Desde el fortalecimiento de la alianza occidental hasta el triunfo de la democracia, no todo lo que ocurrió en 2022 fue malo.
Pocos lamentarán que termine el 2022. Se produjo el brutal ataque de un vil déspota contra un vecino pacífico. Hubo una escalada de inflación y una caída de los ingresos reales en medio de una crisis global del costo de vida. Se observaron alzas de las tasas de interés, solidez del dólar y dificultades generalizadas en torno a la deuda: según el FMI, el 60 por ciento de los países de bajos ingresos están endeudados o corren un alto riesgo de estarlo.
Cayeron los precios de los activos y aumentó la volatilidad en los mercados. Se han visto importantes avances hacia la desvinculación entre Estados Unidos y China y la formación de bloques competidores centrados en las dos superpotencias, con Rusia firme en el bando de China. Fracasó la conferencia COP27 a la hora de bajar la curva de emisiones de gases de efecto invernadero. Ni siquiera nos hemos recuperado totalmente de las nefastas consecuencias de la pandemia de Covid, especialmente entre las personas más pobres del mundo.
Esto es malo. Lo peor está por venir, incluso posiblemente mucho peor. Vladimir Putin, en particular, es un enigma. Y como hemos visto por su política, también lo es Xi Jinping. ¿Quién sabe qué caos financiero podrían desatar los republicanos en torno al techo de la deuda estadounidense en 2023? Una vez más, ¿mantendrá realmente la UE el rumbo respecto a Ucrania mientras suben las tasas de interés, las economías entran en recesión y aumenta la angustia por la deuda?
Sin embargo, no todo es malo. En 2022, también brilló la luz en la penumbra. Celebrémoslo antes de sumergirnos en un nuevo año.
Occidente ha vuelto. La invasión de Ucrania ha unido a quienes comparten valores democráticos. Para la alianza de la OTAN, fue un momento de renacimiento. Para Alemania, fue un Zeitenwende (punto de inflexión). Para Finlandia y Suecia, había llegado el momento de rechazar la neutralidad. Las adulaciones de Donald Trump a Putin no lograron socavar el apoyo de EEUU a Ucrania. Volodymyr Zelenskyy ganó la guerra propagandística, sin lugar a dudas. Es el líder heroico que Ucrania —y Occidente— necesitaban tan desesperadamente.
Putin no es el único hombre fuerte que parece más débil hoy que hace un año. Sucede lo mismo con Xi y Trump. La política de cero Covid del primero terminó en ignominia. La pretensión de la versión actual del antiguo despotismo chino de gobernar de forma más competente que la desordenada democracia se hace añicos. Los déspotas iraníes reciben críticas de sus jóvenes. Los candidatos de Trump fueron sustancialmente repudiados en las elecciones de mitad de mandato. Sí, aún tiene demasiados partidarios como para ignorar el peligro que representa. La élite republicana sigue siendo cobarde. Pero el Congreso ha demostrado sin dudas que lo suyo fue un intento de insurrección.
Mientras tanto, en la maltrecha Gran Bretaña también se ha demostrado el valor de la democracia. Movidos por el temor a una derrota electoral, los conservadores se deshicieron de Boris Johnson, seguido de la asombrosamente incompetente Liz Truss durante 44 días. Nadie murió. La democracia no es perfecta, sobre todo cuando adopta la forma de referentes sobre temas que no cabe esperar que el pueblo comprenda en su totalidad. Pero aprenden: una encuesta reciente de YouGov muestra que el 51 por ciento lamenta el Brexit y apenas un 34 por ciento sigue apoyándolo. Este cambio permitirá a un futuro gobierno acercar de nuevo el Reino Unido a la UE.
Demasiado tarde, pero con determinación, la Reserva Federal ha actuado para controlar las presiones inflacionarias internas en Estados Unidos, donde eran más fuertes. En parte como consecuencia de ello, las expectativas de inflación se mantienen bajo control. El sufrimiento no ha terminado aún. Pero hay muchas posibilidades de que la inflación se controle en Estados Unidos y en el resto del mundo en 2023. Debería volver a haber crecimiento.
El alza de las tasas de interés nominales y reales ha sacudido los mercados. La relación precio/beneficios ajustada cíclicamente del S&P 500 ha caído de 39 en diciembre de 2021, el segundo pico máximo de la historia, a un mínimo reciente de 27. Esta cifra sigue estando muy por encima de la media a largo plazo de 17. Pero es un paso hacia la realidad. Los mercados también se han vuelto notablemente más volátiles y algunos activos especulativos han sufrido fuertes caídas. El Bitcoin ha bajado de su nivel máximo de $69.000 el año pasado a $17.000. Esto demuestra que no es ni una unidad de cuenta ni un depósito de valor. Nunca ha sido un medio de pago útil. A FTX de Sam Bankman-Fried le fue igual que al Bitcoin. Es posible que las tasas de interés no se mantengan altas en términos reales o nominales. Pero sus saltos han servido para que los inversionistas recuerden que existe el riego. Eso es positivo.
La globalización tampoco ha muerto. De hecho, fuera de Estados Unidos, donde el lloriqueo por la competencia desleal se ha convertido casi en una epidemia, la mayoría de los países entienden que necesitan un comercio dinámico para prosperar. Resulta alentador que el FMI prevea que el volumen del comercio mundial de bienes y servicios aumente un 4,3 por ciento este año. Curiosamente, ese incremento es superior al crecimiento de 2,9 por ciento del comercio de bienes: el comercio de servicios está tomando la delantera. Este avance le sigue al crecimiento del 10,1 por ciento del volumen del comercio de bienes y servicios y del 10,8 por ciento del comercio de bienes en 2021. Mientras tanto, se prevé que el producto interno bruto mundial crezca sólo un 3,2 por ciento en 2022, tras el 6 por ciento de 2021.
Por tanto, el mundo no se está desglobalizando: simplemente, el comercio no crece tan rápido como antes. En parte, se trata de una evolución natural. La globalización no pudo avanzar tan rápido como antes. Pero sigue funcionando. La economía mundial también sigue creciendo. A nuestros antepasados les parecería extraordinario.
Finalmente, de forma desordenada y mal coordinada, el mundo está dejando atrás al Covid. En gran medida ayudaron las vacunas, aunque éstas no se han distribuido tan ampliamente como se quisiera. Es probable que se produzcan variantes peores y nuevas pandemias. Pero se ha progresado en este punto.
Es fácil sentirse abrumado por los peligros, injusticias, conflictos y fracasos de nuestro mundo. Sin duda, existen muchos. Pero no todo lo ocurrido este año ha sido un desastre. Para quienes creemos en la democracia, el estado de derecho, el avance económico continuo, la integración económica mundial, la solidez de los mercados financieros y la estabilidad monetaria, 2022 no fue del todo malo. Sin embargo, debemos tener la esperanza de que 2023 sea mejor. Tiene que serlo.
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