Unas inundaciones atraparon el sureste de Brasil, cobrándose al menos 27 vidas y desplazando a más de 7.000 personas, según CNN.
El diluvio, que golpeó con gran intensidad el sábado 23 de marzo, se concentra en los estados de Espírito Santo y Río de Janeiro, dejando a las comunidades envueltas en caos y desatando la preocupación en el país.
Espírito Santo informa de un balance de 19 muertos, mientras que Río de Janeiro confirma ocho almas perdidas por las inundaciones, así lo informa CNN Brasil.
Mientras siguen sin descanso las operaciones de rescate y crece la amenaza de nuevas lluvias, el recuento de desaparecidos asciende a seis.
Advertencia de expertos meteorológicos
Los expertos en meteorología lanzan duras advertencias, previendo más adversidades con unas posibles lluvias torrenciales que se extienden durante los próximos días.
La región se prepara para recibir hasta 50 milímetros de precipitaciones diarias, y el centro del país se enfrenta a la posibilidad de que caigan 100 mm, lo que aumenta el temor a nuevas inundaciones.
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, tiende la mano con condolencias y garantías de apoyo federal. A través de X, promete una cooperación inquebrantable tanto a nivel estatal como municipal para rectificar la destrucción provocada por las inundaciones.
Los gobernadores estatales, Claudio Castro, de Río de Janeiro, y Renato Casagrande, de Espírito Santo, expresaron en X, aconsejando vigilancia y actualizaciones continuas a medida que persiste la misión de rescate.
¿El país está preparado para estos fenómenos?
El aumento de estos fenómenos meteorológicos, alimentado en parte por la crisis climática, representa la necesidad de llevar a cabo amplias reformas climáticas y de planificación urbana.
El rápido crecimiento urbano de Brasil, unido a la prevalencia de edificios estructuralmente inseguros, amplifica el riesgo de derrumbes, provocando desenlaces inesperados.
Los patrones históricos, que incluyen más de 30 víctimas mortales en Rio Grande do Sul y 20 en Sao Paulo debido a sucesos similares el año pasado, pintan un panorama oscuro.
Esta catástrofe resalta la demanda crítica de medidas proactivas de política climática y urbana, destinadas a salvaguardar a las comunidades de Brasil contra tales desastres.