El expresidente de Ecuador Rafael Correa ha lamentado este lunes la derrota de la candidata del Movimiento Revolución Ciudadana, Luisa González, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Tras una tensa campaña electoral, se ha impuesto el empresario Daniel Noboa.
“Esta vez no lo logramos. Enfrentamos poderes enormes. Hasta se asesinó a un candidato para evitar nuestra victoria”, ha manifestado Correa en un mensaje en su cuenta X. Esta es una clara referencia al asesinato de Fernando Villavicencio, candidato del Movimiento Construye, días antes de la primera vuelta de las elecciones.
“La traición de Lenín Moreno sigue causando estragos, pero que nadie dude, que al final Ecuador volverá a la senda del desarrollo e integración latinoamericana. ¡Hasta la victoria siempre!”, ha manifestado Correa, que ha cargado nuevamente contra el que fuera su “delfín" y sucesor en el cargo en 2017.
La candidata de Revolución Ciudadana perdió así, por menos de cuatro puntos porcentuales, la oportunidad de convertirse en la primera mujer elegida para gobernar el país. Pero el resultado de este balotaje fue sobre todo un duro golpe para el "correísmo", que deberá tratar de reinventarse para mantener la fuerte presencia que tuvo hasta ahora en la política del país, señalaron varios analistas consultados.
Noboa, que se ha hecho con el 52,3% de los votos, fue la sorpresa de la primera vuelta electoral, en la que quedó solamente por detrás de su ahora rival, que ha demostrado hasta qué punto el “correísmo” sigue siendo una corriente popular en un Ecuador del que permanece alejado el propio expresidente, quien vive actualmente en Bélgica y tiene varias causas judiciales pendientes en el país iberoamericano
Esta elección marcará posiblemente un antes y después en el movimiento que gobernó durante una década (de 2007 a 2017) y mantuvo fuerte presencia en el Parlamento y en gobiernos locales hasta ahora. “Al correísmo le costó hacer un cambio generacional”, señaló el analista político Alberto Acosta-Burneo. “El propio Rafael Correa fue en su momento el joven que llegaba a la presidencia, lo nuevo, pero ahora quedó como parte de la vieja política. A su movimiento le costó mucho reinventarse. El electorado no se convenció y rechazó esa forma agresiva de hacer política”, agregó.
Terminada la campaña y sin actos ni caravanas por delante, los seguidores de Correa deberán ahora hacer una reflexión sobre estos resultados y replantear el rumbo si pretende mantenerse como un actor de peso en la política de Ecuador. “La Revolución Ciudadana entra en un examen especial. Si bien en febrero tuvieron un muy buen resultado en las elecciones locales, obtuvieron varias alcaldías y prefecturas muy importantes del país, ya son dos elecciones presidenciales que no logran alcanzar la fórmula para obtener el 50% más uno”, analizó el consultor Juan Rivadeneira.
Es que en 2021, el entonces candidato correísta Andrés Arauz , quien ahora fue compañero de fórmula de González, ganó la primera vuelta pero fue derrotado por Guillermo Lasso en el balotaje. Un escenario muy similar al de ahora.
¿Qué hará ahora el correísmo?
El consultor político Andrés Jaramillo, en diálogo con el medio argentino Clarín, señaló que seguramente “serán ahora una oposición dura en el Congreso”. El domingo a la noche, Luisa González tendió una mano a Noboa. “Durante la campaña hemos hecho llamados a acuerdos, a la unidad. Ecuador necesita estar unido”, declaró la ex funcionaria de Correa ante sus seguidores desilusionados. “Cuente con nuestros votos en la Asamblea para lo que necesite, siempre que no sea privatizar nuestros recursos ni precarizar la situación de los ecuatorianos”, ofreció la ahora ex candidata, de 45 años.
Todo parecía tan claro que Correa se encargó de convertir las elecciones en un referendo sobre su regreso. Habló de convocar una asamblea constituyente que le permitiera volver a lanzarse como candidato en 2025 y un perdón presidencial por los delitos que lo condenaron era obvio. Luisa González, ungida por el mismo Correa, hizo campaña segura de que la asociación con su padrino político sería suficiente. Sin embargo, su triunfo en primera vuelta fue más débil de lo esperado, por lo que en segunda intentó mostrar independencia. Pero era demasiado tarde: una vez más, como ha pasado desde que Correa llegó al poder, los ecuatorianos iban a las urnas a votar a favor o en contra de Correa.
Ecuador es una nación en duelo. Sumido en el terror por el asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio hace unos meses, el país vecino arrastra una crisis política de antaño, a tal punto que su presidente saliente, Guillermo Lasso, invocó una “muerte cruzada”, figura constitucional que le permitió cerrar el Congreso a cambio de convocar elecciones presidenciales y legislativas.
Era tan baja la popularidad de Lasso que, contrario a las expectativas, no decidió lanzarse a las elecciones, lo que abrió la puerta para que llegara una alternativa. En entrevista con El País de España, Rafael Correa se mostraba triunfalista: “Creía que no se iba a atrever (a decretar la muerte cruzada) por las posibilidades de triunfo que tenemos”, dijo. Y todas las predicciones apuntaban a lo mismo: en ausencia de candidatos viables, la única fuerza política organizada era el correísmo, que se aprestaba a retornar al poder.