Una llamada desde la oficina del periódico en la Rhode Island Ave de Washington DC inicia con un saludo efusivo de su parte, como es común en él, con una energía que contagia a todos. A Pedro Biaggi lo han entrevistado muchísimas veces, es una celebridad local que viene de trabajar con estrellas de la música internacional y de una trayectoria con muchos años en los medios. Al momento de la entrevista, él busca su ángulo en la cámara. Acto seguido le digo que luce bien en la toma. “Es que yo soy como Ricky Martin”, comenta.
Volviendo a la llamada previa, justo en ese momento le pregunto:
- Pedrito, ¿qué ángulo podemos mostrar de ti que no se haya expuesto?
- Podemos hablar del abuso que sufrí de niño, cómo me fortalecí y me hice lo que soy. Eso puede ayudar a otros. También el enfoque de un hombre gay en este mundo y lo difícil que puede ser – me responde.
Me quedo unos segundos procesando lo que me dijo. Al colgar el teléfono, me siento en mi escritorio y comento ambas aristas a mi jefe. Sin embargo, la entrevista de más de una hora, fue como un prisma, con muchos ángulos. La cita para conversar fue, a pedido suyo, en un restaurante puertorriqueño en Navy Yard, no podría ser de otro lado, pues lleva su ser boricua y latino en las venas.
- ¿Si quieres más bien nos vamos hacia al lado de la marina? – pregunta.
Yo asiento y prefiero que nos movamos, pues en el sitio había ruido, pero quedamos que en el futuro iríamos a comernos unos mofongos. Yo le comento que solo había probado el plato típico de su tierra en la calle 8 de Miami. Hasta ahora en ningún restaurante en DC.

Cuando Pedro empieza a hablar frente a cámara, lo hace de una forma muy natural, dispuesto a compartir distintas etapas de su vida, desde una infancia en la que reconoce que no existía un “role model” o ejemplo a seguir, pues un locutor que le gustaba y que escuchaba, tampoco era como él se identificaba. Lo atraía esa voz en la radio y quería ser como él, pero no se sentía representado. Él era diferente y siempre lo supo. Pero en esa diferencia encontró su sello único.
“Me acuerdo de la estación de radio que la consola me llegaba aquí (señalando su cabeza) y yo en las puntitas de mi pies, me trepaba y veía las luces. Veía a ese hombre que hablaba por el micrófono y en ese momento soñaba ser esa persona. Hoy vivo mi sueño hecho realidad. No, esto no es un cliché ni nada. Yo me levanto, trabajo, yo vivo mi sueño”.
Pero realmente su historia comienza en un pueblo de nombre Guánica, en el patio de su casa lleno de árboles. Ahí él era Don Francisco, se convertía en su imaginación en lo que quería ser en el futuro. “Yo sabía cuál era la entrada del ‘stage’ y con un palito entraba: ‘buenas tardes’, yo el animador”.
Haciendo memoria, vuelve a los cuatro años de edad cuando se escapó de su casa en Ponce y se fue al teatro. “Era amigo del tipo (del teatro). A esa edad era demasiado erótico y exótico. Fui un niño muy abusado. Mi inocencia se fue. Fue robada muy temprano, lo cual me hizo un pequeño adulto”. Para ese entonces, pudo ver a Iris Chacón y a Lissette porque encontraba la forma de colarse. Por supuesto, al llegar a casa se encontraba con la “chancleta” (chancla) de la mamá, quien lo correteaba por toda la cuadra, pero la abuela lo escondía. Era de esas que llaman “alcahueta”, dice.
- ¿A qué edad identificaste que te gustaban otros chicos?

- No puedo identificar una edad, porque yo fui molestado a los cuatro años… [Aunque] estoy bien seguro de que eso no me convirtió. Yo nací como nací. Hubo situaciones en mi vida que pasaron, que alteraron el proceso de mi camino. Yo no me di en la cabeza, ni me tomé una pastilla, ni me caí. Desde que tengo uso de conciencia yo le preguntaba a Dios por qué me pasaba eso. Yo escuchaba, que a mi mamá le decían “¡qué nené tan lindo!” y a mi me frustraba tanto escuchar eso, porque yo entendía que por eso me pasaba lo que me pasaba. Desafortunadamente, mi mamá, mi abuela y tía no identificaron esa maldad que existía a su alrededor. Mi mamá tenía 16 años cuando yo nací. Entonces ella no se había terminado de criar, así que me cría mi bisabuela, mi abuela y mi tía. Yo entendía que vine como vine a este mundo, como vine. Lo que pasa es que me dañaron, se me dañó el proceso, porque te roban la inocencia, te roban los colores, te roban los muñequitos, te roban... Disney y te roban la fantasía de la vida. Porque tú sabes que no hay fantasía. Tú sabes.
No obstante, ese niño de su pasado ha sanado en su interior, hoy día lo dice con propiedad porque ha pasado por terapia y puede hablar de eso, ya que “ese niño lo cuido yo”- dice con seguridad, quien se ha fortalecido frente a la adversidades y ha logrado sus sueños.
En aquella marina capitalina, al borde del río Anacostia, en medio de su historia pasa un señor tomándole una foto. Lo reconoce y él le sonríe amablemente, hace una pausa de unos segundos, lo saluda y luego sigue su narración. Empieza a oscurecer. Pedro cuenta cómo desde sus 13 años, de bailar “bomba y plena”, una danza típica afro-puertorriqueña basada en la percusión, pasó a Nueva York, persiguiendo su sueño artístico, pasó a promocionar a artistas y al final aterrizó donde siempre quiso estar, la radio.
“En el mundo del baile, conocí a gente de Nueva York que venían. Entonces convencí a mi mamá, pero ella me dijo ok, tú tienes que convencer a toda la gente que va a venir a preguntarme cómo yo te dejé ir, o sea, a tu abuela, a tu tía, a tu papá, a todo el mundo. Yo fui donde cada uno. Les dije: mira, yo debo ser alguien”. Así logró sacar el permiso. Aunque afirma que no sabe cómo sus familiares lo dejaron ir. “¿Tú crees que yo, a un hijo mío, a un sobrino mío, hoy le permito una barbaridad como esa? Jamás”.
De bailar en el Muelle de San Juan, pasó a ser parte del cuerpo de baile de un artista fonomímico, llamado Antonio Pantoja. “Hacía show de travesti los jueves en la noche”. Allí estuvo por dos años, mientras también “hacía el show de música folklórica”. Reunió dinero y confió en él para que le guardara sus ahorros, pero lo estafó. Sin embargo, pudo más su voluntad y aún así se fue a la gran manzana, donde comenzaría otra etapa de su vida
“Llevaba economizado $500, que en esa época era un montón de plata. Entonces, el día que me iba a ir de Puerto Rico, el jueves en la noche, bailamos en la discoteca. El viernes fui a bailar en la playa, como de costumbre, y cuando vengo de vuelta a buscar a esa persona que me guardaba el dinero, se desapareció”. Una decepción lo invadió.

