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Los datos (migratorios) cuentan una historia distinta a la que se dice

Los números siguen sin reflejar la gran promesa de campaña: las expulsiones no están creciendo al ritmo esperado

Foto: EFE

Hay cifras que se inflan solas, y otras que ni con toda la presión logran despegar. Mientras la Casa Blanca presume un retorno glorioso a la ley y el orden, la realidad migratoria es otra. En medio de los discursos sobre seguridad nacional y deportaciones masivas, los números siguen sin reflejar la gran promesa de campaña: las expulsiones no están creciendo al ritmo esperado y muchos de los deportados lo fueron sin terminar sus procesos legales.

La ironía: ahora el GOP enfrenta su propia encrucijada con centros de detención al límite y un Congreso que no aprueba fondos rápido para cumplir con los objetivos. Y todo esto mientras las redadas se topan con otro problema: un 43% de los detenidos no tienen antecedentes penales

Los datos no mienten. Según datos de ICE, entre febrero y abril se deportaron alrededor de 40,500 personas, una cifra que, aunque significativa, está lejos de las millones de deportaciones prometidas. 

  • Acelerar los arrestos, el objetivo de Stephen Miller. El deputy chief of staff sostuvo una reunión con ICE en la que ordenó triplicar los arrestos de indocumentados, pasando de 1,000 a 3,000 detenciones diarias. ¿El problema? ICE ya tiene más de 48,500 personas detenidas (superando el límite de 47,000 camas financiadas por el Congreso) , y el 26.5% de ellos solo tienen cargos migratorios, no criminales. Para cumplir la meta, el gobierno necesita $147,000  millones adicionales, pero mientras tanto, improvisa: usa cárceles federales y pide ayuda al Pentágono . 
  • Detenciones vs. deportaciones. Una brecha que nadie explica. Aunque las detenciones subieron (ICE arrestó a 32,809 personas en los primeros 50 días de la nueva administración) , las deportaciones no despegan. En marzo, ICE deportó a 12,300 personas, casi lo mismo que durante Biden en 2024 . ¿La razón? Sin fondos, el proceso se atasca: deportar a alguien desde el interior de Estados Unidos cuesta $12,500 en promedio , y los vuelos a países como Venezuela o China son escasos. Mientras, la táctica de autodeportación (amenazas para que los inmigrantes se vayan solos) no da resultados: solo 9.9% de los detenidos son expulsados rápidamente .
  • La bomba fiscal (y política) del GOP. El big beautiful bill, que promete fondos para deportaciones, es visto incluso por republicanos como una bomba de deuda. Senadores como Rick Scott advierten que el déficit subiría a $2.5 billones anuales para 2035. Pero el costo político también importa: 75% de los deportados este año tenían antecedentes penales, pero casos como el de Kilmar Abrego (deportado ilegalmente a El Salvador)  manchan la narrativa. Aunque se prometió priorizar la expulsión de criminales, la realidad sugiere una estrategia más amplia, y no necesariamente más justa.

Por ahora, la gran maquinaria de deportaciones parece estar más atascada que encendida. Entre órdenes contradictorias, cifras que no cuadran y recursos que no alcanzan, el discurso de proteccionismo empieza a perder fuerza.

El resultado de tanta presión: un sistema migratorio que sigue operando al límite —pero no precisamente del éxito. Y aunque los titulares hablen de mano dura, los datos cuentan la verdadera historia. Porque prometer es gratis, deportar, no tanto.

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