Dicen que los precios han subido, pero no te dicen que a veces suben solo para ti. Sí, tú, con tu IP, tu ubicación, tus búsquedas, tus compras pasadas y tus datos de fidelidad. Bienvenido a la era del surveillance pricing: cuando el precio no depende del producto, sino de quién lo mira. ¿Lo novedoso? Mientras más fiel seas a una marca o a una app, más saben cómo cobrarte más.
¿Qué está ocurriendo? Algunos estados intentan llenar el vacío que dejó el gobierno federal. California, Nueva York y Colorado han propuesto leyes para limitar este pricing dinámico, pero ya chocaron con el muro del lobby corporativo. Las grandes empresas tech dicen que estos datos sirven para darte descuentos, pero no explican por qué el mismo producto cuesta diferente según si lo ves desde Brooklyn o Boise.
The Trump admin has given companies the okay to collect vast amounts of our personal data and use hidden algorithms to raise prices.
— American Economic Liberties Project (@econliberties) May 28, 2025
Now, states—from CA, to CO, GA, and NY—are stepping up to protect their communities from dystopian surveillance pricing. pic.twitter.com/yMB2JrEhwk
Lo que no se dice tan alto: muchas de estas leyes están siendo diluidas antes de nacer. En Nueva York, por ejemplo, se aprobó una versión suave la ley que solo obliga a las empresas a avisar si te están cobrando con base en tus datos. O sea, te pueden seguir cobrando más, pero con “transparencia”. En Colorado, el autor del proyecto retiró su propia ley porque, sorpresa, las grandes marcas lo presionaron bastante.
En Georgia e Illinois, los proyectos de ley están estancados. En California, la Cámara de Comercio advierte que regular los precios “ahuyentará inversiones”. Traducción: las empresas prefieren seguir explotando datos en silencio.
Y aquí estamos, discutiendo si cobrarte más por ser tú es legal o solo éticamente feo. Al final, la historia se repite: la tecnología avanza más rápido que la regulación, y cuando alguien intenta ponerle freno, aparecen los mismos argumentos de siempre sobre descuentos, innovación y economía.
Mientras tanto, seguimos navegando entre precios invisibles y decisiones que no entendemos del todo. Quizás no se trata solo de regular, sino de asumir que consumir hoy también es exponerse, y que nuestra información vale más de lo que creemos —aunque no se vea en la etiqueta.