Las deportaciones bajo Trump han subido —y mucho—. En abril, ICE expulsó del país a más de 17,200 personas, un aumento de más del 50% frente a febrero, y 29% más que en abril del año pasado.
Es la primera vez en 2025 que superan los niveles de la era Biden. La Casa Blanca lo celebra como prueba de que se está cumpliendo la promesa del presidente, aunque los números todavía no son suficientes para acercarse al récord de 430,000 deportaciones en un año, logrado por Obama en 2013.
El cambio es visible en todos los frentes. ICE ahora opera entre 6 y 6.5 vuelos diarios de deportación (antes eran 4 o 4.5) y ha sumado 47 nuevos centros de detención, alcanzando 154 en total.
La presión política ha sido clave: el anterior director de ICE fue reemplazado en marzo por no cumplir con las expectativas de Trump, y hasta el FBI ha sido obligado a reubicar personal para reforzar las operaciones.
Pero el repunte también tiene una explicación operativa: detener gente en la frontera se ha vuelto más difícil porque menos personas están intentando cruzar, y eso obliga a ICE a buscarlas dentro del país.
Aun así, el gobierno insiste en que los oficiales “por fin pueden hacer su trabajo” y ya ha solicitado 30,000 credenciales para policías locales que serán habilitados para ejecutar detenciones migratorias. El objetivo sigue intacto. Los números, por ahora, no.