Los deportes ayudan a desarrollar destrezas físicas y mentales, facilitan hacer amigos, trabajar en equipo, mantenerse saludables, mejorar la autoestima y divertirse.
Si para todo esto es bueno hacer ejercicio ¿por qué los niños y adolescentes latinos son los que menos participan en las distintas disciplinas deportivas en las escuelas? Las razones son varias, pero todas tienen algunos denominadores comunes: carencia de recursos económicos, poca información en español, falta de tiempo de los padres de familia y desconocimiento tecnológico para llenar las aplicaciones que están en inglés y en internet.
Ahora mismo es tarde para inscribirse en los equipos escolares de fútbol, atletismo, fútbol americano, básquetbol o voleibol. Estos deportes son los más populares entre los educandos del área metropolitana, según una encuesta de la Federación Nacional de Asociaciones Estatales de Escuelas Secundarias. El proceso de inscripciones hay que comenzarlo en junio y julio y en agosto se toman las pruebas para saber si los menores de edad tienen aptitudes o no.
La falta de ejercicio rutinario y una dieta poco saludable, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés), son los las responsables de que 14.7 millones de niños y adolescentes tengan sobrepeso en Estados Unidos. La mayor prevalencia de la obesidad, con 26.2%, se registra entre los menores de edad latinos; seguidos de los afroamericanos, con 24.8%; un 16.6% entre los blancos y un 9% entre los asiáticos.
El sedentarismo y la dieta en los niños es la causa de que los pediatras reporten más casos de diabetes tipo 2 y asma, entre los niños. Estas condiciones van atadas al estatus socioeconómico de las familias. El sobrepeso es más frecuente entre los hogares con menores ingresos económicos, sin importar la etnia.

Sudar no es prioridad
Las actividades deportivas en la escuela intermedia y en el bachillerato se dividen en tres tiempos: otoño, invierno y primavera. Se necesitan algunos requisitos antes de inscribirlos, entre ellos un informe actualizado y sellado del pediatra que señale que el estudiante está físicamente saludable.
Además, se requiere un seguro médico en caso de accidentes. “Con padres de familia latinos que trabajan seis o siete días a la semana, que no leen ni hablan inglés, que solo tienen un celular y que deben llenar cinco formularios para algo tan simple como es el registrar a sus hijos en algún deporte no es una prioridad”, dice Nohra Rodríguez, enlace bilingüe de Swanson Middle School, en Arlington.
El problema es crónico en la comunidad latina. “Cuando iba a los partidos de mis hijas o a verlas en las clases de gimnasia, ellas eran las únicas hispanas. Allí empecé a darme cuenta que las actividades deportivas son el cernidor por el que pasan muy pocos de nuestros niños”, dice Rodríguez, no sin cierta frustración y desde la voz de la experiencia.
Ella, desde hace muchos años, ha sido el enlace entre varias escuelas públicas y los padres de familia en los condados de Fairfax y Arlington.
“La mayoría de deportes en los colegios son selectivos, en los equipos casi todos son blancos, hay un cierto número de afroamericanos, algunos asiáticos y los hispanos están a la cola. Donde son más visibles es el fútbol, aquí conocido como soccer”. Si se habla de tenis, básquetbol, lacrosse, porristas, natación o gimnasia la presencia latina es mínima, asegura Rodríguez.

