Durante años, las universidades de élite en EEUU operaron como si fueran inmunes a la presión política. Qué tiempos aquellos. Ahora, la administración Trump puso en marcha una serie de medidas que podrían cambiar su modelo financiero por completo. Y si uno mira sus cifras, más que instituciones académicas, funcionan como corporaciones: UPenn gana más con sus hospitales que con sus clases; Columbia genera tanto como Coinbase.
Lo que está en juego. El gobierno federal ya le cortó a Harvard las alas de más de $3,000 millones en fondos. El MIT y Johns Hopkins podrían perder casi la mitad de sus ingresos si el patrón se repite. Además, están en riesgo los beneficios fiscales que hacen atractivas sus donaciones y permiten emitir deuda barata. A eso se suma la posibilidad de frenar la llegada de estudiantes internacionales, que pagan matrícula completa y representan una fuente clave de ingresos.
Efectos más allá del campus. El golpe no se queda en el ámbito educativo. Las dotaciones universitarias garantizan préstamos con los que operan fondos de inversión y bancos. Si esas promesas de capital empiezan a flaquear, también podría haber consecuencias en Wall Street. Lo que parecía un sistema sólido se está llenando de grietas. Y no es solo una cuestión de prestigio: es dinero, contratos y una estructura que, hasta ahora, parecía demasiado grande para caer.