Las acciones de los dos autócratas son un doble golpe contra el gobierno de Biden antes de las elecciones intermedias de Estados Unidos.
Una parte de la película a veces dice todo lo que uno necesita saber. Pido a los lectores de Apuntes desde el Pantano que vean este clip de 30 segundos del príncipe heredero saudita Mohammed bin Salman y el presidente de Rusia Vladimir Putin en la cumbre del G20 en Buenos Aires en 2018. El contexto lo es todo. Su fraternal alegría de hermanos reencontrados que se observa cuando se saludan tuvo lugar apenas unas semanas después del horrible asesinato de Jamal Khashoggi, el disidente saudita y columnista del Washington Post, que fue ultimado por un equipo a las órdenes del príncipe Mohamed.
Desafío a los lectores de Apuntes desde el Pantano a que encuentren imágenes que muestren un regocijo tan poco disimulado en la cara de cualquiera de ellos cuando se reúnen con cualquier otro líder en cualquier lugar. Podría ahorrar tiempo si me toman la palabra de que no las encontrarán. Los dos hombres son astillas de la misma madera, son aves de rapiña. Lo que pasa con los autócratas es que pueden hacer lo que quieran. No debería sorprendernos en lo más mínimo que Arabia Saudita esté ahora ayudando abiertamente a Rusia en su guerra contra Ucrania con el último recorte de 2 millones de barriles diarios que la OPEP+ anunció el miércoles.
La medida es un doble golpe dirigido al gobierno de Joe Biden. Por un lado, hará subir los precios de la gasolina en Estados Unidos a menos de un mes de las elecciones de mitad de mandato, un golpe inflacionario que debilitará las posibilidades de los Demócratas para retener el control del Congreso. Por el otro ayudará a las arcas de Rusia en su guerra ilegal y brutal contra Ucrania. Nada de esto debería ser una sorpresa. Como escribí en una columna hace dos semanas, el príncipe Mohammed es el autócrata emblemático que no respeta a Biden. Al igual que Putin, no oculta su preferencia por Donald Trump.
No puedo pronosticar el impacto exacto que tendrá la medida de la OPEP+ en los precios del petróleo, aunque se espera que vuelvan a superar los $100 por barril. Podría suceder que el cambio casi unánime del mundo hacia el endurecimiento de la política monetaria arrebate a Rusia, los sauditas y al resto del cártel los mayores ingresos que desean. La desaceleración de China, en particular, puede contrarrestar con creces un recorte de 2 millones de barriles diarios. Tengo una idea mucho mejor de lo que esto significa en términos de geopolítica. Como escribo en mi columna de esta semana, el declive relativo de Estados Unidos ha disminuido su ritmo en el último par de años, en parte por la desaceleración de China y su creciente inclinación totalitaria bajo Xi Jinping, pero también por el catastrófico error de Putin en Ucrania, que compite con la invasión invernal de Napoleón en Rusia. Pero eso no significa que Estados Unidos esté en buen estado. El país nunca estuvo tan total y amargamente dividido.
Para bien o para mal, Biden proclamó la democracia frente a la autocracia como su principal principio de política exterior. Esto lo lleva a autolesiones fácilmente predecibles, como su humillante visita a Arabia Saudita en julio para rogarle al príncipe Mohamed que aumente la producción de petróleo. Se trata de un régimen que lleva a cabo ejecuciones masivas; la más reciente, de 81 hombres, se produjo en marzo. La mitad de las personas ejecutadas pertenecían a la minoría chiíta y no recibieron el debido proceso legal, según grupos de derechos humanos. Pero el verdadero motivo de Biden para elevar la democracia frente a la autocracia fue recalcar la indiferencia que muestra su oponente doméstico hacia esas sutilezas. Trump, como todos sabemos, no puede ocultar la envidia y la admiración que siente por hombres como Putin y el príncipe Mohamed.
La otra cara de la política exterior de Biden es que los enemigos de la democracia liberal de Estados Unidos (hombres como Putin y ahora, creo que es seguro decirlo, el príncipe Mohammed) responderán metiendo la mano en la política interna de Estados Unidos para respaldar a su caballo ideológico. Ya lo vimos antes cuando Putin interfirió en las elecciones estadounidenses de 2016. Arabia Saudita es ahora también un patrocinador cada vez más evidente del partido Republicano. Esto no es un simulacro. Cada aumento de 10 centavos en el precio de la gasolina enfurecerá a otros cientos de miles de votantes estadounidenses y financiará otra línea de producción de proyectiles de artillería para disparar contra los ucranianos.
Como dice la famosa frase de San Agustín: "Si lo quieres, Señor, hazme virtuoso, pero no todavía". Lo mismo pienso de los precios del petróleo. Quiero que suban para incentivar un cambio mucho más rápido hacia las energías renovables en todas partes. Pero no hasta que Rusia haya perdido. Ya que parece poco probable que el Señor responda a mi oración inmediata, tal vez pueda programar a corto y medio plazo que caiga un rayo sobre los sauditas y otras autocracias petroleras. Sus puntos fuertes provienen sobre todo de la suerte de la naturaleza. Deberíamos tomar la medida de la OPEP+ de esta semana como un recordatorio de la necesidad urgente de reducir el control de la yugular que tiene sobre la economía mundial, y sobre nuestro clima que cada vez se calienta más. Aquí termina la lección. Rana, si no te has dormido, ¿algún comentario sobre mi sermón? El púlpito es tuyo.
Rana Foroohar responde
Ed, yo estaba tan horrorizada como tú por las medidas de los sauditas. Los regímenes de los petro-autócratas siempre suben y bajan los precios (escribí este artículo hace años sobre el tema a raíz del salto y la caída de los precios en 2008). Así que no es de extrañar que no se detengan ante nada para mantener los precios altos. Esto es extremadamente preocupante dada la dinámica de la inflación del momento y lo que podría significar para la estabilidad mundial. Pero la buena noticia es que cuando se producen las transiciones energéticas significativas, siempre hay un período prolongado en el cual los precios de un combustible viejo son más altos (véase este otro artículo realmente inteligente que Ruchir Sharma hizo para Newsweek hace unos años, en el cual se analiza por qué los precios de la energía han caído en una línea de tendencia de 200 años por esta razón). Tengo la esperanza de que éste sea nuestro momento de conversión global en lo que se refiere a invertir en energías renovables y en hacer ese cambio verde, en parte porque hay pocas razones para pensar que los precios bajarán pronto. Y tengo la esperanza de que la parte ecológica de la Ley de Reducción de la Inflación forme parte de ello.
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