El ataque de Rusia a Ucrania demuestra que los ejércitos occidentales están mal equipados para la guerra.
Opinión de la Junta Editorial del Financial Times
La guerra de Rusia contra Ucrania ha sido un duro llamado de atención para los ejércitos occidentales. Tres décadas después de la caída del Muro de Berlín, están descubriendo que no están preparados para un conflicto de plena intensidad como el de Ucrania o el que China puede desencadenar contra Taiwán. La embestida rusa se ha convertido en una desgastante lucha que evoca los horrores de la Primera Guerra Mundial, aunque con armas más modernas. Estados Unidos y sus aliados europeos han aportado armas y municiones para ayudar a Ucrania a defenderse. Las armas portátiles antitanque, los misiles guiados de precisión y la artillería estándar de la OTAN que suministró Occidente han resultado fundamentales para frenar a las fuerzas invasoras rusas.
Sin embargo, la insaciable demanda de Kiev está vaciando los almacenes a un ritmo alarmante y superando la capacidad para reponerlos. Con los dividendos de la paz tras la Guerra Fría y el cambio que hubo hacia una estrategia de guerra velozmente móvil, los gobiernos han permitido que los inventarios disminuyan a pesar del parámetro de la OTAN, establecido en 2014, de almacenar un mes de municiones para combates de alta intensidad. Algunos, como Alemania, tienen suministros para unos pocos días como máximo.
Años de adquisiciones ajustadas e interrumpidas han mermado la capacidad de defensa que tiene la industria para aumentar la producción en caso de emergencia. Como demostró el análisis del FT, fabricar sistemas de armamento sofisticados, como los misiles antitanque Javelin o los cohetes guiados Himars, puede llevar al menos un año e implicar complejas cadenas de producción con múltiples proveedores, y cada uno de ellos podría ser un cuello de botella.
La situación es especialmente grave en el caso de las municiones de artillería. En el punto álgido de la lucha en el frente el verano pasado, el ejército ucraniano disparaba unos 7.000 proyectiles al día, una quincena de la producción máxima de EEUU. Ucrania solo tiene unos pocos proveedores centroeuropeos aliados para sus proyectiles estándar soviéticos de 152 mm. Estar cambiando continuamente a la artillería estándar de la OTAN y a los proyectiles de 155 mm solo aumentará la carga de los proveedores occidentales. También se cree que Rusia sufre problemas de suministro de proyectiles, pero dispone de una vasta industria de defensa de la que puede disponer para estar preparado.
La guerra de Ucrania es una guerra de recursos, como lo sería cualquier conflicto con China. Los gobiernos de la OTAN han tardado en responder. Debería haber sido obvio, por ejemplo, que cuando las fuerzas rusas retrocedieron desde Kiev en marzo del año pasado, Ucrania necesitaría defensas aéreas avanzadas para proteger sus ciudades y sus tropas.
Estados Unidos al menos ya empezó a firmar contratos y a emitir cheques. Se comprometió a quintuplicar la producción de artillería en un plazo de dos años. El riesgo de librar una guerra por Taiwán al mismo tiempo que está defendiendo a Europa de la agresión rusa significa que tendrá que hacer más para reforzar su capacidad de producción y su resistencia. Estados Unidos debería ser más estratégico a la hora de identificar las necesidades de armamento a largo plazo, las capacidades de reabastecimiento y los posibles cuellos de botella y, en caso necesario, firmar contratos con vigencia de varios años.
Las potencias europeas están más rezagadas. Ponerse al día será costoso. Según Alemania, tan solo la construcción de un arsenal de munición para 30 días podría costar €20.000 millones. Fuera de la aeronáutica y los misiles, la industria europea de defensa está fragmentada y es de bajo volumen. Aún más importante es que los gobiernos europeos presenten un plan unificado de abastecimiento y adquisiciones. La iniciativa de defensa aérea liderada por Alemania, en la que participan 15 países europeos, es un buen paso adelante.
Los gobiernos se resistirán a dar ventajas a empresas de defensa que ya son rentables y cuyo desempeño a menudo deja mucho que desear. Pero la capacidad industrial de defensa es un componente vital de la seguridad que sustenta el orden internacional y el sistema de comercio mundial. Mantenerla es también una forma de disuadir las agresiones. Es un mensaje dirigido a Moscú —y a Pekín— de que los aliados de Ucrania están en esto a largo plazo.
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