La reunión en Bali el año pasado entre los presidentes de China y EEUU, Xi Jinping y Joe Biden, pareció marcar un paso positivo en las difíciles relaciones entre las dos superpotencias. Sin embargo los eventos recientes en torno al supuesto globo "espía" han envenenado nuevamente el ambiente. FOTO: Doug Mills - The New York Times.
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El derribo del globo espía es la prueba de que hay que aprender nuevamente lecciones de la Guerra Fría.

Cuando los fragmentos del globo "espía" chino derribado cayeron frente a la costa de Carolina del Sur el sábado, también lo hicieron, por ahora, las esperanzas que un nuevo comienzo para las relaciones entre Estados Unidos y China. Mientras los buzos buscan restos de la aeronave derribada por un caza estadounidense, funcionarios de Pekín han señalado que la exagerada reacción de Washington supuso un "duro golpe" para las relaciones entre las mayores potencias militares del mundo. China violó de manera provocativa el espacio aéreo estadounidense; ya se había cancelado una visita prevista del secretario de Estado Antony Blinken a Pekín. Existe el peligro de que el incidente desencadene un círculo vicioso que provoque graves daños económicos y políticos. Pero éste debería ser un momento para calmar las aguas, no para agitarlas.

Pekín insistió de manera inesperada en que una "aeronave meteorológica civil" se había desviado de su ruta debido a los fuertes vientos mientras recopilaba datos climáticos, en un caso de "fuerza mayor". Funcionarios estadounidenses declararon que habían confirmado que se trataba de un globo de vigilancia que transportaba un equipo inusual. Sería sorprendente que el presidente Xi Jinping aprobara una incursión de este tipo cuando su reciente compromiso de mejorar los lazos con Estados Unidos parecía genuino. Esto abre la posibilidad de que la presencia del artefacto fuera el resultado de una falta de comunicación entre las distintas ramas del sistema chino o, lo que es más preocupante, de que una facción radical intentara sabotear el reinicio de las relaciones.

En cualquier caso, el momento es desafortunado. Se avecinan varios acontecimientos que podrían tensar aún más las relaciones. A los funcionarios estadounidenses les preocupa cada vez más que empresas estatales chinas puedan estar colaborando con el esfuerzo militar de Rusia contra Ucrania mediante el suministro de tecnología y semiconductores, lo que podría aumentar la presión sobre la Casa Blanca para que actúe. Se espera que el mes que viene el gobierno tome medidas para crear un organismo que revise las inversiones estadounidenses en China. Asimismo el nuevo presidente republicano de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, podría seguir los pasos de su predecesora demócrata, Nancy Pelosi, con una visita a Taiwán este año, aunque hay formas mejores y menos incendiarias de que Estados Unidos muestre su solidaridad con la isla autónoma.

Pekín calificó como "grave violación de los convenios internacionales" el uso de la fuerza contra el globo por parte de Estados Unidos. Sin embargo, sería aconsejable que las represalias fueran discretas. Mientras intenta gestionar el abandono de su política de “Covid cero” y reavivar el crecimiento económico, Xi tiene buenas razones para proseguir la restauración de su relación con el presidente estadounidense Joe Biden que inició en Bali el pasado noviembre. Biden está siendo el blanco de las críticas por parte de los republicanos por no haber derribado el globo antes de que cruzara la costa estadounidense, varios días después de que se revelara su presencia.

Hay lecciones que aprender de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Las superpotencias mundiales de entonces se dedicaban a un espionaje frenético, al igual que Estados Unidos y China en la actualidad (de hecho, los globos han conservado un lugar entre la amplia variedad de medios de vigilancia de alta tecnología utilizados por ambos bandos). Los enemigos de la Guerra Fría se sorprendían de vez en cuando in fraganti, pero desarrollaron una especie de reglas básicas. Asimismo, Washington y Pekín deben reconocer los puntos de tensión económica, política e ideológica que existen entre ellos y desarrollar mecanismos para gestionar los riesgos, reduciendo al mismo tiempo el peligro de una guerra abierta.

En la Guerra Fría, esto se consiguió, en parte, estableciendo contactos entre funcionarios de múltiples niveles. Se esperaba que la visita de Blinken a Pekín, a la que iba a seguirle otra de la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, fuera el siguiente paso en un proceso similar. Llama la atención que Estados Unidos haya utilizado la palabra "postergada" en relación con la visita del secretario de Estado. La conmoción de este último incidente debe asentarse, pero se debe reprogramar el viaje de Blinken. La relación entre Estados Unidos y China tiene demasiadas consecuencias para el mundo como para permitir que se vea arruinada por el estallido de un globo aerostático de alta tecnología sobre el Atlántico.

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