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El liberalismo occidental sigue al borde del precipicio

En un claro indicio de que la derecha sigue creciendo en muchas partes del mundo occidental, la considerada ultraderechista Giorgia Meloni, fue elegida primera ministro de Italia este fin de semana pasado. FOTO: EFE/EPA/ETTORE FERRARI.

Se avecina un duro invierno económico y las posibilidades de que Donald Trump vuelva al poder siguen intactas.

El mayor estímulo para las democracias liberales que dudan de sí mismas ha sido la invasión de Ucrania por parte de Vladimir Putin. Su agresión del 24 de febrero recordó a los occidentales que hay algo que vale la pena defender. Sin embargo, estos momentos de impulso no se dan a menudo. A medida que Europa y Estados Unidos se adentran en probables recesiones este invierno, aparece la posibilidad de otro resurgimiento populista. Aunque la influencia de Putin se viene a pique (incluso entre los votantes europeos de extrema derecha), Rusia no pierde la oportunidad de avivar el fuego de las divisiones occidentales.

Es pura coincidencia que la primera ministra italiana de extrema derecha, Giorgia Meloni, la primera después de la posguerra, vaya a tomar posesión de su cargo casi exactamente un siglo después de que Benito Mussolini, el creador del fascismo, marchara sobre Roma. El triunfo de Meloni tuvo lugar poco después de que los Demócratas de Suecia, una agrupación nacionalista de derecha, se convirtieran en el segundo partido más importante, con una quinta parte de los votos. En EEUU, los Demócratas de Joe Biden están en mejor posición que antes. Pero aún es probable que pierdan la Cámara de Representantes en noviembre. Eso llevaría a Biden al infierno de una investigación mientras los Republicanos promulgan la venganza por la doble acusación de Donald Trump. Dos años de parálisis hostil en Washington, combinados con la recesión, podrían dar lugar a cualquier cosa.

La crisis democrática de Occidente no ha llegado a su punto más elevado. El debate sobre si hay que definir a la derecha actual como fascista, o "posfascista", consume mucho tiempo mediático. La semántica es una pista falsa. Lo que estos partidos comparten es la repugnancia por la democracia liberal. Los Republicanos de Trump no disimularon su alegría por la victoria de Meloni. La nueva líder italiana, junto con el igualmente alegre húngaro, Viktor Orbán, es una de las recientes estrellas de la Conferencia Política de Acción Conservadora, la reunión más influyente de la derecha estadounidense. Steve Bannon, el más asiduo creador de vínculos transatlánticos de la derecha estadounidense, se hizo amigo de Meloni hace años, cuando casi nadie sabía de su partido, Hermanos de Italia. "Si le das un rostro razonable al populismo de derechas, te elegirán", le explicó Bannon. Ella siguió su consejo.

Aunque Putin se nutre de las divisiones de Occidente, sus dificultades son, en gran medida, de su propia cosecha. La creencia que tiene la izquierda estadounidense de que Putin fue clave en la elección de Trump en 2016 es exagerada. De ello se desprende que una derrota rusa en Ucrania no pondría fin a los problemas de Occidente. Pero el destino de Ucrania no funciona igualmente en sentido contrario. Una victoria rusa enviaría un mensaje escalofriante sobre la capacidad de los autócratas para acabar con las democracias a las puertas de Occidente. Dado que la derrota parcial o total de Rusia parece ahora más probable, la mejor esperanza de Putin reside en debilitar la determinación de Occidente.

La principal oportunidad de Rusia llegará este invierno. Su arma más letal está en el aumento de los precios de la energía que impulsa la inflación, lo que significaría un endurecimiento monetario más rápido a ambos lados del Atlántico, y con recesiones más profundas. Ni Putin ni Europa pueden influir en el frío de este invierno. El racionamiento de la energía en Europa haría que todos los votantes se pusieran de mal humor. Incluso el aumento del precio de la gasolina puede desencadenar una reacción populista, como descubrió el francés, Emmanuel Macron, con las protestas de los chalecos amarillos en 2018. Putin también podría extender la guerra lateralmente a otras partes de Europa que no pertenezcan a la OTAN, como Moldavia, y mediante ataques cibernéticos a infraestructuras europeas críticas, incluidas las redes de energía. El mayor temor es que Putin utilice armas nucleares. Es más probable que opte por estos otros tipos de escalada.

¿Podrá Occidente mantener su posición? Pase lo que pase en noviembre, Biden seguirá estando a cargo de la política exterior estadounidense. Se ha ganado menos crédito del que merece por mantener la unidad occidental y suministrar la mayor parte del material militar a Ucrania. Aparte de desear que Putin se retire, Biden ha sido inusualmente disciplinado en sus comentarios sobre la guerra. La tranquilidad de su discurso es proporcional a la intensidad del discurso de Putin. Entre los principales aliados occidentales, solo Italia parece vacilar, aunque eso se debe más a las inclinaciones pro-Putin de Silvio Berlusconi y Matteo Salvini (los otros dos socios de la coalición de derecha) que a la propia Meloni.

Si la movilización parcial de Rusia, y la desaceleración económica de Occidente no logran debilitar a Ucrania, a Putin le quedaría una solución: el regreso de Trump al poder en 2024. Eso es más probable hoy que hace unos meses, sobre todo por la atención que recibe Trump al pintarse a sí mismo como víctima de una venganza. Sus posibilidades de ganar unas elecciones primarias Republicanas parecen sólidas. Tiene más votos que todos los demás aspirantes Republicanos juntos. La mayoría de los Demócratas, en cambio, quieren deshacerse de Biden.

Para un autócrata como Putin, quien se lo ha jugado todo a una guerra precipitada, el hecho de promover que la democracia occidental se haga daño a sí misma tiene dos ventajas frente a la acción nuclear. En primer lugar, no es suicida. En segundo lugar, el regreso de Trump, quien calificó de "excelente" la decisión de Putin de trasladar tropas a Dombás a finales de febrero, cambiaría drásticamente las suposiciones de todos. Mientras Occidente piensa en lo que podría salir mal, no debería olvidarse mirar en los lugares obvios de su interior.

Edward Luce

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