Las democracias avanzadas del mundo se están uniendo en un esfuerzo por contrarrestar la influencia internacional de China.
Es una imagen que puede definir a una generación. El espectáculo de Hu Jintao, ex presidente de China, siendo expulsado a la fuerza de la primera fila del congreso del Partido Comunista en Pekín fue una obra de teatro político, que envió un mensaje de absoluta crueldad y control total por parte de Xi Jinping. Los leales a Xi dominan ahora todos los altos cargos del partido. ¿Quién podría dudar de que el líder chino pretende gobernar de por vida y que arrasará con cualquiera que se interponga en su camino, ya sea dentro o fuera del país?
Estas escenas de Pekín reforzarán la idea expuesta en la nueva Estrategia de Seguridad Nacional del gobierno de Biden de que: "La República Popular China representa el desafío geopolítico más importante para Estados Unidos".
Resulta sorprendente que, a pesar de que Rusia esté librando una guerra en Europa, Estados Unidos identifique a China como la mayor amenaza. Los estadounidenses ven a China como una superpotencia rival con ambiciones globales, mientras que a Rusia la perciben como una potencia en declive, pero peligrosa, que cada vez depende más de Pekín.
En sus esfuerzos por ganar lo que el presidente Joe Biden denomina una "competencia por el futuro de nuestro mundo" contra China, EEUU recurre cada vez más a una red internacional de aliados, que puede denominarse vagamente el "Occidente Global".
Al igual que el Sur Global, el Occidente Global se define más por las ideas que por la geografía real. Los miembros son democracias liberales ricas con fuertes vínculos de seguridad con Estados Unidos. Junto a los tradicionales aliados occidentales de Europa y América del Norte se encuentran naciones del Indo-Pacífico como Japón y Australia. Son los países del Occidente Global los que están participando plenamente en las sanciones a Rusia. También son las naciones que Washington espera que se alineen con Estados Unidos en una incipiente guerra fría con China.
La arista más aguda del desafío Pekín-Moscú es la militar y territorial, con Ucrania y Taiwán en primera línea. Pero el Occidente Global también es cada vez más consciente del riesgo de coerción económica, ya sea por el corte de suministro de energía a Europa por parte de Rusia o por las sanciones comerciales que China impone a los países que la irritan, como Corea del Sur o Lituania.
El Occidente Global también está cada vez más preocupado por el riesgo de que China controle las tecnologías del futuro, y construya lo que un alto funcionario estadounidense denomina "una aterradora autocracia de supervisión" con alcance mundial.
Los indicios de que el Occidente Global se está uniendo son cada vez más numerosos. En la última cumbre de la OTAN, se invitó a participar por primera vez a Australia, Japón, Nueva Zelanda y Corea del Sur. La declaración emitida tras la reunión de junio fue el primer documento estratégico de la OTAN que citaba a China como amenaza. Cada vez aparecen más armadas europeas en el Indo-Pacífico. La firma de Aukus (un pacto de seguridad entre Australia, el Reino Unido y Estados Unidos) fue otra señal.
En lo que respecta a la política económica, la unidad organizadora clave es ahora el grupo G7 de las principales naciones industriales. Tras la crisis financiera mundial, muchos sugirieron que el G7 desaparecería, desplazado por el G20, que incluye a China, Rusia y varios países del Sur Global. Pero ahora que las rivalidades geopolíticas vuelven a aumentar, el G7 está de vuelta. Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional de Biden, se refirió recientemente al grupo como "el comité de gerencia del mundo libre".
El G7 original, que se formó en la década de 1970, incluía solo una nación asiática: Japón. Formal o informalmente, los miembros del Indo-Pacífico de Occidente también serán socios clave en un G7 renovado.
En Occidente se habla cada vez más de la necesidad de reducir la vulnerabilidad a la coerción económica de China, creando cadenas de suministro y relaciones comerciales principalmente con naciones amigas y democráticas. Janet Yellen, la secretaria del Tesoro de EEUU, llama a esto "friendshoring", un término que fue respaldado por Chrystia Freeland, viceprimera ministra de Canadá, en un reciente discurso.
También se intenta contrarrestar la creciente presencia mundial de China en los ámbitos de las infraestructuras y la tecnología. En su cumbre de junio, el G7 lanzó un fondo de $600.000 millones para movilizar la inversión en infraestructuras mundiales. Pero corre el riesgo de llegar con una década de retraso y miles de millones de dólares menos. La Iniciativa de la Franja y la Ruta de China se puso en marcha en 2013 y puede haber derrochado ya 4tn (millones de millones) de dólares en proyectos de infraestructuras mundiales.
También hay problemas de presentación. Los países del Occidente Global argumentan que se están uniendo para defender los valores universales, que sustentan un orden mundial liberal. Pero China y Rusia, en cambio, presentan al Occidente Global como un intento de reconstruir una jerarquía cuyas raíces son el imperialismo y la supremacía blanca. Los sondeos de opinión en el Sur Global sugieren que estos argumentos ruso-chinos suelen encontrar una audiencia receptiva.
Incluso dentro del Occidente Global, existe el peligro de que las acciones unilaterales de Estados Unidos alejen a algunos socios. Las recientes y feroces restricciones estadounidenses a las exportaciones de tecnología a China complicarán enormemente el negocio de algunas de las mayores empresas tecnológicas de Corea del Sur, Japón y Europa. Olaf Scholz, canciller de Alemania, acaba de reafirmar con firmeza su creencia en la globalización, en lo que parece un reproche a Estados Unidos.
Si quiere mantener unida esta nueva alianza, Estados Unidos tendrá que convencer a sus socios de que los temores más oscuros sobre Rusia y China están justificados. Las escenas de este fin de semana en Pekín contribuyen sin duda a demostrarlo.
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