Cualquier deporte vale
Víctor Ramírez, abogado y entrenador del equipo de fútbol de Northwestern High School, sabe que no todos los estudiantes van a jugar y entrar en categorías de élite deportivas “pero sí sería ideal que si no es un deporte se involucren en ajedrez, dibujo y otras actividades que les abra la mente”. Sus 11 chicos son los actuales campeones estatales de secundaria, en Maryland.
Él mismo fue un niño, venido de El Salvador, que gracias al fútbol aprendió a trabajar en equipo y a conocer gente. “No se veían jugadores como yo, eran gringos y afroamericanos con diferentes costumbres, pero si queríamos ganar teníamos que luchar por una meta común. Eso hace el deporte, no ve al individuo, ve el talento”.
A Karla Andrade le gustaría que su Eduardo y su José ya estuvieran inscritos y jugando básquetbol y fútbol americano, deportes por los que se desviven, pero la falta de tiempo y el no saber manejar, lo más lejos que llegan es hasta el parque, el resto de las horas de vacaciones pasan encerrados con sus ojos pegados a una iPad. Estos niños estudian en Swanson Middle School, en Arlington.
“Se afectaron tanto con la pandemia, al grado de tener depresión y están tomando medicamentos. Me insisten que los ponga en uno de esos equipos. No sé cómo hacer, soy madre separada y trabajo cuidando niños en casa, no me da el tiempo para ir a dejarlos e ir a traerlos en transporte público. Ese es mi impedimento”, dice Andrade, quien además tiene otro niño, Edgar, que este año entrará al Kindergarten.
Tampoco el dinero le sobra para comprar los uniformes. La pandemia la dejó desfinanciada y esa es otra razón “por la que no puedo cumplirles a mis niños el sueño de practicar los deportes por los que mueren, con la ayuda de Dios, quizá este año logre inscribirlos”.

Están más en el fútbol
Hay deportes que son más elitistas donde la presencia de hispanos es casi nula, lacrosse es uno de ellos. Ashley Hidalgo es entrenadora en esta disciplina y le encantaría ver más niños y jóvenes como ella en las canchas. “El deporte es una buena forma de aprender a desarrollar destrezas de liderazgo y conectarlas a la vida real, se consigue disciplina y organización en el manejo de los tiempos. Cuando veo a un chico o a una chica de nuestra comunidad los animo a continuar, el problema es que son muy pocos”.
Además, si los niños son muy buenos estudiantes y desde pequeños se involucran en una o varias disciplinas deportivas, se abren las posibilidades de obtener becas y continuar sus estudios superiores, “pero siento que de eso no se habla mucho en las escuelas”, dice Hidalgo. Si la falta de rostros latinos en los deportes estudiantiles es tan notoria, lo es aún más entre los hombres y mujeres de este grupo. “Veo más chicos que chicas, porque ellos elijen más el fútbol. Eso es entendible, pues está en nuestra esencia latina, aunque sería bueno verlos en otras ramas que por ahora son privilegio de otros”.
Ella misma es el ejemplo de cómo el deporte desde edades muy tempranas le está ayudando a construir su futuro: logró media beca universitaria y le facilitó llegar hasta el selectivo club de porristas en George Washington University.
Deportes como lacrosse son costosos, llegan a valer hasta $500 mensuales, “pero hay otros que pueden ser financiados por las escuelas intermedias, eso permitirá dar más oportunidades”.

El premio: ser felices y sanos
Hay que tomar en cuenta que, si los adolescentes deciden practicar un deporte en serio y quieren ser parte de un equipo en la universidad, deben ser tan buenos estudiantes como deportistas. “Las universidades no aceptarán que un joven sea mejor en las canchas que en el aula, deben ser excelentes en los dos escenarios”, asegura Ramírez.
Los entrenadores se encargan de observar el rendimiento. “Por lo tanto, si no tenemos muchachos preparados mentalmente, tampoco van a poder rendir físicamente. No van a triunfar, se van a frustrar y eso también hay que tomar muy en cuenta”, enfatiza Ramírez.
El premio mayor es que si logran cruzar esas barreras, sacando buenas notas en el aula y haciendo anotaciones en la cancha no solo abren las puertas para ellos, sino para los niños y los jóvenes de sus vecindarios y sus comunidades. Es el caso de Hidalgo, ella siempre fue una muy buena alumna en la secundaria, al igual que una excelente gimnasta y jugadora de lacrosse.
Andrade ni siquiera sueña con grandes hazañas deportivas para sus hijos. Para ayudar a los chicos en problemas y hacer prevención y que no terminen en pandillas, en el condado de Arlington hay un programa de fútbol (soccer) para todos los adolescentes. El día que van a jugar se les da el almuerzo y refrigerios. Los consejeros se encargan de conseguir esos campamentos.
Rodríguez procura llamar a la mayoría de padres de familia y no son pocas las veces que se choca con la misma respuesta: “señor, gracias por avisarme, pero trabajo todo el día en pintura, no tengo quien me lo lleve y quien me lo traiga, ese es mi problema”.