Mónica Lewinski
Captura de pantalla de video de Youtube (TED) en la que aparece Mónica Lewinski.
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En enero de este año se cumplió un cuarto de siglo desde que estalló el “escándalo Lewinsky”. El entonces presidente de Estados Unidos Bill Clinton fue acusado de mantener relaciones sexuales extramatrimoniales en el despacho oval con la becaria Mónica Samille Lewinsky. 

En un primer momento, Clinton realizó unas declaraciones públicas en las que aseguraba que las acusaciones eran falsas. La prensa de entonces inició una campaña de desprestigio hacia la joven, hasta tal punto que una mujer, columnista del New York Times, no dudó en tacharla de “pasante depredadora de la Casa Blanca”.

Por su parte, Fox News llegó a lanzar una encuesta donde el 54% de los participantes creía que Lewinsky era una joven vagabunda en busca de emociones. El 21% la veía como una chica del montón. “Me sentí como un trozo de basura”, confesó ella tiempo más tarde.

Lewinsky pactó inmunidad judicial con el fiscal general y aportó una prueba definitiva de su relación íntima con el presidente. La evidencia fue un vestido azul que su madre había guardado en el armario sin limpiar. La mujer sabía que aquella mancha era la prueba de ADN que podría confirmar que su hija y el presidente habían practicado sexo oral.

Luego de esta acción contundente, el entonces presidente Clinton tuvo que  cambiar de discurso. “Sí tuve una relación con la señorita Lewinsky, pero fue inapropiada”, explicó. Esta nueva versión le costó un “impeachment”, un juicio político por perjurio. Paradójicamente, él salió reforzado. En EEUU ya no le veían como un mentiroso sino como víctima de un montaje, porque “nunca tuvo sexo con penetración”.

Los detalles de aquella relación los contó Lewinsky en una entrevista de televisión donde, como haría en un libro posterior, insistiría en que pensaba que se trataba de amor y que nunca llegaron a mantener relaciones sexuales completas. Con escaso pudor llegó a describir los juegos y malabares que hacían incluso con los habanos que fumaba Clinton, una afición que parece no haber abandonado.

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Mónica Lewinsky contrataría a Andrew Morton para que escribiera su biografía. El autor de la vida y confesiones de Diana de Gales se encontraba frente a otra historia de faldas escabrosas. En lugar de adulterios en la realeza tenían frente a sí las infidelidades del presidente de EE. UU. «Desprendía energía sexual», admitiría la becaria.

La “ola Lewinsky” arrasó con cualquier atisbo de vida privada para la muchacha a la que se le abría un horizonte laboral negro. Las ganancias obtenidas por la venta de su exclusiva y el libro se las llevarían las cuentas de los abogados.

Más cerca del showbusiness que de su profesión, realizó algún cameo en programas de televisión, lanzó una línea de bolsos con la firma “The Real Mónica”, firmó contratos con empresas para comercializar productos de adelgazamiento, protagonizó un especial de HBO y ”Mónica en blanco y negro”.

En 2005 abandonó sus emprendimientos, se mudó a Londres y en la capital británica se licenció en Psicología Social, pero sus dificultades para encontrar trabajo permanecían. Su fama la precedía y las empresas no la querían ver entre los suyos. Lewinsky fue dando tumbos de un lado a otro tras una década de bajo perfil hasta que volvió a los medios de comunicación.

Escribió una columna en Vanity Fair bajo el título “Vergüenza y supervivencia” sobre su experiencia y las secuelas. En aquella publicación admitió: “Lamento profundamente lo que sucedió entre el presidente Clinton y yo. Permítanme decirlo de nuevo: yo, profundamente, lamento lo que sucedió”. Entre otras razones, porque “en 1998 perdí mi reputación y mi dignidad, lo perdí prácticamente todo y casi mi vida”.

Actualmente, Monica Lewinsky ha conseguido dirigir su vida siendo productora de televisión y activista contra el acoso escolar. “Cuando cometiste un error colosal como el que yo cometí tan temprano en mi vida, y perdiste tanto por eso, la idea de cometer un error es catastrófica. Y, sin embargo, para seguir adelante, tengo que correr riesgos, tengo que probar cosas, tengo que seguir definiendo quién soy”, dijo en una entrevista para el Mirror. Con un post en su perfil de Instagram, donde hace una recapitulación de fotos y vídeos suyos de pequeña, celebró sus 50 años el pasado 23 de julio, 

En la actualidad, Monica Lewinsky no está casada y no tiene familia, cosas que alguna vez dijo que deseaba mucho. “De la noche a la mañana, pasé de ser una figura privada a una humillada públicamente en todo el mundo”, dice la ahora activista en unas declaraciones recogidas por el Mirror.

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