La ciudad recibe a los peones políticos de la protesta del gobernador Republicano contra la política de inmigración, pero los obstáculos continúan.
Un venezolano de 27 años esboza una sonrisa de oreja a oreja cuando le pregunto si quiere quedarse en Chicago. Era uno de los 3.700 inmigrantes enviados recientemente desde Texas a la "ciudad santuario", peones políticos en una protesta del gobernador Republicano de Texas, Greg Abbott, contra la política de inmigración del presidente Joe Biden.
"Chicago es precioso", expresó José, quien se niega a dar su apellido. Un mechón de pelo rizado teñido de verde azulado asoma bajo una sudadera con capucha para protegerse del frío del Medio Oeste. Es la única frase completa que puede decir en inglés: pero no necesito el traductor de Google para interpretar las caras y el lenguaje corporal de los otros jóvenes venezolanos que asienten enérgicamente.
Esperaba resentimiento y amargura por parte de los refugiados, trasladados en autobús a 1.500 millas de Texas casi sin previo aviso y con solo unos bocadillos para comer, para que vivan en refugios para indigentes, edificios reformados y hoteles económicos suburbanos, en pleno invierno de Chicago.
La mayoría no eligió venir aquí; muchos, incluido José, tenían otra ciudad estadounidense en mente cuando emprendieron el arduo viaje a través de la selva y el peligro para cruzar la frontera estadounidense. Están aquí porque los gobernadores Republicanos de Florida y Texas subieron a miles de inmigrantes a autobuses y aviones para exportarlos a ciudades del norte gobernadas por liberales, aparentemente para que sientan lo que es vivir con afluencia de inmigrantes.
Pero en entrevistas aleatorias, todos los refugiados a los que pregunté contestaron que ahora están encantados de haber acabado en Chicago, y los activistas proinmigrantes informan que es una opinión generalizada. Como "ciudad santuario", Chicago protege a los inmigrantes indocumentados de la aplicación de la ley federal de inmigración y acoge a personas independientemente de su situación migratoria. Los activistas proinmigrantes elogian al estado de Illinois y a la propia ciudad, que costean la mayor parte de los gastos de alojamiento y comida de los refugiados, por cómo han acogido a los inmigrantes. Grupos religiosos y comunitarios han proporcionado un sinfín de donaciones, entre ellas ropa de invierno, material escolar y asesoramiento jurídico gratuito.
"Quería ir a Washington [DC] porque tengo familia allí. Pero me dijeron que Chicago necesitaba gente aquí para trabajar", y eso fue lo que lo hizo decidirse, señaló José. "Nos sentimos muy bien acogidos aquí". Asegura que están mejor aquí que en Texas.
Pero ahora viene la parte difícil, dicen las organizaciones de refugiados: la transición a una vivienda más permanente y conseguir empleo. Illinois dice que brindará asistencia para el alquiler a algunos refugiados, pero solo durante tres meses con una posible prórroga de tres meses. Conseguir empleo es aún más complicado, indicó Kate Ramos, del Centro Nacional de Justicia para Inmigrantes de Chicago. A la mayoría de los refugiados de Texas solo se les concedió 60 días de "libertad condicional", o permiso para vivir y trabajar temporalmente en Estados Unidos. Ese tiempo ya se está acabando. Y los que buscan asilo (lo cual puede llevar años) deben esperar 150 días antes de poder solicitar siquiera una autorización de trabajo, y otros 10 meses para obtenerla. Mientras tanto, se ven obligados a realizar trabajos esporádicos, a menudo ilegales y mal pagados.
Caridades Católicas de la Arquidiócesis de Chicago cuenta con décadas de experiencia en la reubicación de refugiados en esta ciudad, donde uno de cada cinco residentes es inmigrante. Pero esto no se parece a nada que hayan hecho antes, aseguró Sally Blount, presidenta y directora general. "Estamos terminando con los afganos y seguimos trabajando con los ucranianos, pero el volumen de venezolanos y el hecho de que estén en un limbo legal [migratorio] es una experiencia nueva". Reubicar a una familia tarda un año y cuesta $50.000, afirmó. En enero, su grupo buscará 800 unidades de alquiler para reubicar a 2.000 solicitantes de asilo.
Eddy Borrayo, presidente y director general de Rincon Family Services, uno de los grupos sin ánimo de lucro que trabajan con los solicitantes de asilo trasladados en autobús desde Texas, indicó que cree que el futuro es prometedor para ellos en Chicago. "Todos nuestros antepasados estadounidenses llegaron aquí sin nada: Yo solo tenía dos años cuando crucé el Río Bravo y mi madre 20 ... éste es el primer paso en el camino hacia el sueño americano, éste es el precio de la tierra prometida", comentó.
José, con su sonrisa siempre dispuesta, espera que su sueño americano también pueda hacerse realidad, incluso en una ciudad que no planeaba visitar.
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