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La UE debe permanecer unida frente a guerra energética contra Rusia

La presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, ha indicado que Europa está mejor preparada de los esperado para aguantar la crisis energética invernal que se avecina debido a la guerra entre Rusia y Ucrania. FOTO: EFE/EPA/CHISTOPHE PTIT TESSON.

Se necesitan medidas conjuntas para equilibrar la demanda y la oferta y evitar el acaparamiento.

El enfrentamiento energético entre Rusia y Europa está llegando a su punto crítico. La semana pasada, el Kremlin cerró indefinidamente su principal gasoducto hacia el oeste, Nord Stream 1, lo que redujo el flujo total de gas ruso a una fracción de los niveles anteriores a la guerra y provocó un aumento de precios. La idea de Vladimir Putin es que los países europeos demostrarán ser menos capaces de aguantar las costosas facturas de energía en invierno y la posible escasez que lo que Rusia es capaz de aguantar en cuanto a las sanciones occidentales, y que su unidad y determinación se romperán antes de que la primavera traiga ofensivas militares renovadas en Ucrania. Con las fuerzas de Kiev empezando a hacer avances, la próxima batalla energética es una que la Europa democrática no puede perder.

Mientras la UE prepara su respuesta conjunta, hay motivos para el optimismo moderado. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, afirma que el gas ruso ha pasado del 40 por ciento de las importaciones de gas de la UE antes de la guerra, al 9 por ciento actualmente. Se encontraron nuevos proveedores de gas natural licuado, se cambiaron las fuentes de combustible y se introdujeron medidas de eficiencia. El almacenamiento de gas de la UE está lleno en un 84 por ciento, por encima del objetivo del 80 por ciento que se había fijado para finales de octubre.

Los precios, aunque volátiles, han caído por debajo del nivel anterior al anuncio del cierre del Nord Stream 1. Algunos analistas se atreven a decir que, habiendo disparado ya su principal arma de gas, a Putin le quedan pocas municiones.

Sin embargo, no hay lugar para una falsa sensación de seguridad. El cierre del NS1 en Rusia hace que la recesión invernal que se cierne sobre la eurozona sea una realidad cada vez mayor. El actual elevado riesgo de racionamiento y apagones ha aumentado, y una dura ola de frío podría agotar rápidamente las reservas de gas. No todos los países se verán afectados por igual: los que tradicionalmente dependen más del gas ruso, como Alemania, Italia y los países de Europa central, se enfrentan a una mayor recesión económica, que podría imponer tensiones en la solidaridad.

Los precios extremadamente elevados siguen aplastando a los hogares y a la producción industrial, y el aumento de los tipos de interés agravará la situación. Si no se toman medidas contundentes, las autoridades alemanas advirtieron a principios de este año de la posibilidad de que se produjera un "invierno helado", y de que miles de personas se quedaran sin trabajo en las industrias que cerraran y no volverán a abrir. Se han logrado avances desde entonces, pero el malestar social derivado de la reducción del costo de vida, como lo demuestran las recientes protestas en la República Checa, sigue siendo un riesgo. Los países de la UE se verán presionados a gastar aún más para evitar esa dislocación y evitar una reacción contra las privaciones que se exigen en nombre de la solidaridad con Ucrania.

Esto hace que el enfoque coordinado de la UE, el cual von der Leyen describió hoy miércoles, sea aún más clave. Hasta ahora, los países han respondido con diversas recetas políticas, como topes de precios, pagos únicos y transporte subvencionado. Ya se han gastado y prometido unos 350 mil millones de euros, lo que ha puesto a prueba las finanzas públicas. Acordar un plan conjunto no será fácil. Siguen existiendo discrepancias sobre los planes para limitar el precio del gas y el mecanismo para capturar los beneficios inesperados. Pero el espíritu de cooperación, dentro de la UE y con otros socios internacionales, es la única manera de avanzar.

Cuanto mayor sea la demanda de gas y más limitada la disponibilidad de suministros alternativos, más complicada será la situación inflacionaria y mayores serán los costos económicos para todo el bloque. La gestión conjunta de la demanda y la oferta será ahora crucial; las propuestas de esfuerzos comunes para reducir el uso de la energía y facilitar la liquidez a las empresas energéticas son loables.

Estas medidas deberán combinarse con esfuerzos para reforzar las infraestructuras energéticas que ayuden a equilibrar la oferta y la demanda, y con la coordinación para evitar el acaparamiento de suministros. Europa ha resistido bien hasta ahora. Pero la guerra económica con Putin se ganará o perderá finalmente en función del nivel hasta el cual el bloque pueda mantenerse unido.

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