Los trabajadores estadounidenses cuentan con menores licencias remuneradas y el debate sobre el bienestar pospandemia ignora sus beneficios.
La Navidad es tiempo de tradiciones y ciertos espacios de los medios de comunicación estadounidenses no han defraudado a quienes la celebran. Los titulares de la "Guerra contra la Navidad" han regresado este mes, desempaquetados como los adornos, los cascanueces y los duendes de estantería que estuvieron escondidos en los desvanes de la nación desde enero pasado.
El enfado de una voz minoritaria enfurecida por el saludo ecuménico "felices fiestas" puede sugerir que Estados Unidos lidera al mundo en peleas debido a las fiestas. Pero este giro estacional en las guerras culturales pasa por alto un punto más importante: cuando se trata de luchar por los días festivos, o vacaciones, como la mayoría de los estadounidenses los llaman, el país está escandalosamente por detrás del resto del mundo.
Estados Unidos es el único país de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que carece de un mínimo legal de licencia anual remunerada. Es cierto que no todas las grandes economías garantizan las cinco semanas libres al año que pueden esperar los trabajadores a tiempo completo en Francia. Pero cuatro semanas es la norma en el Reino Unido y así lo señala la Directiva de Tiempo de Trabajo de la UE; Japón y Canadá insisten en que sean dos semanas o más. Incluso México exige al menos seis días, según muestran las cifras de la OCDE.
(La propia organización con sede en París ha demostrado su liderazgo galo en esta materia, ya que ofrece al personal 30 días, más los días festivos franceses y la última semana de cada año, ya que la oficina no está abierta).
Están las licencias legales y, por supuesto, las licencias reales —el tiempo libre acordado entre el empresario y el trabajador, a veces con un sindicato de por medio. Sin embargo, incluso con este parámetro, Estados Unidos está por detrás de sus pares mundiales; un empleado promedio disfruta de solo 10 días de vacaciones y seis días festivos, según un informe de 2019 para el Centro de Investigación Económica y Política. Como ocurre a menudo, los trabajadores con los salarios más bajos de Estados Unidos no reciben ni siquiera esos míseros beneficios promedio.
Para poner esta cifra en contexto, solo el 9 por ciento de los trabajadores estadounidenses disfrutan de cuatro semanas o más de vacaciones anuales remuneradas tras su primer año en la empresa, según la Oficina de Estadísticas Laborales. Incluso quienes permanecen 20 años o más en la misma empresa solo tienen un veinticinco porciento de probabilidad de obtener las cinco semanas que son el punto de partida en Francia.
Estas discrepancias no son nuevas, así que ¿por qué debería importar ahora la anómala aversión de Estados Unidos a los días festivos? En resumen, porque cualquier esperanza de reducir esta brecha entre Estados Unidos y el resto del mundo se ha olvidado en el gran replanteamiento de las prácticas laborales que ha seguido al Covid-19.
El estrés laboral, la depresión y la ansiedad aumentaron durante la pandemia. En un mercado laboral ajustado, las empresas se esfuerzan por mejorar la frágil salud mental de sus empleados. Pero las jornadas de salud mental, las aplicaciones de meditación y las semanas de cuatro días que los equipos de recursos humanos están experimentando como respuesta son armas inadecuadas con las cuales combatir el agotamiento o frenar la "gran renuncia" en la que los trabajadores se marchan o reducen su jornada.
La autoridad sanitaria de Estados Unidos aconseja ahora a los empresarios que "permitan un descanso adecuado" y "aumenten el acceso a licencias remuneradas" para favorecer la salud mental de sus trabajadores.
Las encuestas de la Society for Human Resource Management sugieren que los empleados estadounidenses valoran más las licencias que cualquier otro beneficio, salvo el seguro médico y las pensiones. Muchas otras investigaciones sugieren que unas vacaciones reales son buenas para todo, desde el corazón hasta la productividad. La Asociación de Viajes de Estados Unidos ha advertido del impacto económico que tiene en su sector el hecho de que los estadounidenses no disfruten de suficientes vacaciones y no se tomen todas las licencias a las cuales tienen derecho.
Hay razones para pensar que estos argumentos se escucharán esta vez. El tiempo libre remunerado está escalando en la agenda laboral tras una pandemia que, por un breve lapso, impulsó a muchas empresas a ofrecer más licencias por enfermedad remuneradas.
En las últimas semanas, los trabajadores sindicalizados amenazaron con paralizar la red ferroviaria del país porque una propuesta de acuerdo con sus empleadores no incluía la licencia por enfermedad remunerada. Delta Air Lines se ha unido a la creciente lista de empresas que ofrecen licencias parentales más generosas.
Sin embargo, los días festivos —esas semanas de descanso que no son interrumpidas por el trabajo, la enfermedad o el nacimiento de un bebé— rara vez se ponen sobre la mesa de negociación. Ha llegado el momento de que esto cambie, y puede que ahora se den las condiciones para ello. Mientras los economistas advierten de una posible recesión, pocas empresas ofrecen aumentos salariales que igualen las tasas de inflación de este año, las máximas desde hace décadas; y eso podría hacer de este el mejor momento en años para que los trabajadores pidan un beneficio menos costoso.
Los empresarios que afirman tomarse en serio la salud mental de sus subordinados deberían analizar con detenimiento la frecuencia con la que dejan que su personal abandone el lugar de trabajo por más de unos pocos días seguidos, y recordar que las licencias remuneradas no son solo para Navidad.
Felices fiestas, Estados Unidos. Es hora de pedir más vacaciones.
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