- ¿Qué pasó cuando llegaste a Nueva York y luego cómo entras al mundo de promoción de artistas?
- Llego a la casa de un amigo que conocí un mes antes en Puerto Rico. Era policía. Cuando me bajo del avión, él estaba parado en la puerta. La cosas de la vida (le había avisado que llegaba en la noche ese mismo día). Luego, estoy en una y conozco a un chico que fue muy divino conmigo. Me preguntó qué hacía ahí.
Su respuesta: soy bailarín.
Desde allí, el hombre lo puso en contacto con alguien del medio, el crítico más importante de baile del momento, editor de una revista y lo cierto es que Pedro terminó con una beca en la el American Ballet Theatre, como él mismo dice, la compañía de baile “más encendida del mundo”.
Sin embargo, no todo fue color de rosa, mucho sacrificio y trabajo tuvo que pasar, incluso, hasta quedarse en la calle porque su “roommate” quiso propasarse. La vida no fue fácil, pero al final de cuentas, todo apuntaría a que antes de llegar a la radio, debía pasar por otros “escenarios”.

“Una muchacha conocida me dice ‘Pedro, acabo de empezar, estoy trabajando con un artista que saca un disco y me gustaría que me ayudaras en la promoción’. Claro que sí, yo te ayudo, porque yo era un hombre que tenía todos los contactos de Nueva York. Eso fue como en el 93. El artista se llamaba Joe Cuba y otro William Nazario, un salsero puertorriqueño”.
Al inicio su intención fue ayudar a la chica, pero ella le dijo que era un trabajo y que le pagaría $3 mil mensuales. Allí inicia su recorrido por otro mundo que le daría gran sustento económico para él y su familia, a la que debía mantener ya en la misma ciudad, y que sería puente para su destino.
“Ese pequeño trabajito que hice con mi amiga, lo vio un productor que se llama Sergio George”. Desde entonces trabajó promocionando música de grandes cantantes como Marc Anthony, Shakira, Víctor Manuelle, Chayanne, Raphael, Olga Tañón, Gloria Estefan, Ana Gabriel, Vicente Fernández, solo por mencionar a algunos, de la mano de Sony.
“Eventualmente en el mundo de la música me fue muy bien y me convertí en un promotor a nivel nacional muy exitoso”. El tope para él fue llegar a ser vicepresidente del sello discográfico de Emilio Estefan.
Ahí sintió que había tocado techo y que debía reorientar su norte hacia su pasión, la radio. Así que acepta una propuesta para irse a San José California, ganando, incluso menos de lo que devengaba como publicista. En su nuevo trabajo pasó de ser locutor de cabina de 7 pm a 12 pm a tener el espacio principal a primera hora, esta vez desde Los Ángeles con su nuevo show, Pedro Biaggi en la mañana.
“Empecé en Radio Romántica, me escuchaba en diez ciudades en los Estados Unidos. Era lo que se consideraba algo nacional, pero era de una región”. ¿Qué más podía pedir? Pero como todo puede cambiar de la noche a la mañana, un 17 de diciembre la gerencia le informó que la emisora cambiaba de formato y hasta ahí salió el programa al aire.
“Inmediatamente ese mismo jefe que yo tenía ahí me dijo había una emisora en Washington D.C. que abría”, de la cuál era consultor. Así que la recomendación vino directamente de él.

Se trataba de El Zol 107.9 FM. Allí continuó su carrera, también pasó por televisión (Univision) con el programa DC Contigo en una dupla que lo acompañó por unos 12 años más, para luego cerrar un ciclo y llegar a convertirse en eso que tanto anhelaba: el hombre detrás del micrófono, pero que ahora gerencia dos estaciones radiales. No sin antes dejar su huella por organizaciones locales con las cuales trabajó hasta que conoció al empresario José Villafañe, de Costa Media, en una convención de radio en Miami.
“Nos reunimos y como agua para chocolate. Una magia increíble. Este hombre vino así, con un ímpetu, con un entusiasmo, con una ideas y con unas buenas ganas de triunfar”.
La misma noche que hablaron, le mandó un contrato por tres años a Pedro y lo hizo presidente de La Pantera 100.5 FM (regional mexicana), para más adelante manejar, también DC 87.7 FM, en donde tiene su programa actualmente, Pedro Biaggi Show junto a Ary Mondragón, de lunes a viernes de 3 pm a 7 pm. Así, cada día que se levanta, él vive su sueño hecho realidad, dice, lleno de felicidad.
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