Las pequeñas empresas en el área de Washington DC enfrentan retos por las recientes tarifas comerciales. Estos cambios en los precios afectan no solo los productos en tiendas, sino también la conexión cultural que muchas personas tienen a través de la comida.
Preocupaciones por el aumento de precios
En Maruichi, una tienda de comestibles japonesa en Rockville abierta desde el año 2000, los clientes buscan productos como bento boxes o cosméticos japoneses. A pesar de su popularidad, el dueño, Tetsu Ichino, enfrenta incertidumbre. Sus distribuidores ya le advirtieron sobre aumentos de precios.
Actualmente, existe un arancel de 10 % en casi todas las importaciones globales, pero el gobierno planea incrementarlos en julio, reportó The Associated Press. Ichino comentó que aunque algunos cambios aún no son significativos, espera que sus clientes entiendan las alzas.
“Esto no es bueno ni para mí ni para ellos porque terminaremos cubriendo la mayor parte de los costos”, dijo.
El costo cultural de los aranceles
El impacto va más allá de los costos. Personas como Grace Kwon, estudiante de doctorado en la Universidad de Maryland, subrayan cómo la gastronomía conecta emocionalmente con las comunidades inmigrantes.
“Hay personas que comen esta comida una o dos veces al mes, pero para otros como nosotros es parte de nuestra vida diaria”, señaló a WTOP.
Psyche Williams-Forson, profesora en la misma universidad, explicó que la comida es lo último que las comunidades inmigrantes abandonan.
“Renuncian a su idioma, ropa u otros aspectos culturales, pero la comida es el lazo emocional que lleva a casa”, afirmó.
En Maruichi, clientes como Reona Nomura de Virginia sienten esa conexión. Al comprar mochi y crackers de arroz confesó que estos productos “me hacen sentir como en casa, en Japón”. La profesora Williams-Forson destacó que comer algo familiar genera una sensación de confort. Para muchos, un plato tradicional significa un rato de regreso al hogar.
Alta presión sobre los pequeños negocios
El aumento de tarifas golpea con especial fuerza a las pequeñas empresas. En DC, estas generan el 48 % de los empleos y forman el 98 % de los negocios registrados. Sin embargo, muchas dependen de materiales o productos importados.
Marcas como Shop Made in DC enfrentan retos al intentar mantener costos bajos. Según Carina Romo, portavoz de la cadena, artículos como hojas de té, envases o hardware provienen mayormente de otros países. Incrementar inventarios es urgente, pero la incertidumbre alrededor de precios complica la planificación.
Un ejemplo claro es Princess Awesome, marca de ropa infantil fundada en 2013. Rebecca Melsky, una de sus cofundadoras, explicó que fabricar localmente no siempre resulta viable. Antes de los aranceles, un vestido producido en Bangladesh costaba $13.32. Ahora subió a $17.76, un aumento de 33 %.
“Estos incrementos son más duros para pequeños negocios como el nuestro que para grandes cadenas como Target o Walmart”, agregó en declaraciones a Axios.
Adaptarse o desaparecer
Aunque algunos empresarios intentan absorber el aumento de costos, no todos lo lograrán sin ajustar precios. Melsky mencionó que la marca tuvo que justificar incrementos en sus etiquetas para mantener la comunicación abierta con sus clientes. Sin embargo, el temor de perder ventas persiste.
Por otro lado, el DC Chamber of Commerce ofrece recursos como cumbres gratuitas para ayudar a los negocios a navegar estos desafíos. Sin embargo, la preocupación por el futuro sigue presente en toda la ciudad.
El debate sobre estas tarifas no solo afecta el bolsillo de los consumidores, también pone en riesgo tradiciones y conexiones culturales. Desde una tienda de comestibles hasta una fábrica de ropa, cada rincón siente el peso de estas decisiones económicas.