuesta. Debe ser consciente de que el Congreso y su presidenta están separados del Poder Ejecutivo estadounidense, y la visita de Pelosi no conlleva ningún respaldo oficial. De hecho, la Casa Blanca dejó claro el mes pasado que la política de Estados Unidos sobre Taiwán no ha cambiado.
Más adelante, Estados Unidos debería centrarse en iniciar acciones cuidadosamente coordinadas que tengan un verdadero valor para reforzar la seguridad de Taiwán. Washington debería aumentar el suministro de armas, tal y como establece la Ley de Relaciones con Taiwán de 1979, y ampliar el entrenamiento. Este tipo de acciones, emprendidas sin tanto alarde, son probablemente mucho más eficaces que las visitas de alto perfil que al fin de cuentas no tienen ningún propósito.
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