Decenas de miles de ciudadanos de a pie, desde expertos en informática hasta jubilados, son esenciales para el esfuerzo bélico de Kiev.
La iniciativa de financiamiento colectivo “Han enfurecido a los ucranianos” recaudó casi $10 millones para comprar 50 drones kamikaze en menos de 48 horas después de que Rusia desatara un bombardeo masivo de misiles y drones sobre Ucrania este mes.
"Gracias a los generosos y nobles ucranianos", escribió en las redes sociales Serhiy Prytula, una celebridad que ahora se dedica a recaudar fondos y que ayudó a organizar la campaña. "Nos aseguraremos de dar un buen uso a estos fondos para apoyar de manera efectiva a nuestras fuerzas armadas".
Prytula es uno de los más visibles de las decenas de miles de ciudadanos de a pie que se han unido al esfuerzo bélico de Ucrania desde que el presidente ruso Vladimir Putin lanzara su invasión total del país ucraniano en febrero.
Forman un ejército de activistas en la sombra, desde jóvenes expertos en informática hasta jubilados patrióticos, decididos a aportar su granito de arena. Su fervor también refleja una reciente encuesta de Gallup que muestra que casi tres cuartas partes de los ucranianos consideran que el país debe seguir luchando hasta derrotar y expulsar a los rusos.
Habiendo fracasado Moscú en su objetivo bélico inicial de subyugar rápidamente a Ucrania, el último plan del Kremlin es doblegar la voluntad del pueblo ucraniano lanzando ataques de cohetes casi diariamente, que ya han destruido un tercio de las plantas eléctricas, justo cuando llega el invierno.
Esto ha generado una gran preocupación en Europa, y una advertencia por parte del presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy de que el descenso de las temperaturas podría provocar una nueva oleada de refugiados ucranianos.
Sin embargo, la estrategia rusa que se intensificó el 10 de octubre no ha hecho más que reforzar la determinación de los ucranianos. Esta semana, en Kiev, niños entusiasmados corrían por la ladera de un cráter de 10 metros de ancho que formó la reciente explosión de un misil, y transformaron así un lugar donde Rusia había intentado sembrar el terror en un gigantesco arenero.
"Todas las bombas hacen lo contrario de lo que ellos quieren. Solo logran que nos unamos más", declaró Raisa Yuriyvna, una jubilada ucraniana, hija de madre rusa que afirmó que la mitad de su identidad estaba "ahora muerta" porque Rusia era un "país de terroristas".
Aunque no todos los ucranianos tienen una mentalidad militar, un evidente sentimiento de cohesión social sostiene lo que los oficiales y analistas militares llaman una sociedad de "resistencia total".
"Es necesario que la sociedad contribuya en todos los niveles", aseguró Oleksandr V Danylyuk, director del Centro para la Reforma de Defensas, un grupo de expertos con sede en Kiev. "Toda la sociedad es un recurso y tenemos la suerte de que Ucrania tiene un profundo sentido del compromiso civil".
El enorme papel que han desempeñado los civiles en la guerra se vio claramente en cuanto Putin lanzó su invasión contra un ejército ucraniano ampliamente superado en armas y número.
"Tuvimos que construir un ejército desde cero, pero también contamos con la ayuda de la sociedad civil", destacó Daniel Bilak, un abogado que se unió a las fuerzas de defensa territorial de aproximadamente 160.000 efectivos. Los mandos militares ucranianos "comprendieron la importancia y la vitalidad de los voluntarios desde el principio", señaló.
Todo el mundo hizo lo que podía, asumiendo la responsabilidad de ayudar con los recursos y habilidades que tenía.
Marta Bobyk, una desarrolladora informática de 23 años, codiseñó una aplicación que permite a los ucranianos transmitir al ejército datos geolocalizados sobre el avistamiento de drones y misiles en tiempo real para que puedan ayudar a derribarlos.
Otros se entrenaron para luchar, mientras que algunos organizaron misiones de ayuda. Maria Zakharova creó un grupo en la ciudad occidental de Leópolis, llamado Listen, que brinda alimentos, medicinas e incluso sesiones de meditación a los refugiados.
"Les ayuda a recuperar el sentido de comunidad. Han perdido tanto y pueden sentirse muy solos y desorientados", afirma en voz baja esta señora de 43 años.
Mientras tanto, surgieron grupos especiales para recaudar fondos para la compra de equipos militares que se necesitaban urgentemente, como gafas de visión nocturna, chalecos antibalas o botiquines de primeros auxilios.
"Hicimos lo que pudimos para ayudar (el gobierno no podía encargarse de todo) y ahora todos trabajamos por la victoria", afirmó Katryna Aslamova, de 37 años, que ayuda a dirigir un centro en Kiev llamado Resistencia 2022 que organiza eventos para recaudar fondos.
"Sin esa ayuda, muchas personas que ahora están vivas estarían muertas", garantizó Zero, el nombre de un combatiente voluntario cuyo chaleco antibalas fue financiado por donaciones privadas canalizadas a través del Congreso Mundial Ucraniano, que representa a la diáspora de 20 millones de personas del país.
Estos esfuerzos ayudaron a revertir la situación frente a Rusia en el campo de batalla. Después de ocho meses de conflicto, y con el éxito de las contraofensivas que han recuperado partes de territorio en el este y el sur del país, la mayoría de los ucranianos comparten ahora la convicción de que acabarán venciendo.
"Los ucranianos ahora ven al Estado y al ejército como instituciones que se esfuerzan por liberarlos en lugar de oprimirlos", expresó el historiador Serhii Plokhy en una reciente conferencia sobre la Estrategia Europea de Yalta en Kiev.
El contraste con Rusia, donde supuestamente más de 200.000 hombres han huido al extranjero para escapar del reclutamiento obligatorio, se puede ver muy claramente en las oficinas de Prytula, donde su fundación ha recaudado hasta ahora más de $250 millones para el esfuerzo bélico.
"El espíritu nacional es quizás algo así como lo que fue Dunkerque para los británicos en la Segunda Guerra Mundial, salvo que aquí es todos los días", señaló el ex presentador de televisión y ex candidato a la alcaldía de Kiev.
Liudmyla Arkhypova fue un testimonio de ese espíritu, ya que esta anciana de 87 años entró cojeando con muletas en el vestíbulo de la fundación de Prytula, llevando una mochila llena de pañuelos bordados a mano.
Quería subastarlos para recaudar dinero para comprar un dron militar, y se disculpaba por no haber hecho más. "Hay 208 pañuelos ahí y pretendía hacer 210", explicó. "Lo siento, ya estaba cansada".
John Paul Rathbone y Christopher Miller en Kiev
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